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Mujeres con historia. Yo procuraré siempre ser una buena mujer para ti, con lo cual quiero decir todo lo que quepa de útil para ti, para ayudarte a ser valiente, para no ser una carga y para empujarte siempre para arriba en todo lo que alcance en nuestras almas.

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Quiero que te refugies en mi contra toda desilusión y contra lo mediocre y mezquino de la vida. Quisiera poder siempre tener. Es brillante esa llama de tres libris. Juanito mío, seré todo lo que quiero ser para ti. Hemos escuchado lo que escribió una enamorada, Zenobia, al que iba a ser su compañero de vida, el poeta Juan Ramón Jiménez. Lo hacemos con la colaboración de Emilia Cortés, doctora en Filología Española, que un buen día se topó con uno de los diarios de Zenobia Camprubí y quedó magnetizada por el personaje, tanto que desde el 2002 lleva investigando sobre ella y además de publicar varios epistolario.

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Ahora por fin se ha atrevido con la primera gran biografía de esta catalano puertorriqueña. Hoy vamos a conocer a Zenobia Camprubí, la escritora, la traductora, la empresaria, la solidaria, la profesora de universidad, una especie de superwoman en el tránsito del siglo XIX al XX, que por encima de todo fue la mano derecha. Y a veces también la izquierda de Juan Ramón Jiménez, pues sin ella el poeta habría tenido una trayectoria literaria y personal bastante más precaria.

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Zenobia fue una joven adelantada a su tiempo por sus orígenes familiares puertorriqueños. Vivió en Nueva York y aunque había nacido en Cataluña, la forma de vida española le parecía muy anticuada y anodina comparada con la forma de vivir en Norteamérica. Ella fue la única niña de cuatro hermanos y tuvo una relación muy estrecha con su madre y una complicidad muy especial con su abuela materna.

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Al morir el abuelo, lo que hizo la abuela fue alquilar un piso que se comunicaba en la misma y el mismo rellano con el de la hija y la abuela. Se instaló en ese piso y como novia era la única niña de los cuatro únicos que tenía los cuatro hermanos, pues pasaba muchísimo tiempo con la abuela. Incluso le pusieron una camita en la habitación de la abuela y la abuela fue la que la introdujo en la lectura y la primera biblioteca. El cerebro lo ha dejado escrito en la primera biblioteca.

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Estaba allí, en la casa de la abuela, y fue su abuela quien le inició en esa primera biblioteca. Leía la Ilíada y la Odisea de una niña que desde pequeña leyó muchísimo y con su abuela hablaba siempre en inglés. Los padres de Zenobia se casaron por amor, pero las ausencias del marido trabajando mucho tiempo fuera y la añoranza de ella viviendo en un país que no era el suyo y lejos de su familia, termino pasando factura la pareja que se fue distanciando sentimentalmente, aunque siguieron juntos hasta el final.

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Isabel, su madre, provenía de una familia muy bien acomodada económicamente, proporcionando ayuda a ser rentas que permitían que sus hijos realizaran estudios universitarios en Nueva York y la formación académica. Por ejemplo, esa novia también fue muy cuidada y su relación con su madre las hacemos madre. Es una relación muy buena, muy estrecha. Luego es una familia en la que se leía mucho en la madre desde que eran los niños pequeños. Lo suscribió a una revista neoyorquina, hace Nikolaus, en la que ella publicó Cnba.

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Con 14 años, publicó su primer artículo en inglés. Entonces estaba ella muy acostumbrada a leer las historias de que contaban de tebeos y luego las revistas y libros. Y a lo largo de toda su vida leyeron mucho. Acostumbraban, por ejemplo, cuando estaban en Nueva York, o también así acostumbraban a tenerlas por las tardes, por las noches y las veladas a leer en familia. Entonces, a través de Stella, leía a mamá tal tal, tal tal.

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Yo estuve una hora leyendo a su madre o mamá, me leyó a mí o le leía X. Eso es una cosa muy curiosa.

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No había diferencia de las jóvenes españolas.

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Era una chica muy independiente. Había leído muchísimo, tanto su infancia como su juventud, como hemos escuchado, y escribía artículos para revistas y además tenía visión de negocios.

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En uno de sus viajes a Estados Unidos descubrió una tienda con cerámica y otros objetos artesanales, lo que despertó su faceta comercial, embarcando a su hermano mayor para vender objetos artesanales como cerámica o prendas de ganchillo y encaje de bolillos que ella compró en España y Portugal muy baratas y luego las vendía en los Estados Unidos a precios mucho más altos, lo que suponía una renta segura para ambos.

