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Luis del Val se acuerda de todo y se olvida de lo que quiere.

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Ha vivido tantas cosas que tienen derecho a escribirlas.

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O también de no hacerlo. Si escribe un libro puede llamarlo autobiografía o puede aparecer en la sección de Historia, Memoria y olvido. Es esa reunión de cosas que han pasado, que le han pasado a Luis y a sus contemporáneos. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, humor, ternura, ironía.

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Todo eso no, porque son propios de él. Como ustedes saben, después de tantos y tantos años escuchándole, venturosa mente, querido Luis del Val. Buenos días, querido Carlos.

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Buenos días.

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Me siento raro porque hoy no hay luz eléctrica y tengo la ventana de la habitación do la luz del día. Y fíjate si estaría confundido, que me he puesto las gafas. Adivino que no tengo que leer nada.

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Lo primero que recuerdo es en este libro es un carro, un hombre que carga con él ciertas gotas de sudor, un niño emocionado dentro del carro porque le parece una aventura. El niño eres tú y el hombre de gotas de sudor tu padre. A qué correspondía aquella fotografía?

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Pues aún recuerdo muy nítido cuando yo tenía cinco años. A mí me aquello me parecía extraordinario, una aventura maravillosa. Era un carro de mano alquilado. En el carro de mano había unos o Mieres, unos, unos trozos de cama, unos armarios, porque nos teníamos que cambiar de casa, porque nosotros no teníamos abogados y el dueño de la casa en la que estábamos alquilados quería levantar una planta. Y aquel hombre que no sabía cómo iba a pagar el alquiler nuevo, mucho más caro que sudaba, pues debía tener treinta y cuatro años y aquel niño que corría tenía cinco.

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A mí me parecía una aventura maravillosa. Para aquel hombre era una gran preocupación.

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Así que un día escribí, pues, tres o cuatro folios y los dejé allí. Y otro día dije Mira ese niño, un día habíamos estado en una cena, perdona que me alargue hablando del silencio y yo creo que el silencio, los dos momentos de mi vida en que he percibido el silencio han sido tres en las cuevas de Val, porquero, en el en Auschwitz, cuando estás visitando lo que fue aquel lugar terrible de muerte y tormento. Y un día en el Congreso, cuando en la mesa de edad baja Dolores Ibárruri, la Pasionaria y se escuchaba el rozar de sus zapatos por la alfombra porque estaba bajando la historia de España.

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Y entonces escribí otros tres o cuatro folios sobre eso. Un día dije se los voy a mandar a Ana Rosa Semprún, la directora de Escasa Calpe. Al día siguiente me dijo Oye, me gusta mucho, tenemos que hablar. Y de ahí salió el libro.

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Por qué tu madre se empeñó en que empezaras a leer a los cuatro años? Pues no lo sé. Yo creo que quizá por ser hijo único. Dice José Luis Garci que somos de la misma cosecha del mismo año. Nacimos en el 44, que los hijos únicos están súper protegidos por las madres, no? Y que eso nos obliga a que nos dejan salir menos a la calle. Nos tenemos que inventar cosas. Y efectivamente, el sabio inventa un amigo y otro, y eso dice que estimula la fantasía.

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Entonces mi madre, al tener hijo único y saber que no podía tener más hijos, yo creo que se concentró tanto en mí que dijo este, este tiene que aprender a leer como sea. Yo creo que la meterían en la cárcel por enseñar a un hijo, a un niño de batallas a leer.

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Yo leía, yo leía, pero sin comprensión, desde ahí, sin ninguna comprensión. Pero leía, interpretaba los signos con, con los sonidos.

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Tiene recuerdos de la escasez y el hambre. Son recuerdos para olvidar, no son recuerdos. Para mí no iba a decir que gratos, pero son recuerdos de supervivencia, son recuerdos maravillosos. Cuando tú sabes que hemos vivido muchas etapas en esta en España, cuando empezó el boom de la gastronomía y los de los grandes chefs y tal. Yo muchas veces cuando hablaba del marida miento de tal cosecha de no sé cuántos, segon con un manjar determinado, pues me acordaba mucho del pan con aceite, no el paqué, el pan con aceite, que con un poquito de azúcar nos nos libraba de poder, de poder no tener hambre.

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Al fin y al cabo ese aceite venía en una garrafa de cinco litros que el padre hacía cien kilómetros de ida y de vuelta para quedarse.

