Homa el 2020 ha sido inequívocamente nefasto y para el Barsa todavía peor. Además de por la pandemia, su año será recordado por la Liga perdida. Los 8 goles del Valle era el burofax de Messi y por la descomposición institucional. Añadan, si gustan, la derrota del equipo de balonmano en la final de Champions. El año sólo podía terminar con un empate en el Camp Nou con el capitán en la grada y con la sensación de que esta temporada sólo sirve para guardar luto por Messi.

Un duelo incómodo pero necesario para que nadie llore cuando el genio por fin se vaya. Discutimos sobre los resultados justos e injustos. Como si la justicia fuera un factor a tener en cuenta. Como si no estuviéramos hablando de un juego que, por definición, está influido en mayor o menor medida por el azar. Si el fútbol tuviera como objetivo la justicia, el balón sería cuadrado, no redondo, y no se golpearía con los pies y no pasaría nunca los equipos con menor presupuesto y talento.

Por fortuna, el fútbol sigue siendo imprevisible, inestable y en las mejores noches hasta caprichoso. Y quejarse de eso es como lamentar que existan los postes o los esguince de tobillo. La convivencia es otro factor determinante en el ambiente de un grupo. Alguien dijo que todos los amores acaban mal porque todos los amores acaban. Y cosa parecida podría decirse del fútbol y los futbolistas. A Diego Costa, por ejemplo, se le ha gastado el amor de tanto usarlo.

Ningún futbolista simbolizado mejor el espíritu de Simeone. Y es posible que esa rebeldía exigiera también un final con portazo. Se demuestra una vez más que el hombre es un animal capaz de cansarse de todo, incluso de ser feliz. Buenas noches.

Bueno, pues como en el fútbol otra vez, si ustedes quieren volvemos a quedar en el mismo sitio. Les vale la misma entrada. Es uno y dos minutos. No son horas para los de la morena.

Son horas para la buena radio del señor Salas que ven con Dios el transistor José Ramón de la Morena este miércoles.