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Pero luego se prolongó muchísimo Sujo su su exportación, porque ya no solamente exporta después cerámicas, luego ya exportan muchas labores de aguja, mantelerías en la gatera de encaje de bolillos. Todo eso mandó muchísimo, muchísimo a Estados Unidos. Si no hubiera una chica muy independiente y también muy alegre, que no tenía ninguna pretensión en contraer matrimonio, tenía muchos amigos y se relacionaba tanto con chicos como con chicas. Su intención era volver a Norteamérica y durante el tiempo que vivió en Madrid intentó no relacionarse mucho, pero finalmente su padre le confesó que no estaba dispuesto a establecerse en el extranjero.

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Entonces, resignada su suerte, comenzó a visitar a norteamericanos que vivían en España y de ese modo se cruzó en su vida Juan Ramón Jiménez, 6 años mayor que ella. Ella tenía muy buena reputación como poeta.

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Ellos se conocen en la primera semana de julio de 1913, en la residencia de Estudiantes. Cuando estaba el Fortuny, donde estaban, los saca del hipódromo y coincidieron. Coincidieron, pero de manera premeditada. Obviamente, en una conferencia de Juan Bartolomé Cosío, él antes de la villa, él vivía en una pensión Juan Ramón. Y ella vivía en castellano. Y ella estaba muy relacionada con todos los norteamericanos que estaban aquí en España. Entonces ella también conocía a los Vienne, Arthur, Urbain y a su mujer humilde.

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Estos dos. Ella era periodista mujer y estos dos se dedicaban mucho. Estaban también muy interesados en antigüedades porque se me había empezado vendiendo cerámica y labores de aguja, como te he dicho. Pero luego siguió con antigüedades, con muebles, con vidrio, con cristales, con cuadros, en fin, con todo lo que se pudiese vender. Ella vendía porque le gustaba el negocio y el movimiento. Entonces ella los conocía a estos veinte y fue a visitarlos a la atención, que es la misma persona que estaba Juan Ramón viviendo y estaban en el cuarto de ellos.

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Y ella reía mucho. Y Juan Ramón oyó la risa de ella y le llamó la atención esa risa. Entonces, al día siguiente, cuando se le preguntó a los veinte allí esa risa que hay en vuestra habitación y tal, y le dirían pues una amiga nuestra y tal. Y me dijo Oye, pues yo quiero conocer a la dueña de esa risa. Entonces fueron a la conferencia de Estudiantes y los los presento ellos don Juan Ramón, y en cuanto la vio se enamoró.

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Fue un flechazo a primera vista, pero flechazo, flechazo. Pero ya no, ella no. Por qué? Se dio cuenta de que eran muy distintos? Ella siempre tiene los pies en la tierra. Es una mujer muy realista, positiva y una mujer siempre con metas y objetivos que cumplir. Precisamente a esa fuerza de voluntad que tiene el no es poeta, entonces es una persona hipersensible y ella no lo vio. Eso claro. No, esa relación no la vio clara.

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Sin embargo, Juan Ramón sí que lo tenía muy claro.

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Tuvo muy claro desde el principio y su corazón quedó subyugado ante la personalidad arrolladora de Zenobia, pero ya no estaba para nada enamorada y admirada, y se llevaba bien, pero le veía muy diferente. Pensaba que jamás podrían tener un enamoramiento entre ellos.

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Pero Juan Ramón fue muy paciente y en cuanto vio la oportunidad de conquistar el corazón de Zenobia, se puso a pico y pala, pico y pala hasta conseguirlo. Su celestina fue Rabindranath Tagore.

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Si Zenobia se quedó flechada con la poesía del reciente premio Nobel indú y le gustó tantísimo que decidió traducirla y publicarla en España. Aquella decisión la compartió con su amigo el poeta y le enseñó la traducción que había hecho. Y Juan Ramón vio el cielo abierto hacia la felicidad.

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Pero él fue muy listo porque esto era un reto para los dos, muy listos. Él era muy listo y dijo Bueno, pues lizada yo no afecta. Mira, pues sigues traduciendo. Si te parece como es muy bonito que nos gusta, si es traduciendo y reunimos todas estas traducciones en un volumen, yo escribo un poema para la portada y lo publicamos todo de ella. Como le gustaba trabajar, pues dijo enseguida que sí. Pues muy bien. Enseguida Viel, él fue el Canito que encontró para para seguir con ella, para hacer, para seducirla.

