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Un libro Una hora, dirigido por Antonio Martínez Asensio. Bienvenidos una semana más a un libro. Una hora. Hoy vamos a contarles Zalacaín, el aventurero de Pío Baroja. Pío Baroja nació en San Sebastián en 1872, pero vivió casi toda su vida en Madrid. En 1935 ingresó en la Real Academia. Durante la Guerra Civil pasó a Francia, pero en 1940 se instaló de nuevo en Madrid. Murió en 1956, miembro de la generación del 98. Es autor de algunas de las novelas esenciales de nuestra literatura como Camino de perfección.

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El árbol de la ciencia, las inquietudes de Santi Andía La busca Mala hierba, Aurora Roja o el mayorazgo del Abrazen, entre otras muchas, publicó Zalacaín el aventurero en 1909, subtitulada. Historia de las buenas andanzas y fortunas de Martín Zalacaín de Urbina Baroja la destacó muchas veces sobre otras de sus obras. Incluso participó en las dos adaptaciones cinematográficas de la novela. Es una novela muy divertida, que no da tregua y con un personaje fascinante. Una novela de aventuras en plena guerra carlista.

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Vamos allá. Una muralla de piedra negruzca y alta rodea harpía. Esta muralla sigue a lo largo del camino real. Limita el pueblo por el norte y al llegar al río se tuerce, tropieza con la iglesia a la que coge, dejando parte del ábside fuera de su recinto y después escala una altura y envuelve la ciudad por el sur.

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Así comienza Zalacaín, el aventurero, con la descripción de la villa de Urbina en el último tercio del siglo XIX y de la casa donde nace y pasa los primeros años de su infancia. Martín Zalacaín de Urbina, el que más tarde había de ser llamado Zalacaín el aventurero. Un caserío viejo, medio derruido, con un tejado terrero lleno de pedruscos y la piedra arenisca de sus paredes, desgastada por la acción de la humedad y del aire. En él sueña sus primeras aventuras y rompe los primeros pantalones.

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Los Zalacaín vivían a pocos pasos de Turquía. Pero ni Martín ni su familia eran ciudadanos. Faltaban a su casa unos metros para formar parte de la villa.

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El padre de Martín fue labrador, un hombre oscuro y poco comunicativo, muerto en una epidemia de viruelas.

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La madre de Martín tampoco era mujer de carácter. Vivió en esa oscuridad psicológica normal entre la gente del campo y pasó de soltera a casada y de casada. Viuda con absoluta inconsciencia. Al morir, su marido quedó con dos hijos, Martín y una niña menor, llamada Ignacia. El caserío pertenece a la familia de los ojazos. La familia más antigua, aristocrática y rica de Urbino. La madre casi vive de la misericordia de los dos.

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Zalacaín el aventurero, se encuadra y completa la trilogía Tierra Vasca, junto con la casa de Curry y el mayorazgo de la Braz Baroja. Tal y como indica Jorge Campos, nos deja muestra de rasgos de su carácter. Sentimiento vasco, anti tradicionalista, entusiasta de la acción, individualismo y anarquía y sus aspectos personales quedan reflejados en la personalidad del aventurero Zalacaín. Se enmarca en las disputas por la sucesión al trono del Reino de España entre don Carlos y don Alfonso.

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Quién sería Alfonso XII? De ahí que la trama transcurre casi toda ella durante la Tercera Guerra Carlista 1872 1876.

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Martín es un chico decidido, temerario y audaz. Pasa mucho tiempo sin ir a la escuela. Los chicos de la calle no le consideran como uno de los suyos a causa de vivir fuera del pueblo y de andar hecho un andrajoso. Y de hecho, le tienen manía. Así que cuando los chiquillos de los caseríos de extramuros entran en la calle y comienzan a pedradas con los ciudadanos. Martín es uno de los más encarnizados en el combate. Nadie se ocupa de él mientras los niños de su edad aprenden a leer.

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Él busca nidos de palomas torcaces, roba fruta y coge moras y fresas silvestres. A los ocho años goza de una mala fama digna de un hombre. Un día, Carlos, hojeando el hijo de la familia rica que deja por limosna el caserío a la madre de Martín, le señala con el dedo y le llama ladrón a él y a toda su familia.

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Martín, aunque respecto a él no podía negar la exactitud del cargo, creyó no debía permitir este ultraje dirigido a los Zalacaín. Y abalanzándose sobre el joven, ojeando, le dio una bofetada morrocotudo. Hojeando, contestó con un puñetazo. Se agarraron los dos y cayeron al suelo. Se dieron de trompicones, pero Martín, más fuerte, tumbaba siempre al contrario, una alpargata. Pero tuvo que intervenir en la contienda y a puntapiés y a empujones. Separó a los dos adversarios.

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Martín se separó triunfante y el joven, ojeando magullado y maltrecho, se fue a su casa cuando su madre envía a Martín por vino o por sidra a la taberna de Arcane.

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Siempre le dice que si se encuentra al viejo Teyá, Gorri no le hable. Y si le dice algo, siempre le responda que no te haya Gorri. En realidad es un tío abuelo de Martín. Es un hombre flaco, de nariz enorme y de ganchuda, pelo gris, ojos grises y una pipa de barro siempre en la boca. Siempre está en la taberna de Arcane, manteniendo vivo el odio latente que hay entre los campesinos por el propietario. Tiene claro mala fama entre las personas pudientes del pueblo.

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Es un hombre alegre y jovial, buen bebedor, buen amigo y en el interior de su alma, bastante violento.

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La madre de Martín presintió que, dado el carácter de su hijo, terminaría haciéndose amigo de Tellez Gorri, a quien ella consideraba como un hombre siniestro. Efectivamente, así fue el mismo día en que el viejo supo la paliza que su sobrino había adjudicado al joven ojeando. Le tomó bajo su protección y comenzó a iniciarla en su vida.

