La dispersa geografía de Grecia, repartida entre el sur de la península balcánica, la costa Jonia de Asia Menor y el intermedio archipiélago del mar Egeo, cuya salida cierra la isla de Creta, hace muy complejo el análisis lineal de su desarrollo artístico, así como la fijación de sus orígenes. Sin embargo, desde que el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, buscando la tumba de Agamenón, descubrió en 1876 la necrópolis real de Micenas y más tarde el inglés Arturo, Ivanus excavó en 1900 el palacio de Nosos, en Creta.

Se viene aceptando que la civilización llamada Creto Micénica fue la primera etapa de la historia de la cultura helénica.

El amplio arco cronológico en el que aquella se inscribe iría desde finales del tercer milenio hasta el siglo XII antes de Cristo. Vendría después la Grecia de Homero. Esto es, la que coincide con sus célebres poemas conocidos como La Ilíada y la Odisea, que son los testimonios más vivos de un largo tiempo tan oscuro como épico, en el que la realidad y el mito se entrecruzan para llenar el vacío vaso de la historia.

La cerámica, llamada de estilo geométrico por el carácter de su decoración, pondría punto final a este período en el siglo octavo. Siglo, por otra parte, que conoce la expansión del pueblo griego por el Mediterráneo occidental, fundando importantes colonias como las de Sicilia y el sur de Italia, conocida como la Magna Grecia. Sería a partir de ese momento cuando se produce el verdadero despertar del arte griego, haciendo evolucionar no sólo sus formas cerámicas y decorativas, sino dando entrada a la escultura monumental en piedra con la gran familia de los Kurai y Koresh, que datan de los siglos séptimo y sexto.

Fue también entonces cuando se define la polis como organización política y urbana y el templo como realidad, en la que se resume la esencia de la arquitectura griega. Conociendo luego una paulatina depuración formal y estilística bajo el período clásico. La fragmentación interna del imperio helenístico en varias monarquías tras la muerte de Alejandro en el año 323, reforzó el protagonismo de ciudades como Alejandría, Pérgamo o Rodas, que con sus talleres de escultura o nuevas realizaciones monumentales, compitieron con la pujanza de Atenas, eclipsando su hegemonía en el campo de las artes.

Sin olvidar lo que en el mundo de las ciencias representaron nombres como los de Euclides en Alejandría o Arquímedes de Siracusa. La historia de Roma corre paralela en el tiempo a la de Grecia, pues la legendaria fecha de la fundación de Roma por Rómulo y Remo se fija a mediados del siglo octavo, antes de nuestra era. Coincidiendo con la presencia griega en el sur de Italia y la formación del pueblo etrusco.

Éste, entre los siglos séptimo y sexto, alcanzó su máximo apogeo al ocupar las dos terceras partes de la península italiana, siendo entonces cuando Roma toma su nombre actual y llega a cuajar como ciudad. Pero en los últimos años del siglo sexto, el Lazio y su capital, Roma, se rebeló y formó un Estado independiente que llamó República. Esto es el nuevo régimen republicano que puso fin al mandato de Tarquino el Soberbio como último rey de Roma.

Se iniciaba entonces un período de expansión en el que Roma se impuso a los griegos ocupantes de Italia. Se enfrentó con Cartago por el dominio del Mediterráneo occidental e intervino en las guerras Maceda únicas que le dieron la llave para convertir en provincias romanas los viejos reinos helenístico. Todo esto supuso una fuerte eleni zación de la vida romana y muy especialmente en el terreno artístico, de tal modo que el arte romano, paradójicamente, aparece como continuador de la rica tradición griega. Ello no quiere decir que la arquitectura romana no tenga personalidad.

Todo lo contrario. Pero no es menos cierto que su monumental y funcional arquitectura, con poderosa alma de ladrillo y hormigón, volteando formidables bóvedas y arcos, se cubre finalmente con el vestido prestado de los órdenes griegos. Otro tanto sucede con la escultura y pintura, donde los modelos y arquetipos vienen de la antigua Grecia libre y liderada por Atenas, de donde también proceden los numerosos artistas que ahora trabajan para Roma. Ello no impide que algunos temas, como el retrato o el relieve narrativo, alcanzarÃn en Roma un particular desarrollo que no llegó a conocer Grecia.

En síntesis, Grecia y Roma componen una unidad difícilmente separable en el plano artístico, que se define bien bajo el común denominador del mundo clásico.

La historia de la arquitectura occidental, salvo la que se conoce como gótica, es heredera en gran parte de los conceptos de composición y construcción que se tejieron en la antigüedad clásica entre Grecia y Roma.

De ahí la importancia de su conocimiento.

Si a Grecia se debe el rico lenguaje de los órdenes y el cuidado, su estudio de sus proporciones, que tiene en el templo su mejor expresión.

Roma aportó una extraordinaria técnica constructiva basada en el uso del arco y la bóveda, al tiempo que utilizaba materiales como el ladrillo y el hormigón, cuya modesta apariencia se revestirá luego con vistosa piel de mármol.

De este modo, puede afirmarse que el Partenón de Atenas es tan característico del pensamiento griego como lo es el panteón de Agripa del espíritu romano. El apasionante capítulo de la arquitectura griega tiene como preámbulo obligado la cultura creto micénica, cuyo núcleo principal residió primero en la isla de Creta y su célebre palacio de Canosos, y después en Micenas, con sus cíclopes, murallas en las que se abre la conocida puerta de los Leones y con la serie formidable de enterramientos reales como el llamado Tesoro de Atreo o tumba de Agamenón, cuya cámara funeraria, cubierta con cúpula, se encuentra al final de un largo corredor de acceso.

Después de aquella etapa entre homérica y heroica, se fue conformando en el período arcaico entre los siglos octavo y.