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Yo recuerdo los domingos, mi padre se marchaba de noche. Yo no lo veía salir hasta Alcañiz viene en coche. Ahora deben ser una hora y pico, pero él tardaba tres horas y pico para. Para llegar hasta Alcañiz, porque tenía que tomar dos trenes allí compraba de estraperlo la una, la lata de cinco, el garrafón de cinco litros, la lata de cinco litros se la embutida en la gabardina y procuraba pasar inadvertido ante la mirada de la policía, porque si no lo hubieran detenido, porque era estaba prohibido comprar, comprar víveres de estraperlo y cuando llegaba por la noche a casa demacrado, se levantaba la gabardina y mi madre cogía el aceite y lo ponía encima de la cocina económica a cocina con carbón.

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Y yo me acuerdo mucho de aquello y creo que no es para olvidar. Creo que es para recordar. Tampoco para dar la paliza a hijos y nietos. De ninguna manera, pero sí para tenerlo presente y para saber de dónde venimos. Cuáles eran las puertas que te permitían escapar de la realidad?

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La novela, el cine, la novela y el cine. No dice, dice Pedro Ruiz que el cine es el sitio donde durante dos horas. Afortunadamente los problemas son de los otros. Y la novela?

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La novela para mí era bueno.

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Yo empecé leyendo a Marcial Lafuente Estefanía Novelar del Oeste. Luego me fui a Julio Verne. Fíjate, recuerdo que había una un detergente que se llamaba Mistol y en cada detergente había una letra. Cuando tenías la palabra Mistol, la editorial Molino te regalaba un libro. Y a mí aquel libro me parecía, me parecía maravilloso. Y la novela, sí. La novela fue una escapada maravillosa. Y también la libertad y los juegos. Es decir, que un niño siempre es feliz.

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Yo recuerdo mucho a Chumi Humet, que decía que escribió un libro que decía yo fui un niño feliz en la guerra y tenía de vez en cuando te hacía declaraciones que hoy en día considerarían políticamente incorrectas. Pero él decía nosotros, dice nosotros.

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Allí en la calle jugábamos a fusilar porque los niños hacían lo que lo que veían y lo que oían. No dejaban a todo claro en el cine. Tuviste conciencia de que había ricos y pobres. Vosotros ibais al hall de reestreno y no al de estreno.

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Sí que era un poco mascarón. Sí, sí. La conciencia de ser rico, ser pobre. Y yo la tengo muy, muy a muy temprana edad. Yo un día, entonces el horario escolar era el jueves, era. Era fiesta por la tarde y. Y en cambio los los sábados por la mañana y por la tarde íbamos a la escuela. Entonces un día mi mi mi madre me dijo que me iba a llevar al cine y entonces nada.

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Me puso un chaleco, una camisa recién plantada, un chaleco. Me peinó y yo le dije mamá puede bajar a la calle? Sí, pero no te manches y yo baje a la calle cuandolos. Los compañeros del barrio me vieron allí tan repentina.

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Dónde vas al cine? Les contesté. Y claro, con una sensación de envidia, porque al cine se ve y se iba una o dos veces al mes, generalmente una.

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No, no todas las semanas. Y a qué cine vas? Y cuando dije al cine que iba la la envidia se trastornó en cierta decepción y cierto desprecio porque iba a un cine de reestreno. Había dos clases de cines, los de estreno, que eran más caros y los de reestreno, donde pasadas varias semanas y ya la película la había visto mucha gente, se iba ya para los barrios donde las personas más humildes podíamos ver las películas. Aquella película se llamaba Capitanes intrépidos.

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Creo que a Spencer Tracy le dieron. Le dieron un Oscar. Y además habla de la historia de un niño, un niño hijo de ricos que cree que está a punto de ahogarse. Lo recogen unos pescadores y allí conoce lo que es la pobreza.

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Eras un niño carne de marxismo, pero no fue así. Por qué? Bueno, porque las diferencias de clases no te las tienen que explicar.

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Carlos Marx Las las percibes, no las notas, las, las, las adviertes. Y eso te produce una especie de de deseo de. De que eso tiene que cambiar, no? Y lo que lo único que se podía cambiar era lo más fácil era la parte izquierdosa. Y yo fui un compañero de viaje del PC de un PC de los que los mandos sabrían lo que hacían, pero los demás éramos bastante ingenuos.

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Quiero decir que toda aquella generación don José Antonio Labordeta, Eloy Fernández, Clemente, todas aquellas gentes. Pues yo creo que sí, que éramos de izquierdas, naturalmente, porque había que ser de izquierdas y luego ya además no teníamos información. Luego ya nos dimos cuenta de que el mayor de los mayores genocidios no se habían producido en Auschwitz, que sino que se habían producido en la Unión Soviética. Y con la complicidad, por supuesto, de los intelectuales europeos, con Jean Paul Sartre a la cabeza, que nunca quiso que los demás nos enteráramos de las atrocidades que había de tu experiencia en política.

