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[00:00:06]

Andrés, Juan, hermano. Cómo está? Mala. Sigue sudando. Siente frío a ratos. Lo mismo. Se estremece tiritando, que grita porque se abrasa. Creo que está empeorando.

[00:00:21]

Consigue dormir poco. Apenas descansa. Incluso cuando duerme, su respiración es agitada. Casi todo el tiempo está aturdida navegando entre el sueño y la consciencia. Habla. Sí, sí. A veces a borbotones. Has conseguido que te cuente algo? No, no, no he conseguido nada, Juan. Necesitamos saberlo. Lo sé, lo sé. Pero aunque yo le pregunte, ella ni siquiera sé si me entiende. Pero me has dicho que habla. Encadena historias que carecen de sentido.

[00:00:54]

Resulta turbador escucharla, Juan. Ella es la única que sabe. La única que queda. Necesitamos que nos cuente. No sé si será posible. Andrés. Creo que delira. Qué estás diciendo? Habla de él como si fuera otro. La historia que ella narra no, no es la que conocemos de ella, que apenas conocemos nada de él. Conocemos su mensaje. Es lo importante. No sabemos quién era antes de venir a buscarnos Juan. Su mensaje no ha regara.

[00:01:22]

Si no somos capaces de contar quién era. Lo sé. Por eso debemos preguntarle a ella y guardar en la memoria cuanto diga que si es la fiebre de la que habla por ella. Y si las palabras que brotan de su boca son el fruto de la enajenación. Y si tomamos por historia verdadera el delirio de una mujer moribunda? No está muriendo. Juan sólo está enferma. Aguardemos entonces que se restablezca. No podemos, no tenemos tiempo. Carlos Alsina presenta Lola Herrera en Madre, en Belén André Cejo celebro verla a María acércate, ya apenas veo sólo sombras que me confunden.

[00:02:24]

Sé que eres Andrés. Te huelo. Cómo están tus hermanas? Están en paz con Dios y con mi padre. Y usted? Usted cómo se encuentra María? Todo lo demás que cabe mientras aún hay vida. Ya te ha contado Juan que desvarío?

[00:02:43]

No, no, no, no, sólo me habló de las fiebres que la asaltan. María. No le hagas caso, es un chiquillo. Teme que sean ellas las que hablan por usted. Sólo es la fiebre. No tiene boca ni lengua. Esta lengua es mía, la vez mía. Con ella probé la leche que alimenta a mi hijo. Con ella, a la vez, su piel de recién nacido. Soy la única dueña de cada palabra que pronuncio.

[00:03:14]

Nadie duda de usted, María. Qué habréis de saber vosotros si nunca habéis lÃmina un hijo? Sólo deseamos que se restablezca. Necesitamos su aliento y su consejo. No intentes engañar a una mujer quebrada que me solo queréis el verbo. No me buscáis a mí. BUSQUEIS mi aval, mi nombre, mi bendición para seguir predicando lo vuestro. Yo he venido a sanar la materia. Su recuperación es todo lo que busco. No hay recuperación en mi estado.

[00:03:46]

No finjas de la vejez, no se regresa.

[00:03:51]

Sé que la muerte me espera y no me acobardo como habría de hacerlo si yo viví asustada siempre. He aquí una mujer que no conoció la paz ni un instante de mi vida. Fue pacífico. Puedes tú entenderlo? No? Qué vais a entender vosotros, jóvenes catos, que nunca habéis sufrido el escalofrío de ese rozados por la mano gélida de un ángel? Hombres pulcros a los que repugna la idea de lavar con la lengua la sangre de un recién nacido.

[00:04:28]

María, nosotros sólo deseamos saber qué hizo él antes de conocernos.

[00:04:33]

Miento porque no fue su sangre la que yo tragué. Aquella era la sangre mía. Sangre de parto de madre. La sangre sucia en la que llegan buelto el hijo. Eso fue lo primero que vi. Fue sangre cubriendo su piel morada. Y lo último. Cuál fue la última visión que de él tuve? Su sangre mojando mi piel de madre vencida cuando los descolgó. Gastéis de ese madero innoble. Aún crees que es la fiebre la que habla mejor?

[00:05:12]

El médico? No reconoces mi voz, el verbo insobornable de una madre? Si tan valientes sois. Por qué andáis escondidos?

[00:05:31]

Yo debería volverme a despedir. Mi vida también son. Os hablo de Nazarí, de vuestra casa de barro junto a las cuevas. Puedo oler todavía nuestra casa. La tierra húmeda del suelo antes de barrer. El pescado cociéndose en el puchero. El olor del corral. El estiércol. Mi propio olor.

[00:06:02]

Que el olor de mi niño cuando llegaba de correr monte arriba sofocado y con su cuenco de aceitunas, agamos aceite madre, me decía. Y yo le obligaba a contemplar el valle, las mieses trilladas en la era. El agua del manantial que regaba las terrazas el campo es la riqueza de quienes nunca serán ricos. Le decía Dale a tus ojos la dicha de contemplar el valle y agradecía a Dios que proteja este hogar de las calamidades.

[00:06:36]

Él me miraba con sus ojos de niño y simulaba rezar mientras yo vaciaba su cuenco y empezaba a apretar las olivas con mis manos.

[00:06:45]

No teníamos más ocupación que trabajar la tierra y mantener el orden del corral. No se habló de las vides de uva negra.

[00:06:54]

Los lagares excavados en la roca. La balsa recubierta de estuco para los baños rituales. Mi pequeño Nazaret, tan apartado de todo, tan fértil, tan dado a las habladurías, tan estricto con las mujeres solas.

[00:07:15]

Angrois conmigo. Yo era una niña obligada a crecer. Nunca sentí el impulso de abandonar mi pueblo. Ni siquiera ese aforismo interesó. La única vez que pisé la ciudad sentí que allí me asfixiaba. Todas esas personas hablando a la vez, vendedores ofreciendo sus lámparas y sus perfumes. Los soldados embutidos en sus corazas de metal, golpeando el suelo de piedra a su paso. Yo no era más que una niña, disfrutaba en casa amasando el pan, preparando en silencio el queso y el yogur, sacudiendo la estera antes de empezar a comer.