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Claro, claro, para verla todos los días. Pues entonces ya, ya. Rápidamente le dijo Ay, pues nos podemos reunir todos los días, dos horas o por la tarde o tal, o esta tarde. Mañana ya. Y ya empezó ahí el cortejo y el lío. Dicen que el roce hace el cariño y Zenobia terminó enamorándose del poeta, pese a saber que tenía una personalidad antagonista la suya. Él era triste y alegre. Él era introvertido y ella todo lo contrario.

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Él era enfermizo y ella toda vitalidad se mueve.

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Pero la llama del amor prendió.

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Y cuando Zenobia decidió que el poeta iba a ser el amor de su vida, se entregó a él en cuerpo y alma y se fundieron en uno solo.

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La madre de Zenobia tenía miedo de aquella relación. Pensaba que no iba a funcionar bien.

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La madre no quería. Juan Ramón. Luego lo quiso muchísimo, pero en un principio no podía. Juan Ramón y e intentó separarlos. Ella no quería. Juan Ramón porque veía que no era para su hija. No era un poeta, era un poeta. Y fijaté. Y que no, no, no le encajaba. Su hija estaba acostumbrada a otro, otra vida, a otra, no sé, diferente, porque ellos tenían buen nivel social y económico, donde tenían criadas en la casa.

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Y ella pensaba que claro que la vida de un poeta, que lo que gana un poeta tampoco iba a ser como para llevar una vida, además que era demasiado dispendio, entonces no le convencía eso en absoluto, que la madre intentó por todos los medios quitarle a Juan Ramón de la cabeza su novia.

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Ya sabía que él iba a ser el hombre de su vida.

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Se casaron en marzo de 1916 en Nueva York y aunque la convivencia no fue de color de rosa, pues Ramón arrastró a lo largo de toda su vida una depresión. Lograron tener momentos maravillosos en los que el delegaba totalmente sobre su esposa todos los detalles mundanos. Y él mientras tanto, se entregaba a la literatura, a su poesía, a su obra, algo que ella admiraba.

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Y además la enamorada, pues le dedicaba todo el tiempo que necesitara para ayudar a su esposo.

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Ella, desde que se casaron todas las mañanas, trabajaba en la obra de él. Él escribía sus poemas siempre a mano y tenía una letra casi Allingham complicadito. Así, con mucho panchito y con mucho, hay que conocerla bien. Entonces ella al día siguiente, siempre se sentaba por la mañana y sacaba por lo menos como cuatro horas de trabajo, mecanografía a todos los poemas. Ella siempre se encargó del archivo del poeta. Ella lo que hizo siempre es crearle un ambiente calmado, sosegado, propicio para que él pudiese crear tranquilamente su obra.

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Entonces ella, a nivel doméstico, lo tenía todo organizado y todo dispuesto. Era una mujer muy dispuesta.

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Zenobia parecía dueña del tiempo y en vez de durar el día 24 horas, ahí aparecía. Le duraba muchísimo más en su día a día. Le daba tiempo también a estar pendiente de negocios que emprendía como venta de pisos amueblados en Madrid, seguir con las exportaciones de productos españoles, continuar con las traducciones de Tagore, administrar toda la economía familiar y emprender un reto solidario tutelar a doce niños que se habían quedado desprotegidos en plena crisis del país con el estallido de la guerra civil.

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Tanto ella como Juan Ramón les dieron cobijo en su casa esos niños que se alimentaron, cuidaron, educaron y cubrieron todas sus necesidades. De hecho, cuando la cosa se puso muy complicada y tuvieron que exiliarse. Su mayor preocupación era que los niños estuviesen bien. Zenobia empeñó sus joyas y con el dinero que les dieron dejó a gente de confianza para que les cuidaran. Dentro de su propia casa dejó la casa de Madrid abierta para que los niños tuvieran un cobijo hasta que encontraran otro sitio donde poder huir de la barbarie inminente.

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A punto de exiliarse, el matrimonio también sufrió un incidente muy triste. Marga Gil, una incipiente escultora que realizó un busto a Zenobia, se enamoró perdidamente de Juan Ramón. Era un amor platónico y al ser un amor imposible, Marga tomó una decisión terrible que marcó a la pareja.

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Desde cuando yo vi la firma que la firma Marga había puesto una cruz. Me entró un escalofrío y a continuación murió Marga. O sea que dejó los trastos allí y se fuese de su oficio. En su destierro vivieron en distintos lugares. Su novia no estaba muy buena de salud. Llevaba arrastrando ciertas dolencias y cada día la cosa se grababa más. Al final decidió ir a ver a una especialista en oncología que le dijo que la cosa pintaba mal. Y comenzaron las sesiones de rayos 40 sesiones, 43 sesiones.