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Estuviste en las Cortes? Cuál es un recuerdo para enmarcar igual. Para olvidar. Bueno, el recuerdo para enmarcar para mí fue el entrar en las.

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Entrar en las cortes. No, aquello fue. No sé, no me lo creía. Aquello era de verdad a la decisión del pueblo. Y luego tengo muchos recuerdos. He tenido la suerte de trabajar con con gente maravillosa, he trabajado con con Rafael Calvo Ortega, he trabajado con Carlos Robles Piquer, que era una persona muy inteligente. Yo creo que es más inteligente que Manuel Fraga Iribarne. Lo que pasa es que como Carlos Robles Piquer era cuñado de Manuel Fraga Iribarne y él era más famoso, Fraga Iribarne parecía que que era un enchufen o no.

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Carlos Robles, que era una persona extraordinaria, maravillosa. Y me alegro mucho de haber conocido a Adolfo Suárez, con el cual yo la verdad es que me negué casi a entrar en la coalición con Unión de Centro Democrático y el otro día se lo comentaba a su hijo Adolfo Suárez Illana, con el cual tengo una una comida para orar juntos. La primera vez que conocí a Adolfo Suárez me me conmovió su empatía, su simpatía, su capacidad para atraer la atención, su seducción y su sinceridad.

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No era, no era un vendedor de baratijas. Era un político que quería hacer política y que la hizo bastante bien. La radio Cuando pasas de oyente me imagino en tu infancia a ciante.

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Pues a los 15 años, desgraciadamente debes agradecidamente porque no fue muy bueno aquello, pero ya hacía un pequeño programita de noticias juveniles en Radio Zaragoza y después ya no se me.

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La afición ya no se me fue nunca, porque tú sabes que la radio es un medio caliente, que es el descanso de los ojos, el trabajo de la imaginación y que con el sonido, con la música y con la palabra se pueden forjar mundos maravillosos de todo lo que has vivido, porque has sido hasta maestro de escuela, vendedor de enciclopedias. La radio siempre ha permanecido, que es lo que te ha dado? Cuáles han sido los grandes momentos?

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Bueno, la radio para mí. Yo no, yo no. Los premios. Yo nunca. Uno nunca escribe para que te den un premio, no? Uno nunca va a la radio o al periódico a que te de un premio. A mí me gustaba vivir la radio, no estar en la radio, sino vivir la radio. Y luego pues hay instantes en los que yo siempre recuerdo los momentos en los que la radio me ha emocionado. No, no, que te den el premio Ondas una vez o dos.

[00:13:07]

No, no. A mí lo que me emociona es cuando notas que la radio entra dentro de ti y te come.

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Yo recuerdo una vez ahí en la COPE, por ejemplo, que tenía un programa que se llamaba Sé que estás ahí, donde un día estaba entrevistando a un famoso payaso Tonetti. Su hermano se había suicidado a través de una depresión y estuvimos hablando, pues era una hora.

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Era una conversación, era una entrevista. Y Tonetti, pues iba diciendo cosas de su infancia, del circo. Y bueno, cuando terminó la entrevista, yo con botones era un personaje entonces muy conocido. Hablo de hace muchos años.

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Yo dije que si había personas que habían visto a Tonetti, que nos gustaría conocer su opinión y me llamó un oyente diciendo que tenía unos recuerdos inolvidables y de pronto llamó una chica y dijo Quiero darle las gracias a Tonetti, quiero dar las gracias a vosotros que le habéis traído.

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Y quiero dar las gracias porque creo que hoy, esta noche, he conocido de verdad a mi padre. Era la hija de Tonetti y yo vi la famosa, la famosa metáfora, el famoso tópico del payaso llorar. Yo vi al payaso sin maquillaje que se echó a llorar. Eso es, esos instantes.

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No sé, Carlos, yo creo que son los mejores los que los que te.

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Los que te hacen pensar que la radio es un medio caliente, entre otras cosas porque lo primero, el primer sonido que escuchamos es la palabra. Y afortunadamente, la palabra a través de la radio no cambia mucho. Es decir, que no Kameni a través de un altavoz, a través de un medio, no cambia mucho.

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Sigue siendo un ser humano el que habla de qué haces esfuerzos o en qué haces esfuerzos para olvidarte de las cosas desagradables, de sobretodo de las miserias, de las de las traiciones, de las de las tonterías. Tú eres mucho más joven que yo, pero ya irás observando que a medida que vas consumiendo calendarios, Blass, las vanidades te dejan cada día más frío, sobre todo las e, las vanidades de oropel, las vanidades superficiales. Y entonces, cuando observas aquellas cosas en las que.

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Por vanidad, has observado traiciones de amistades? Tienes ganas de olvidarlas? Lo que pasa es que es muy difícil olvidarlo. Pero el olvido es necesario tanto como la memoria.