[00:08:01]

Mi única ambición era contemplar el valle otra vez y llevar adelante el embarazo. Pensaba en el hijo que iba a tener y lo imaginaba corriendo ladera arriba con una vara en la mano para espantar demonios. Hagamos aceite, madre.

[00:08:23]

Mi casa olía a pan ácimo, a limones y a nueces. Yo habría querido que naciera en Nazaret, pero no era eso lo que estaba escrito.

[00:08:41]

Aún se me kaja el vientre cuando recuerdo el valãncia del borrico. Siete días doliéndome de los calambres de las piernas, las sacudidas de mi cuerpo sobre la espalda del animal. José me decía Siéntate del lado, yo te sostengo. Siéntate de la boca, yo te sostengo. Pero sólo mirando al frente me sentía segura. Las piernas abiertas sobre el espinazo del burro, apretándola contra su carne y sintiendo la presión todo el camino. Nunca lo dije, pero temí que de tanto zarandeo se me aflojara los músculos y escapara el niño que llevaba dentro.

[00:09:23]

Éramos 30 o 40 personas avanzando en caravana por el camino que lleva al sur, la mayoría artesanos que iban a Jerusalén a vender objetos. El resto, familias devotas que acudían al templo a hacer ofrendas, a menudo revoloteaban en torno a mí. Adónde vas? En tu estado, mujer? Me preguntaban. Tu vientre es puntiagudo. Darás a luz en el camino? Cuantas veces hube de responder lo mismo aquellos días? Es obligación de la mujer obedecer al marido?

[00:09:55]

La ley lo dice. He de acompañarle a él para empadronar nos juntos en la aldea de su familia. Hubo un marido, claro, fúbol, marido. Cómo habría de esperar un hijo de no haberlo habido? Pero él nunca lo mencionó. El él.El mi marido pertenecía al linaje más noble de nuestro pueblo escogido. José podía recitar los nombres de sus antepasados desde su padre Alí, su abuelo Aarón hasta el mismísimo rey Salomón. David más ilustre que ha dado Belén.

[00:10:31]

La estirpe a la que yo había unido mi destino. Temo que sea cierto lo que dices, Juan Valera. Habla de un marido llamado José, un hombre mayor que la desposó meses antes de quedar en tinta.

[00:10:51]

Jesús nunca nos habló de su padre, nunca dijo que existiera un padre. Mencionaba a su madre y él en Nazaret. Solos los dos. Ella dice que fue en Belén donde nació Belén, al sur de Jerusalén. Qué habrían de hacer allí?

[00:11:08]

El marido la llevó consigo para cumplir con el empadronamiento que ordenó Augusto en el Imperio. Que empadronamiento? No lo sé. No recuerdo que se hiciera un censo en ese tiempo. El marido pertenecía a la casa de David y Salomón. Eso dice ella. Una estirpe regia. Jesús, descendiente de reyes. Un campesino como él. Qué sentido tiene eso?

[00:11:32]

Y si fuera verdad, Juan, un sanador descendiente de David? Has dicho que delira. No, he dicho que podría delirar, pero también podría estar diciendo la verdad. Ella estuvo allí.

[00:11:44]

Nosotros no.. Sí, pero su cabeza ya no rige bien. Quizá cree recordar una historia que nunca sucedió. O quizá Jesús nunca quiso que conociéramos quién fue. No es un rey a quien seguimos. Andrés es a uno de nosotros.

[00:12:02]

Al llegar la noche, la caravana se detenía y cada cual buscaba un sitio en torno al fuego. Cenábamos dátiles y pescado seco con una gota de vino. José velaba por mí, sabedor de que cada día se acrecentaba mi miedo. En la sexta jornada de viaje avistamos Jerusalén desde el promontorio. Además, Saray. Y al hacerlo sentí que una lanza acerada taladraba mi abdomen. Me llevé las manos al vientre y se estremeció mi cuerpo entero. Contuve mi garganta para no gritar.

[00:12:41]

José lo advirtió y acercándose leyó en mi rostro el terror.

[00:12:45]

Debes descansar. Debes descansar! Me dijo. Negué con la cabeza sin atreverme a mirar. Él me insistió. Detengámonos en Jerusalén. Allí alumbrará a nuestro hijo. Y si queremos viaje después. Le dije. No hemos llegado hasta aquí para que nazca entre la multitud. Su nacimiento será en Belén. Su nacimiento será en solos los tres. Solos las tres.

[00:13:16]

Las dos últimas jornadas las hicimos en soledad, sin el bullicio de la caravana. Podíamos escuchar nuestra respiración, jamía fatigada. La dejóse entre toses y entonces sus pulmones acusaban el peso de la edad. Era un hombre joven, no le adornaba el ímpetu ni el ardor, pero sabía narrar historias de ángeles que en su voz no me afligía. Sólo él era capaz de despertar en mí la indulgencia hacia aquellos seres turbios que desde niña me importunaba. Él mitigaba mi temor a fracasar.

[00:13:59]

Y si yo en la hora es menos sabía dar a luz. Y se arruinaba con mi ignorancia el nacimiento del bebé. Qué haría yo si mi hijo se resistía a salir? Tan íntimo era mi tormento que no quise arrastrar a. Cómo explicarle a un hombre la aprensión de la mujer a malograr su gestación en el último instante? Mañana resta un trecho largo hasta Belén. Madre en Belén íbamos con la cuna a cuestas, mal atada a la silla de ropa que portaba al borrico, yo le había dicho a José que con un cesto nos valdría, no necesita más el ternerito, imaginaba.

