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Yo creo que la filosofía es un saber audaz y a la vez modesto. Creo que es audaz porque intenta abordar los grandes temas, las grandes preguntas que se ha hecho siempre a la humanidad. La pregunta por la realidad, a la pregunta por lo verdadero. La pregunta por lo justo. La pregunta por lo billo.

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Pero por otra parte, claro, tiene que ser modesta, porque uno sabe que nunca va a poder dar cuenta de la realidad, ni de lo verdadero, ni de lo bello, ni de lo bueno o de lo justo. Y sin embargo, siempre tiene que seguir aspirando a ello. Es un saber necesario para nuestro tiempo, porque precisamente necesitamos como nunca un saber que intentes reflexionar, nos estás reclamando al ordenador, nos está reclamando el teléfono móvil, nos está reclamando.

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Creo que es un espacio para la reflexión profunda y en serenidad. Creo que es un espacio para la crítica, para saber discernir un criterio que nos permita ver qué es lo que tenemos y lo que deberíamos de tener. Y también que nos permite tener argumentos y convicciones racionales para deliberar y para hablar en las plaza pública. Es muy fácil ser conformista, es muy difícil ser disconforme con la realidad que uno tiene. Pero claro, para protestar, para indignarse, para no estar de acuerdo.

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Hace falta también tener criterios para saber qué es lo que queremos proponer.

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La violencia no resuelve nada. La que resuelven las cosas es la argumentación serena. Para argumentar hace falta estar dispuesto a dar argumentos. Cuando uno plantea algo y no todo el mundo está dispuesto a dar argumentos, pero también estar dispuesto a escuchar los argumentos ajenos, que tampoco todo el mundo está dispuesto a escuchar los argumentos ajenos. Pero esa es la única manera, a mi juicio, de acabar con el dogmatismo y acabar con el fundamentalismo.

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Hay dos palabras que tienen la misma raíz, una en griego y otra en latín, que son las palabras ética y moral. La ética viene del griego, eso sí, moral viene del latín mos, moris. Y hay gentes que creen que son radicalmente distintas.

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La palabra y la palabra morís vienen de carácter y de costumbres. El carácter y las costumbres nos vamos forjando a lo largo de la vida. Y esa es la asignatura más importante que tiene un ser humano. No tenemos más remedio. Nacemos con un determinado carácter que no nos hemos hecho, con un determinado temperamento, pero después, por repetición de actos, vamos generando un carácter que nos lleve a actuar de una manera u otra. Esto lo tenemos que hacer todos necesariamente y como tenemos que hacerlo necesariamente, pues desde los filósofos antiguos pensaban con muy buen acuerdo que lo mejor es generar un buen carácter y que es de estúpidos generar su mal carácter.

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Por eso la gran asignatura de la ética sería la de ver cómo nos forjamos un buen carácter. Normalmente a la gente le gusta hablar de la moral por referencia a la inmoralidad. A la gente le gusta moral y moral. Normalmente los inmorales son los otros y el moral es uno. Eso está muy extendido. Pero Ortega decía con mucho acuerdo y con mucha gracia que lo importante es hablar de estar alto, de moral o desmoralizado, porque estar desmoralizado, eso sí que no le gusta a nadie.

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Todos queremos estar altos de moral y por eso a mí me importa en todos los campos de los que estamos hablando. Destacar que tanto personalmente como en las organizaciones, en las universidades, en las instituciones, lo importante es que estén altas de moral, que tengan ganas de abordar los retos de la vida cotidiana y sobre todo en referencia con dos polos que son los fundamentales, a mi juicio en la moral y en la ética, que son el pueblo de la justicia y el de la felicidad.

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Creo que esos dos lados son fundamentales para organizarse. Una persona o una institución que está alta de moral es la que está intentando ser justa y además tiene ciertas nociones de cómo se podría ser feliz.

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Siempre las sociedades son morales de un tipo de moral u otra. Dan prioridad a unos valores o a otros y es fundamental reflexionar para una sociedad y pensar qué valores le doy yo prioridad, cuales me parecen más importantes, por cuáles si estoy dispuesto a apostar y que después no haya, que es uno de los grandes temas que a mí me parece complicado que no haya un enorme desfase entre las declaraciones y las realizaciones. Porque cuando se nos pregunta, todo el mundo sabe cuáles son los mejores valores que yo he hecho.

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La prueba lo he hecho por la calle y lo he hecho con los alumnos. Os parece que hay que destrozar el medio ambiente? No, por Dios. Os parece que las mujeres son inferiores a los varones? En absoluto. Os parece que hay diferencias raciales? No, para nada. Sabernos lo nos lo sabemos y creemos que a eso deberíamos darle prioridad. Pero luego hay un desfase entre las declaraciones y las realizaciones y creo que eso es en lo que estamos.

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Creo que el reflexionar para una sociedad consiste en darse cuenta. Bueno, qué valores son los que verdaderamente nos interesan, cuáles nos importan, por cual estamos dispuestos a apostar y cuáles estamos dispuestos a encarnar? Y si hay un desfase, vamos a ver si borramos el desfase, porque aquí hay algo que no funciona.

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La justicia tiene el gran valor de ser aquello que universaliza haríamos cuando alguien dice que algo es justo. Entiende que debería de universalizar. Deberíamos darnos cuenta de que no es justo que 1200 millones de personas estén por debajo del umbral de la pobreza extrema, y cuando uno dice que esto no es justo, lo que está pidiendo es que esto se tiene que arreglar, esto lo tenemos que arreglar. No es mi parecer, no es mi opinión. No es que yo diga modestamente, sino que tenemos que resolver el problema de el hambre y el problema de la miseria.

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Esto es un deber moral. Esto es una obligación moral. Por eso la justicia es algo exigente. Es algo que no permite componendas y por eso es, a mi juicio, la virtud suprema. Y además es la virtud del ciudadano, porque los ciudadanos, cada uno personalmente, quiere ser feliz. Pero lo que pueden reclamar segundos de otros y pueden reclamar a las instituciones es que sean justas. Lo que pasa es que la justicia tiene que ir también ligada a la prudencia.

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Y me parece que esas dos virtudes que son clásicas, que vienen desde los griegos, tienen que ir siempre unidas. La justicia tiene que exigirse también con prudencia. Por eso la ética de la razón cordial, dije, y la ética del consumo también, que yo creo que la gran virtud de nuestro tiempo debería de ser la cordura. No se habla mucho de la cordura. A mí me parece una bonita virtud. Creo que la cordura es como un injerto de la prudencia en el corazón de la justicia.

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El que es cuerdo es que tiene corazón. Es que tiene ese cor cordis, ese corazón. Y precisamente porque tiene corazón, intenta ser justo y a la vez prudente.

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Pero creo que la Declaración de Derechos Humanos de 1948 es el mejor acontecimiento histórico que ha tenido la humanidad desde el punto de vista de lo que es la moral, la política, etcétera. Creo que el hecho de que las Naciones Unidas declaren y reconozcan que concedan, sino que reconozcan que todos los seres humanos, por el hecho de ser humanos, tienen derecho a la vida, a la expresión libre, a la formación de conciencia, a una atención sanitaria, a una educación de calidad.

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Ese reconocimiento me parece que es lo mejor que ha podido pasar históricamente, porque las declaraciones de alguna manera comprometen.