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Yo decía Madre mía, lo que yo no sé cómo puedo aguantar tanto la quemaron, pero es que a uno le viene a ver qué mamá.

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Porque era una nueva realidad, se movía, tenía cáncer y a pesar de que estaba enferma, su espíritu inquieto la llevó a dar clases en distintas universidades americanas. La docencia era algo que siempre le había gustado y necesitaba estar ocupada. Así no pensaba en su enfermedad.

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Las clases las compaginaba con la ayuda diaria que prestaba su esposo. Él estaba enfermo crónico y siempre andaba delicado y además en numerosas ocasiones tuvo que ser internado en el hospital.

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Zenobia mantuvo fiel a lo largo de su vida, su espíritu inquieto y trabajador y la alegría que impregnada era contagiosa.

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Era muy alegre. Esa es una cualidad importantísima, porque yo creo que nunca se ha destacado tanto que que era una mujer muy alegre, una mujer muy alegre. Era una mujer con una muy responsable, no muy segura, obviamente segura de sí misma. Era muy inteligente, era reflexiva y tenía una una personalidad muy, muy atractiva. Porque la DESIDI te llamaba muchísimo la atención, muy preocupada por los demás, muy pendiente siempre de los demás grandes y luego con una fuerza de voluntad a prueba de bomba.

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Tiene muchísima fuerza de voluntad. Es una mujer muy activa. Es una mujer que no para de hacer cosas. Finalmente, la pareja se instaló en Puerto Rico, ciudad natal de muchos familiares maternos, y allí Zenobia se marcó un objetivo presentar la candidatura al Nobel de su esposo. Ella conocía su gran valía como escritor y ese sería el colofón perfecto a toda una vida dedicada a la poesía. En el empeño la ayudó una amiga de la Universidad de Maryland.

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Y juntas recopilaron muchas muestras de su obra, a gran parte repartida por revistas y artículos que incluso había regalado sin cobrar nada. Ella era la que se ocupaba de que al menos le pagaran un mínimo. Enviaron archivos, datos de la trayectoria profesional del poeta. Zenobia admiraba la íntima naturalidad con la que Juan Ramón escribía sus versos todos los días escribía varios poemas y a lo mejor, pues si no era el hombre más divertido o sociable con el que compartir la vida.

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Pero su interior, su alma, era tan especial que nunca jamás se arrepintió de haberla elegido como compañero de vida. Al revés, se sentía una privilegiada. Genovia cada vez estaba más enferma. El médico le había dado demasiadas sesiones de rayos-X y también de Radium, que era casi un milagro que siguiera viva.

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Puede que ese milagro fuera la esperanza y la ilusión de esperar a conocer el Premio Nobel de Literatura de 1956.

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Ese premio le insufla día la fuerza de mantenerse con vida, porque cuando supo que a su amado y admirado marido le habían concedido el Nobel de Literatura, sintió tal felicidad, tanta, que las pocas fuerzas que le quedaron se le escaparon a los dos días de la concesión del premio, espirando su último aliento de vida. El 27 de octubre. De 1956. Y qué fue lo que le pasó a Juan Ramón cuando murió su mujer? Pues con Ramón ya se acabó.

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Juan Ramón sin novia, nada, nada. Ya no hizo nada. Ya. Fatal. De mal en peor cada vez. Muy mal, muy mal. No fue a recoger, por supuesto, ni el Nobel ni nada. Qué no? Y cuando le dieron el Nobel, pues él reconoció que el Nobel era su novia. Bueno, hasta el final, que lo sentía por ella. Realmente fue así? Duró muy poquito. Es que ella era el eje de la vida de Juan Ramón, el eje de la vida y el eje de la obra era el motor en ese matrimonio.

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Te das cuenta?

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Sí, bueno, pues mira, Emilia, te quiero dar las gracias, porque gracias a todo, a toda tu investigación, a los epistolario, a esta biografía de Zenobia Camprubí, la llama vida que ha editado Alianza, pues tú has puesto, vos has puesto vos a todas esas cosas que hizo Zenobia. Y yo creo que la gente que quiere acercarse más a este personaje tan enriquecedor para todo lo que hizo. Y un ejemplo, pues que gracias a este trabajo lo pueden hacer.

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Así que muchas gracias, Emilia. Muchísimas gracias a ti por el espacio. Gracias.