[00:15:21]

Mi niño, muy, muy chico, juntaba mis manos como si fueran las dos partes de un cuenco, tal como hacía cuando iba a buscar agua a la fuente. En aquellas manos curvadas cabría mi bebé. Menudo, ni una gota de él se me derramaría. Llevemos sólo el cesto! Le dije a José cuando partimos. Pero él insistió en cargar la cuna. Había empezado a fabricarla el mismo día que la orden de descenso llegó a Nazaret, desarmó las dos sillas que estaba fabricando y planteó sobre el suelo los listones de madera, formando un rectángulo que a mí me pareció grande y a él pequeño.

[00:16:07]

Entonces acarició la madera con sus manos ásperas y sonrió satisfecho. En tres jornadas tuvo lista la cuna. Mientras yo terminaba de tejer el paño de lino con el que envolvería a mi niño, le bordé unas ramitas de enebro en las esquinas y lo perfuma con rosas.

[00:16:29]

José le dijo por primera vez la madera oscura y preparo las cintas para atarla al burro. Venil me pareció inalcanzable desde el valle. Apenas una mancha blanquecina en la cima de un monte. El camino serpenteando por la ladera más empinada que la de Nazaret. Varias veces hubimos de detener el paso porque el burro y mi niño reclamaban juntos un descanso. El pueblo diminuto era apenas una plaza formada por casas de barro, muy pegadas las unas a las otras, parecen blancas, le dije a José, y él me explicó que era el efecto de la cal mezclada con la arena clara.

[00:17:18]

Dos hileras de olivos a ambos lados del camino señalaban el comienzo de la aldea. De pronto escuché el rumor creciente de voces agitadas. Me parecieron hombres discutiendo, mujeres lamentándose, niños voceando. Qué ocurre? Le pregunté a José y él me respondió Nada. Las voces, las voces, le dije. Y él me calmó. Habrá más como nosotros, recién llegados. Y llegados que regresan y celebran el reencuentro con sus familias.

[00:17:49]

Y la tuya. Dónde está tu familia? No lo sé. Nunca antes puse un pie en Belén.

[00:17:57]

Recuerdo que me culpé a mí misma por no haberle preguntado antes. Cuántas generaciones han pasado? Quién queda en este pueblo apartado que conozca José? Mi boca se secó de pronto y la sed me hizo tambalearse en el borrico. Necesito agua! Alcancé a decir. Y un joven apareció entonces con un cántaro en las manos. Me lo ofreció para que yo pudiera beber. Aparté un poco el velo que cubría mi cabeza para limpiarme el sudor. José le preguntó al joven En qué casa podríamos acogernos esa noche.

[00:18:33]

El respondió algo. Vi sus labios moverse, pero no brotó sonido alguno de su boca. No te escucho. No te escucho le dije, y él sólo sonrió. Señaló con su mano hacia al final de la plaza y los animó a seguir adelante. Quise darle las gracias por el agua fresca, pero ya no estaba allí. Dónde se fue? Le pregunta José. Quién? Quién? Dijo él.

[00:18:59]

El joven no era un joven. Era una anciana ciega.

[00:19:10]

La primera puerta a la que llamamos la abrió una mujer. Yo permanecía en el borrico mientras José le contaba en el estado que me encontraba. La mujer se me acercó, tocó mi vientre y me dijo No falta mucho, no falta mucho. Tengo la casa llena de peregrinos, ni una esquina libre me queda. Basta un rincón para extender una estera. Tu esposa va a dar a luz en unas horas. Busca un sitio mejor para ella. Pregunta en la posada.

[00:19:39]

Y si no hay sitio allí? Si no hay sitio, vuelve a mi casa. Pero no puedo ofrecerte intimidad ni reserva para Íria. Rodeada de extraños. Ahogada en miradas. La posada no era mucho más grande que cualquier otra casa. El hombre que la regentaba se interesó de inmediato por mi embarazo. Tres veces me preguntó si me encontraba bien porque me vio muy pálida.

[00:20:04]

No es viaje para una mujer preñada. Déjeme ayudarla a bajar del asno. Buscaré una manta para que pueda recostarse. Necesitamos un sitio para pasar la noche. Un día más. Dos a lo sumo para cumplir con el empadronamiento. Y luego luego marcharemos. Roma no perdona un impuesto. Vienen de Jerusalén. Venimos de Nazaret. Nazaret. No conozco Nazaret. A una jornada de Seferis.

[00:20:31]

Seflores, llevan 9 días de viaje. Entonces vengan, vengan conmigo. La posada era poco más que un patio con cuatro cuartos a los lados. Los cuartos estaban ocupados desde hacía días y los nuevos viajeros habían ido a acampando en el patio. Padres y madres con sus hijos formaban un gentío por el que apenas conseguíamos movernos. Pronto las mujeres, al advertir mi embarazo, me vinieron a ayudar. Me llevaron hasta el primero de los cuartos y exigieron a quienes allí estaban que salieran fuera.

[00:21:13]

Se armó un pequeño tumulto porque era una familia de diez personas que no entendían lo que pasaba. El posadero trataba de explicarlo, pero era la voz de una de las mujeres la que se imponía.

[00:21:25]

Esta joven está esperando un hijo y el nacimiento es inminente. No importa quiénes somos el resto ni a quién está adjudicado este cuarto. Es ella quien ahora lo requiere. Salgan todos.

[00:21:38]

El cuarto era muy pequeño. Sentí de nuevo que me asfixiaba. Una anciana me ofreció entonces un cántaro con agua. Le pregunté a José. Ésta es la anciana ciega que viste antes? Es ésta la anciana que viste antes? Ya genciana.

[00:21:55]

No ves que es un joven con los ojos claros? Guarda silencio, niña, y descansa. Cuando llegue el momento sabrás lo que debes hacer. Temo que mi hijo no quiera hacer a ningún niño. Quiere hacerlo. El primer deber de una madre es obligarle.

[00:22:20]

Ya era entrada la madrugada, cuando desperté a José, de mi vientre brotaba una flema de color de la arcilla. Ya ha llegado el momento. No puedo hacerlo aquí. No podré hacerlo aquí! Le dije. Me veía a mí misma flaqueando y mi labor de madre. Hayuna de la fuerza necesaria para alumbrar un hijo. Mientras un enjambre de mujeres se amontonaban en torno a mí y sus maridos comentaban a voces mi insólita torpeza. No puedo hacerlo aquí. Le dije a José.