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Yo me acuerdo cuando con 28 años y yo llegué a la cadena Ser. De eso hace treinta y cuatro o treinta y cinco. Estaba Luis del Val y pude trabajar con Luis del Val en aquellas mañanas de Radio Madrid, en los que Luis daba su picotazo certero. Algunos de ellos preciosista, conservo. Te confesaré algunos originales que habías escrito tú, que luego los tirabas vejes e inexplicablemente.

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Pero cómo tiras eso? Y yo me quedé algunos y los tengo por aquí en el despacho. De vez en cuando me asomo. Y para mí fue aquello una sensación de plenitud. Y fíjate, hoy, 35 años después, aquí seguimos aquí otra vez.

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Yo me acuerdo perfectamente de aquella etapa. La cuento en el libro porque no sé si recordarás yo de ocho a diez. Estaba con Iñaki Gabilondo y de diez a doce. Estaba con Carlos Herrera, que es como. Cómo te diría yo. Como estar de Ejercicios espirituales. Dos horas. Y luego en la Feria de Abril otras dos, no? Y yo digo en el libro y lo cuento, que si no me volví esquizofrénico en esa ocasión ya no me volveré nunca.

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No, por qué no? Porque cada uno tiene una manera diferente de trabajar.

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Es decir, no yo hoy, yo hoy hablo mucho de que de lo que, lo que de los esfuerzos he tenido la suerte, la inmensa suerte, Carlos, de trabajar con Luis del Olmo, de trabajar con Iñaki Gabilondo, de trabajar con Carlos Herrera, de trabajar con Ernesto Sáez de Buruaga, de trabajar con Ángel. He trabajado con Muzzy y tú y tu. Recuerdo muy bien que tú me descubriste porque llevaba muchos años en la SER, pero tú llegaste y con esa certera y con ese tino me descubriste el chiringuito al lado de la radio, donde hacían la mejor.

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Tortilla de patata de Madrid los sígannos, por cierto, las gracias. Por cierto, la última vez que estuve allí, la última que estuve allí me dio un bolígrafo que tengo guardado y que ahora como no nos vemos, pues no te puedo dar, pero que me lo regaló para ti.

[00:17:50]

Será maravilloso que el lugar era pequeño, pequeñín, estaba al lado del Villa de Verin.

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Sí, sí, sí. Una maravilla. Qué maravilla! Qué maravilla! Decidió un lugar idílico. Tiene preguntas interesantes?

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Goyo González Dicen que la distancia hace el olvido, pero usted no concibe esa razón de quien seguirá siendo cautivo de los caprichos de su corazón. De los caprichos de mi corazón. Pues yo seré cautivo de mis amigos, de mi mujer, de mis hijos, de mi familia.

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No creo yo. Resucite alguien para compartir esa tortilla de patata y un vino. Nati Mistral, por ejemplo, era una persona encantadora, maravillosa, llena de gracia, llena, llena de ingenio, llena de de sal. Parecía mucha gente se creía que era, que era, de que era andaluza, era madrileña, pero era una madrileña que parecía que había pasado por, no sé, por la Almería o por la Sevilla. Y es y me encanta cuando decía yo tengo una carga y es que tengo que recitar siempre la la casada, infiel y esas cosas, no?

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Y cuando cuando recitaba lo hacía de una manera maravillosa y cuando cantaba pa ladeaba, pa ladeaba cada palabra. Me acuerdo de Nati Mistral se jubilará algún día o eso es cosa de viejos?

[00:19:23]

Yo creo que te jubila la vida, te jubila a la salud, te jubilan las arterias, te jubilada de la falta de riego en el cerebro. Pero yo no juego al fútbol, no tengo que hacer los 100 metros en 10 segundos o 9 segundos y décimas. Y mientras pueda escribir y pueda hablar y los demás me soporten y me aguanten. Pues yo creo que lo intentaré seguir haciéndolo.

[00:19:49]

Y ya por último, un clásico. Juraré no haberlo dicho nunca antes en estas entrevistas y no volverlo a decir después. Un horizonte lejano. Su epitafio, don Luis.

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Pues a mí me gusta mucho el de Joaquín Leguina, que ha elegido para él. Y yo la verdad es que sí. Creo que me siento compañero de Joaquín Leguina. Aquí yace un estudiante de inglés.

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Tenía ganas de escucharlo. Jajaja. Memoria y olvido. El libro ya en sus librerías favoritas. Querido Luis del Val. Un abrazo muy fuerte. Gracias por estar aquí esta mañana. Queridos amigos Goyo y Carlos. Un abrazo muy fuerte y muchas gracias.