[00:22:51]

Y él entendió que debía buscar un lugar sólo para mí. Sin más testigo que él ni más presencia que la suya. Quién habrá de ayudarte si sólo estoy yo contigo? Soy un hombre que nada sabe de esto. Buestro en el patio dormido. Entonces, cuando salimos, José agarró el hatillo de ropa con una mano y lacuna de madera con la otra. Yo iba con las dos mías bajo la tripa, sosteniéndome el vientre y rogándole a mi niño que esperara.

[00:23:23]

Me pareció que por fin lo entendido porque estaba guardándonos a la puerta. Fue el asno que le echó a andar primero bordeando la posada y enfilando un camino estrecho que descendía por la ladera. La luna era plena y apenas se adivinaba en las estrellas. Noté que se me endurecía el abdomen cuando José se detuvo y dijo Déjame ver aquí, déjame ver aquí. Había una abertura en la roca que daba acceso a una cueva. Entró en ella casi a tientas y murmuró Cueva de anim.

[00:23:57]

Cueva de animales. Olía a excrementos y tierra mojada. Mi abdomen se endureció más y sentí un calambre en la parte baja de mi espalda.

[00:24:08]

No es lugar digno para que nazca vuestro hijo.

[00:24:12]

Es el lugar que ha escogido su madre. Le dije yo. Es el lugar que ha escogido su madre.

[00:24:21]

La noche la pasamos en vela. José, pendiente de que el fuego no se apagara. Miró atenta cada cogida de mi cuerpo, primero de pie, caminando encorvada de un lado a otro del agua. Se detenía un momento al llegar a la pared. Se encogía sobre el abdomen y saltaba a mi vientre, intentando colocar al niño rojo. Me incorporaba de nuevo y volvía a moverme. Los calambres eran a la vez más largos, más constantes. Sentía el estómago del revés, las punzadas cada vez más hondas.

[00:24:59]

Todo el cuerpo se quejaba. El calor me consumía. Me escocía los muslos. Dime que puedo hacer decía José. Si a mí me ofendía su frase. Qué vas a hacer? Qué vas a poder hacer? Qué puede hacer una persona por otra? Cuando el cuerpo le exige que expulse lo que lleva dentro y a la vez el cuerpo actúa como un cepo. Dime qué puedo hacer? Nada, salvo callarte. No me ayuda que hables, no me ayuda que reces.

[00:25:24]

No me ayuda que ayudes a una mujer pariendo sola, rota de espasmos, aterrada por un cuerpo que no reconoce como el suyo.

[00:25:34]

Busca el rincón más protegido de la cuerda, extendi la estera y flexiona las piernas hasta ponerme en cuclillas. Entonces noté mis piernas mojadas, brotaba líquido de mi vientre. No sabía que era eso orinada.

[00:25:53]

Me abrumó la vergüenza de tener a mi niño entre orines. Lo había imaginado tan puro, tan limpio. Se orina. No es orina! Dijo José. Es agua. Agua! El agua. Mi niño llegaba flotando en agua, como nuestro padre Moisés. Ahora notaba la estera mojada, apretaba los puños y me maldecía a mí misma por ofrecer a mi hijo un cañón tan angosto para cruzar al mundo.

[00:26:23]

Empujé cuanto pude y aún seguía chocando su cabeza contra mis paredes de madre estrecha. Notaba su cabeza obstruida y a mi niño muerto. Para un momento. Y recupera fuerzas.

[00:26:35]

Qué sabes tú, carpintero? Qué sabrás tú de vaciarse por dentro? Cada empujón es una ráfaga de viento. Tus impulsos son las olas que acercan nuestro bebé a la orilla.

[00:26:45]

Yo no le escucha y sigue las huellas. Sólo existía el sudor. La fuerza que se me iba en cada acometida. La impotencia para sacarme de dentro. Nunca voy a poder hacerlo. Déjame que te ayude, mujer. Úsame como si fuese un árbol. Hola! Hola!

[00:27:06]

Él estaba delante de mí. Chura suspendidos, ofreciéndose como un puntal para que ellos me han clara. Incorporé un poco, intenté que mis manos alcansar en su cuello, pero Vince tiraba de mí hacia abajo.

[00:27:22]

Él agarró mis manos. Me ayudó a ponerme en pie. Apretó mi cuerpo contra el suyo. Introdujo su pierna entre las mías. Ve abriéndole camino. Murmuró abriéndole camino.

[00:27:35]

Que es frase de abriéndole camino en cada ola. Empuja hacia abajo y hacia atrás. Compensaba sus movimientos a los míos.

[00:27:47]

Pero mi niño no salía.

[00:27:50]

Mi niño no quería salir.

[00:27:54]

Qué puede hacer una mujer si la criatura que ha gestado no quiere venir al mundo? Cómo no ha de querer responderme, carpintero?

[00:28:03]

A quién regalarás ahora tu cuna?

[00:28:06]

Y entonces surgió ella. No sé de dónde. Anciana ciega. La sentí detrás de una fachada. Dejándome. Introdujo sus manos entre mis piezas. Que alcanzó la cabeza de mi niño. Sentí el tirón.

[00:28:23]

El escurrirse. El bebé. Supe que estaba afuera porque mi cuerpo dejó de estremecerse y amainó el dolor.

[00:28:46]

No lloro, no respiro. No vi como la anciana la tomaba en sus manos y me lo entregaba a mí, apartando a José. No recuerdo si me recosté. Si recuerdo. Mi padre era un ternerito encogido y amoratado. Tuve que lamerle la nariz para que el aire se abriera paso.

[00:29:10]

Lo limpié entero, lo palpé, lo olfatee y lo chupé antes de envolverlo en el lienzo blanco con ribetes de enebro.

[00:29:21]

vivirÃ. Le pregunté a José Qué es un gorrión? Es un león? Dijo. Eres de una estirpe de reyes. Quién sabe si llegará a reinar, dijo. Quién sabe si llegará a volar. Quién eres tú? De dónde? Guárdate hoy a tu hijo. Mañana vendré por él. He de salvarlo, madre en Belén.

[00:30:00]

Al alba escuché el sonido de un rebaño. La noche iba quedando atrás y con ella el riesgo de que no osas echar alguna fiera. José le había cortado el cordón a mi niño y lo había sellado con una presilla de madera. Aún se resentía mi cuerpo del esfuerzo del parto. Cambiaba de postura. Apoyaba la espalda en la piedra. Me tumbaba siempre con el bebé en mi regazo. Lo contemplaba todo el tiempo. Intranquila. Mojaba mis dedos en saliva y se los acercaba a su nariz para asegurarme de que respiraba.

[00:30:41]

Me alarmaba que no hubiera llorado. Que significa que mi bebé no llore? Acaso es distinto al resto? Está privado de alguna facultad? Y si he traído al mundo un ser imperfecto, una madre sola y excluida, víctima de miradas severas, de habladurías? Tiene un padre chanzas?

[00:31:07]

Mi Lazare tiene un padre. Cómo no habría de tenerlo? Quién habría protegido nuestra gruta de las fieras y de los ángeles?

[00:31:21]

Mi niño rompió a llorar con la primera luz del día célebre que se agitaba en mis brazos. La boca abierta. El ceño fruncido. Los párpados apretados. Era un bebé como el resto, con las facciones desdibujadas y el pelo escaso y moreno. Aparté el paño de lino para verle las manos y con de sus dedos volví sus manos hacia arriba y acaricié la palma tan minúscula del tamaño apenas de la cabeza de un clavo. Se cerró su mano, agarrando la mía y sentí su temor.

[00:32:02]

Gemelo del mío. Seguridad. Suber dijo. No querías nacer? José me advirtió entonces de que alguien venía. Un pastor se acercaba a la gruta, alertado por el llanto de mi niño. No permitas que entre, le dije. No quiero que me vea.

[00:32:25]

No quiero que entre nadie. Eres fuente de vida. No te avergüences.

[00:32:33]

Vamos, zagal. Suena como un cachorro. Buen día, ovejero.

[00:32:39]

Buen día, señor. Salió usted a caminar temprano?

[00:32:42]

No, no, no camino. He pasado la noche en la cueva. Ya veo. Todas las casas del pueblo están completas por el censo. Sí que lo están. Escuché los quejidos de un animalillo. Es el llanto de un recién nacido. Mi esposa está dentro. Ha parido un crío moreno y menudo con buenos pulmones. Ya ha podido usted sentirlos. Cómo está la mujer que necesita? Sólo descanso. El parto es una experiencia dura. Puedo ofrecerle agua, un poco de pan.

[00:33:15]

Envío al chico al pueblo a buscar lo que requiera o no. No hace falta.

[00:33:19]

No, no, ella está bien. Vuelva a usted a sus quehaceres, se lo ruego.

[00:33:23]

José disuadió al pastor entrar en la cueva. Pero entonces mi bebé arrancó a llorar y el niño que acompañaba al pastor corrió al interior inquieto. Al verme, se quedó parado. Es un cordero? No, no es un cordero. Es mi hijo. Un bebé? No lo veo. Dónde está? Envuelto en este paño. Es muy pequeño. Por qué llora? No lo sé.

[00:33:47]

Por qué lloran los corderos cuando acaban de nacer?

[00:33:50]

No lloran. Lo que hacen es intentar ponerse de pie. Quiénes eran los pies grandes? No sé. Es la primera vez que tengo un bebé. Cómo te llamas? María es agunas para él? Sí, pero luego ahora ha de estar pegado a mí. Vi cómo José introducía entonces al pastor en la cueva. No quiero que entre nadie. Le dije. Y sólo un momento. Este hombre tiene algo que hacer.

[00:34:19]

Alabada sea la vida nueva. Nadie merece mayor respeto que una madre. El hombre entregó su cayado a José. Miró a mi alrededor. Se acercó al lugar donde había dado a luz y se arrodilló ante mí. No te asustes. María. Con sus manos. Y amontonó en la tierra y limpió el suelo. Recogió la bolsa de sangre en la que había venido al mundo mi hijo y pidió mi permiso para llevársela. Hemos de enterrar esto fuera. Es bueno que permanezca cerca del niño.

[00:34:49]

Siempre se hizo así. Enterremos la. Entonces. Yo le ayudo. Es usted apenas una niña. En qué puedo ayudarla? Mujer? Nada me falta. Tengo a mi hijo conmigo. Alabado sea el niño.

[00:35:02]

Que Dios les ha concedido. No hay regalo más preciado que una criatura. Ha dejado de llorar. Desde hoy se conocerá esta gruta como la cueva de la vida. El pastor inclinó su cabeza. Tomó el cayado y le indicó al zagal que saliera. José acompañó al hombre fuera y habló un rato más con él, bajando los dos la voz y alejándose para que yo no los oyera. Imagino que se ofreció a avisar a las mujeres de Belén para que vinieran a asistirme, porque al mediodía llegaron tres de ellas.

[00:35:44]

Las conocía de la posada. Temí que me reprochara en haber querido parir solas. Pero no lo hicieron. Trajeron paños limpios y agua fresca. Examinaron mi cuerpo. Me ayudaron a incorporarme. Me regalaron sus consejos. Sentirás tirantez en los senos. Procura que el bebé los vacíe enteros. Lavaron al niño, le aplicaron un ungüento de hierbas en el ombligo. Lo envolvieron en una manta y lo colocaron en la cuna. Es un gorrión, pero será un león.

[00:36:22]

Eran todas esposas de pastores. Sus maridos, al conocer la noticia, sellaron también la cueva, pero permanecieron fuera. Encendieron fuego. Calentar un caldo en una olla y trocear un pan y queso. Las mujeres insistieron en llevarme con ellas de regreso al pueblo más tarde. Les dije Ahora quiero estar sola con mi hijo. Ninguna se extrañó de que lo pidiera. Cuando se fueron, me abrí la camisa, saqué al bebé de la cuna, lo desnudé y lo pegué a mi pecho.

[00:36:58]

Era mío. Seguía siendo una parte más de mí. No hacía falta una cuna. Ya se lo había dicho a José. Qué sabrá un pobre carpintero de niños, de mujeres y de ángeles. No hay ángeles de agua. Una vez que se fijan en ti, los ángeles nunca se desvanecen. José terminaba de alimentar al borrico cuando la anciana apareció en mi cueva. Cómo has entrado? Le dije. Cómo has entrado? Por qué no te ha visto él?

[00:37:29]

Por qué no te ha visto él? Es la hora! Dijo ella. Mañana es hoy. Te dije que vendría por el niño. He de salvarlo. No puedes llevártelo. Me arrancaría la piel. No ves acaso que él y yo somos un mismo cuerpo? Entrégame a tu hijo, niña. No hay tiempo que perder. Qué valor puede tener el tiempo para una madre sin hijos? Ninguno. Bien lo sabes. Por qué sigo viviendo yo? Entrégame al niño.

[00:38:01]

Por qué sigo viviendo yo? Una madre sin hijo. El ángel me tendió el martillo. Dame el bebé. Y me dijo Construye una cruz. No me lo pidas más. Soy yo la que no quiero vivir. María. María. Necesita usted descansar. Entrégame al bebé, niña.

[00:38:17]

Sigue sonando el martillo. He de llevarme ya al bebé. Sigue sonando. Detén ese martillo, José. Por qué quieres a mi hijo?

[00:38:25]

He de esconderlo, mujer. Esconderlo? Por qué? No preguntes más. Si eres un ángel, llévate el martillo. Y esconderlo de quién?

[00:38:34]

De aquellos que ya están en camino. Vienen por él. Quieren ahogarlo en el río. Quién querría ahogar a un bebé? Herodes quiere matar a mi niño. Herodes el rey. El rey no acepta otro rey. No entiendo lo que dices. No entiendo lo que dices. Nada tienes que entender. Es tu fiebre la que habla. No tu fiebre. María necesita fiebre y mi fiebre la que habla. María, soy Andrés. Dónde está mi bebé?

[00:39:04]

Mi bebé. Dónde lo vas a esconder? A nadie lo diré. Salve a mi hijo. Ni siquiera a ti. Salve a mi hijo. Los volveré a ver. No digas nada más. Salve a mi hijo. Calla tu fiebre. Salve a mi hijo. María. Salve a mi hijo de. Dios. María. María. Juan XXIII a Juan. María. Hice un pacto con Dios. Le pedí que me privará de la facultad de hablar.

[00:39:44]

Por más que me preguntaran, nada podría responder si mi garganta era estéril. José fue el primero en preguntar Dónde está el niño? Dónde está el niño? Removió las mantas y examinó la cueva palmo a palmo. Buscó debajo de mi camisa. Entre mis piernas. Volcó la cuna. Por favor. Dónde está el niño? Qué has hecho? Yo no respondía. Me agarró del cuello y repitió sus preguntas. Alterado.

[00:40:13]

María. Dónde está el niño? Aparté con determinación sus manos cuando me sentía zarandeada. Él asumió con impotencia que nada saldría de mi boca. Miro dentro de mis ojos y descubrió en ellos la negrura de un pozo. Han sido ellos? Preguntó Los ángeles.

[00:40:36]

Han sido ellos? Dímelo. Dímelo. Por favor. Por favor.

[00:40:40]

Al rato llegaron las mujeres. Encontraron a José llorando en la puerta de la escuela. El rostro hundido entre las manos, la respiración agitada entre toses de hombre atormentado. Nada pudo explicarles por qué. Nada sabía. Amaba a un niño perdido que ni siquiera llegó a sostener en sus brazos. Se culpaba de no haber redoblado la alerta para que nadie lo robara. Quién puede robar un niño? Nunca ocurrió en Belén tal cosa. Después me interrogaron a mí con ternura, con padecidas por mi nuevo drama.

[00:41:22]

Nada podrá decir. Tiene la garganta anudada.

[00:41:25]

Yo a nada respondí. Porque Dios me protegió privándome del habla. Prometieron encontrar a mi niño y dar con quién lo hubiera robado. Alertaron a sus maridos y formaron grupos para rastrear cada gruta del monte, cada camino y cada casa. Examinaron cada vivienda del pueblo y enviaron mensajeros a las aldeas vecinas, dando noticia de que había desaparecido un niño. Yo les dejaba ser temerosa de que su búsqueda resultara fructífera. Rezaba para que nadie lo encontrara, aunque a la vez temía no volver a tenerlo nunca conmigo.

[00:42:08]

Qué había dicho la anciana? Es de esconderlo. Pero no dijo por cuánto tiempo. No dijo que fuera a devolvérmelo cuando hubiera pasado el peligro? Y si el peligro no cesaba nunca? Y si la única forma de que mi hijo viviera era entregárselo en custodia a otra familia, tiene un padre, tiene un padre? Me repetía a mí misma Mi hijo tiene un padre, Tera. Entérate. Nazaret, tierra de murmur, tierra de murmuraciones. Encontraremos al niño mujer.

[00:42:46]

Un bebé no se desvanece. He preparado el cuarto para los padres en mi posada.

[00:42:51]

Alguien debería vigilar la gruta por si el bebé es devuelto. Haré yo guardia esta noche? Yo te acompaño, abuelo. Prepara el zurrón. Haremos fuego.

[00:42:59]

A lo mejor el bebé aprende a ponerse de pie como un cordero.

[00:43:04]

El registro de las casas resultó baldío. Hombres y mujeres acudieron a la posada a interesarse por nosotros. José lo recibió abrumado. Asentía con la cabeza y se restregaba los ojos. Su corazón era un cántaro roto. Cuando todos se retiraron, nos quedamos solos el uno frente al otro. Un desierto entre nosotros pude notar el muro que empezaba a levantarse. Todo el afecto que antes emanaba de José se había perdido. No hizo falta que dijera nada. Piensa bien yo lo que sentía.

[00:43:50]

P Censuraba por no haber sujetado a mi niño atándome al cuerpo si hacía falta. Qué clase de madre era yo que entregaba a mi hijo a un ángel sin dejarse las uñas peleando? Una madre aterrada. Qué clase de madre no le planta cara a una anciana? No lo hice porque no sabía quién era. Por qué de repente hablas?

[00:44:11]

No es mi voz la que escuchas, José. Es la tuya. Qué quieres de mí? Que no sigas adelante en tu idea de abandonarme. Madre en Belén.

[00:44:26]

María, María, Andarivel Reyes, María. Qué estás diciendo, hijo? Han venido los reyes a la cueva buscando al niño como unos reyes a caballo, con vestidos dorados y con coronas. Han llegado desde muy lejos, siguiendo el camino que les indica una estrella. Dónde están esos hombres viniendo hacia aquí?

[00:44:49]

No son coronas lo que llevan.

[00:44:51]

Son cascos, cascos. No son reyes, son soldados.

[00:45:00]

Estos hombres preguntan por un recién nacido. Quiénes sois? Mi nombre es Corintio, oficial de cámara del Rey. Qué rey? Cuántos reyes conoces, mujer? Sólo hay uno en Judea. Mi señor Herodes. Herodes, el converso. Qué murmuras tú? Herodes de Judea. Idumea. Samaria y Galilea. Rey de los judíos. Rey de los judíos. Es título romano. Tu rey es el perro pastor de Augusto. No tientes a la suerte inconsciente.

[00:45:34]

Por menos han sido crucificados otros. Para qué os envía el rey? Cuál es tu nombre? José. Tu acento no es de aquí. No vivo aquí. He venido a empadronarse. Qué quiere el rey? Mi señor tuvo en sueños una visión. En Belén. Cuna de reyes. Habría de nacer en estos días un bebé. En su sueño vio una cueva y la cueva. Una mujer dando a luz. Decidme ha nacido ya ese niño? Qué tiene ese bebé que le interese al rey?

[00:46:08]

Mi señor ha declarado este día como el primero de la nueva era judía. Hoy comienza un nuevo tiempo de gloria para su reino. Se fundaran nuevas ciudades y se abrirán nuevos caminos. El trabajo del campo será premiado. Multiplica. Haremos las cosechas por dos. La necesidad será atendida y los enfermos sanados.

[00:46:29]

Qué tiene que ver eso con el niño? Es el primer nacido de esta nueva era. El rey desea distinguirle como símbolo de prosperidad. Él encarna en su pequeño cuerpo la concordia y la justicia que han de hacer grande nuestro reino. Traemos presentes para el niño resinas olorosas para la madre y monedas de oro para el padre. Decidme quién es el padre? Quién es el padre al que he de entregar el oro?

[00:47:01]

No hay padre porque no hay niño. Me explicate, mujer. Éste es un pueblo pequeño. No somos más que los que aquí veis. Han venido nuestros primos desde otras ciudades para cumplir con el censo. Pero hace meses que no ha nacido aquí ningún niño ni hay mujer embarazada entre nosotros.

[00:47:20]

El zagal dijo que vio un bebé en la gruta. Ese zagal es mi nieto. Yo mismo le escuché cuando se lo contaba, pero es un crío con la cabeza dañada que hace de cualquier sucedido una fábula. Dices que no vio un bebé.

[00:47:35]

Era un cordero, señor. Lo vi ponerse de pie mientras su madre la chupaba.

[00:47:41]

A quién servís en realidad? Al rey. Ya te lo dije. Y si el rey no dice la verdad, a quién serviréis? Entonces habla claro si tienes algo que decir. Un hombre llegó una vez a la orilla del río, donde unas mujeres lavaban ropa.

[00:48:03]

El hombre encabezaba un grupo de guerreros. Iba en busca del más fiero enemigo de su padre. Éste le había dicho sólo un nombre, Kaleth, y el lugar al que debería dirigirse. Treinta días de viaje cumplían ya los guerreros. Tan alejado de la ciudad estaba el enemigo. La orden que el guerrero había recibido de su padre era ésta Encuentra a Caleb y mátalo. Sólo así sofocadas la amenaza que se cierne sobre nuestra familia. Treinta días cabalgó el guerrero con sus hombres acampando cada noche en torno al fuego y planificando la batalla.

[00:48:46]

Imaginaba a Caleb al frente de una escuadra de soldados fieros, esperando su llegada para cobrarse su cabeza y enviársela al padre en una caja. Al llegar junto a las mujeres del río, el guerrero la saludó educado y ellas correspondieron al saludo. Busco un hombre enemistado con mi padre que abandonó sefor y se hace algunos años. Para qué lo buscáis? Preguntaron las mujeres. Mi padre desea invitarle a regresar conmigo y sellar la paz entre nuestras dos familias. Las mujeres desconfiadas le dijeron Si buscas la paz porque traes hombres armados.

[00:49:32]

Y el dijo para defenderme si fuera necesario. El agua del río comenzó en turbarse. El guerrero reparó entonces en un niño pequeño que acompañaba a las mujeres.

[00:49:44]

Al principio le pareció una niña porque iba cubierto con una toca de color púrpura. Había dado un paso atrás sin dejar de mirarle.

[00:49:54]

Sus pies descalzos conocían la orilla del río y el agua se apartaba acariciándole. Le pareció que el niño se alejaba. Cuando una de las mujeres dijo Caleb, quédate a mi lado. El guerrero miró al niño y repitió su nombre. Calé había imaginado un hombre fiero, protegido por soldados y tenía delante a un inocente rodeado de mujeres. En su corazón supo que nunca cumpliría la orden de su padre. Ningún niño merece morir. No hay lealtad ni disciplina que justifique ese crimen.

[00:50:36]

El guerrero deseó fortuna a las mujeres y antes de darse la vuelta, miró por última vez al niño con inmensa ternura. Alcanzó a decirle Que le has hecho tú a mi padre para que te thema tanto, Caleb? Al escucharlo se asustó, se adentró tan deprisa en el agua que en un instante estaba en el centro del río. Sus pies resbalaron y zozobró su cuerpecillo desmadejado. Lo último que vio el guerrero fue la cabeza hundiéndose en el agua turbia.

[00:51:10]

La toca púrpura hecha un remolino. Al regresar. Ciudad el hombre invitó a su padre y acudió a la casa de su madre y le preguntó a ella qué motivo puede haber para odiar a un niño de ocho años? Y ella le habló entonces de su pequeño niño impuro, hijo del adulterio, de una madre judía con un soldado romano, su niño enviado lejos para salvarle.

[00:51:41]

El guerrero instruido supo entonces que había visto ahogarse en el río a su hermano.

[00:52:02]

Volved a la ciudad, se informará al rey de que nunca sucedió lo que vio en su sueño.

[00:52:08]

Mi hijo no quería nacer. No hay niño porque yo lo perdí. Fracasé en mi labor de madre.

[00:52:19]

No te culpes, mujer. Sólo Dios sabe por qué hay niños que no nacen. Los tres hombres se volvieron a Jerusalén cabalgando sus monturas de raza, envueltos en las túnicas rojas y con el sol reflejándose en sus cascos dorados. No eran cascos, eran coronas, coronas si no eran soldados. Eran reyes, reyes venidos de un lugar lejano para ofrecer regalos a nuestro hijo con oro y cuentos para el niño.

[00:52:52]

De Oriente venían siguiendo una estrella que los guiaba. Permanecimos en Belén cinco días. Cada mañana caminaba un rato en compañía de las mujeres mientras mi cuerpo se fortalecía y mis pechos se secaba.

[00:53:22]

Recorríamos la ladera del monte y poblada de olivos, y nos llegábamos a la cueva de donde había venido al mundo mi hijo.

[00:53:32]

Mi piel se resentía. Al asomarse la gruta se irritaba con la ausencia de la otra piel que era su espejo. La piel de seda de mi niño, mi niño quebradizo. Nada nuevo supe de él y todo. Renuncié ya a preguntarme eso habría de ser yo la madre sirio?

[00:54:00]

Los pastores sellaron la gruta con una roca del tamaño de un hombre. Quisieron rodar sobre unos troncos. La cuna se quedó dentro. Nadie volvería a hablar de lo que allí sucedió. Nadie volvería a ocupar el espacio que una vez fue mío.

[00:54:18]

Al quinto día cumplimos la obligación de empadronamiento. José a El hatillo de ropa al borrico. Me tendió la mano y dijo. Volvamos, volvamos. Deseé que una flor silvestre brotara en medio de nuestro desierto. Nos despedimos de las mujeres y de los hombres y del niño que confundió a mi bebé con un cordero. El borrico supo cuánto dejamos de mirar atrás porque apretó el paso. El camino descendía ahora hasta el valle, hacía su trabajo más llevadero. Ni José ni yo pronunciamos una palabra.

[00:55:03]

Tampoco giramos la cabeza.

[00:55:06]

Atrás quedaba Belén, la cueva que vio nacer a nuestro niño perdido para siempre.

[00:55:13]

Adiós, Belén de Judá, tierra de pastores.

[00:55:19]

Por qué me permitiste entregarme?

[00:55:26]

Hicimos todo el viaje solos. José hizo solos y en silencio.

[00:55:32]

Ya habíamos pasado allí en cuando el borrico se detuvo. Vamos! José tiró de la cuerda, pero no se movió. Cabeceó varias veces, como si algo le molestara. Le pedí a José que me ayudara a bajar y buscamos un árbol que diera sombra.

[00:55:53]

El burro se tumbó y me miró. Te pasa algo, te pasa algo, le dije. Y él era bueno.

[00:55:59]

Como si me hablara. Pasamos la noche allí preguntándonos qué haríamos si algo rico se negaba a reemprender la marcha. Si la noche sigue al día y el burro seguía tumbado y como rico, por favor, no se tiró de él. Le empujó, le increpó. El burro no se inmuta. Qué te ocurre? Le dije. Qué te ocurre? Qué guardas aquí?

[00:56:26]

Me volví entonces y la vi. La anciana con el niño en sus brazos. No es una anciana, es un muchacho con un cántaro. Me tendió el bebé envuelto en mi lienzo de lino con ramitas de enebro bordadas. Mi cuerpo se estremeció al tomar mis manos lolis, temiendo que, siendo el mismo, ya fuera otro. Pero olía a mí, a mi piel, a mi cuerpo, a mi embarazo.

[00:56:58]

Me abrí la camisa y luego a centro. Átame! Le grité a José gastármelo hasta meló para que nunca más pueda entregarlo. Y al levantar la cabeza no le vi. Reconoció entonces las mieses estrelladas. El agua del manantial. El valle de Nazaret. Mi pequeño videncias de olivos. Reconocí a mi niño con mi hijo. No había decidido aún qué nombre le iba a poner. Pero entonces lo supe. Supe que mi niño era Jesús. Jesús de Nazaret, hijo de María.

[00:57:48]

Lola Herrera, madre en Belén. Un texto original de Carlos Alsina. José Luis García Pérez. Sara Iglesias. María Jesús Barona. Borja Fernández Serano. Juan Diego Guerrero, Arancha Martín y David López. Dirección de Actores Carlos Zucker. Por aducción. Maria Jesús Moreno y Marisol Parada. Grabación Javier Martínez Dorado y Pepe Mechero montaje Fran Montes y Carlos Alsina. Más de uno en Navidad.