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Y al hacerse amigo de Teyá, Gorri Martín obtiene también la benevolencia de Marqués, el perro de Teyá. Gorri un perro chiquito, feo, que cosa rara en un perro también odia a los ricos como su dueño de llagó rey tiene un Huarte cillo que no vale nada, pero que ella gorrino quiere vender por nada del mundo. Para llegar al huerto hay que recorrer todo el balcón de la muralla y la gente piensa que conserva Huarte Cillo para tener derecho de pasar por la muralla y robar lo que puede ser verdad.

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Tiene el individualismo del vasco reforzado y no necesita de nadie para vivir.

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Te llamo. Cuando le tomó por su cuenta, Martín le enseñó toda su ciencia. Le explicó la manera de acotar una gallina sin que alborotarse. Le mostró la manera de coger los higos y las ciruelas de las huertas sin peligro de ser visto, y le enseñó a conocer las setas buenas de las venenosas por el color de la hierba en donde se crían. Esta cosecha de setas y la caza de caracoles constituía un ingreso para ella Gorri. Pero el mayor era otro.

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Teyá Gorri ha puesto una plantación de tabaco en un rellano de tierra pegado a la muralla, al que parece imposible llegar. Él ha encontrado la vereda para escalar aquel rincón recóndito y soleado. Las hojas secas de tabaco se las vende al tabernero Arcane della Gorri. Conoce la comarca como nadie, domina la geografía del río, la fauna y la flora de sus orillas. Y todo se lo enseña a Martín. Martín es agradecido y de buena pasta y siente por su viejo mentor un gran entusiasmo y un gran respeto a la entrada del Pueblo Nuevo en la carretera y por lo tanto, fuera de las murallas estaba la casa más antigua y Lina Ajuda de Urbina, la casa de Hojeando.

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Los Ojén dos constituyeron durante mucho tiempo la única aristocracia de la villa. Fueron en tiempos remotos, grandes hacendados y fundadores de capellanías. Luego algunos reveses de fortuna y la guerra civil. Amenguar con sus rentas y la llegada de otras familias ricas les quitó la preponderancia absoluta que habían tenido la familia de los ojazos. Se compone de la madre doña Águeda y de sus hijos Carlos y Catalina. La madre es una mujer débil, fanática y enfermiza, de muy poco carácter, dominada por su confesor Carlos Deshojando.

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El hijo mayor es un muchacho cerril, oscuro, tímido y de pasiones violentas. El odio y la envidia se convierten en él, en verdaderas enfermedades. Ha odiado a Martín Zalacaín desde pequeño, pero desde que Martín le calentó las costillas al salir de la escuela. El odio de Carlos se ha convertido en furor. Catalina, en cambio, es pizpireta, sonriente, alegre y muy bonita. No es nada orgullosa. Y una de sus amigas es Ignacia, la hermana de Martín.

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Catalina y Martín se encontraban muchas veces y si hablaban, él la veía desde lo alto de la muralla, en el mirador de la casa, sentadita y muy formal, jugando o aprendiendo a hacer media. Ella siempre estaba oyendo hablar de las calaveras de Martín. Ya está ese diablo ahí en la muralla, decía doña Águeda se va a matar el mejor día que el demonio de chico. Qué malo es Catalina! Ya sabía que diciendo ese demonio o ese diablo se referían a Martín.

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Carlos alguna vez le había dicho a su hermana no hables con ese ladrón. Pero Catalina no le parecía ningún crimen que Martín cogiera frutas de los árboles y se las comiese, ni que corriese por la muralla.

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Y de hecho, muchas veces, cuando Catalina va a dar un paseo con la criada hasta un jardín que tienen los ojazos cerca del río Martín, la sigue y se queda a la entrada del seto. Y Catalina le deja entrar. Y Martín les cuenta entonces sus correrías y las barbaridades que va a hacer, y les dice que él se irá a América o a la guerra los sábados por la tarde, durante la primavera y el verano. Catalina y otras chicas del pueblo, en compañía de alguna buena mujer, van al camposanto cuando pasan de ella Gorri y Martín por la orilla del río, al cruzar por detrás de la iglesia.

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Las hay en cantar dentro de la iglesia y Martín reconoce la voz de Catalina y te haya. Gorri le dice que si no es tonto se casará con ella. Y Martín se echa a reír.

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Zalacaín, el aventurero, es una de sus más amenas y ambiciosas novelas. En cierto modo, en su protagonista hay una recreación del viejo aventurero decimonónico con los modos narrativos del nuevo siglo. A partir de sus brevísimos párrafos, de sus intensas descripciones de tipos y paisajes, de sus hábiles diálogos, de sus aceradas opiniones, Baroja conforma una trama de acción en la que las cosas pasan como si nada, pues en su obra la vida se forma a partir de pequeños detalles, acontecimientos nimios en apariencia, que en el fondo lo son todo.

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Martín Zalacaín es uno de los prototipos del hombre de acción Baroja, no?

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Un día de mayo, al anochecer, se presentaron en el camino real tres carros tirados por caballos flacos, llenos de matá, duras y de espala. Banes cruzaron la parte nueva del pueblo y se detuvieron en lo alto del prado de Santa Ana. No podía tellas gorri a света de la taberna de Álcali quedar sin saber en seguida de qué se trataba. Así que se presentó el momento en el lugar seguido de Marqués. Es un circo con domadores de fieras.

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Martín, en cuanto se entera se va a verles el domador. Es sombrío, joven, con aspecto de gitano y expresión de maldad siniestra y repulsivo. Es de esos tipos y figuras borrosas que el troquel de la miseria produce a millares. Plantan un palo grande de cuya punta parten varias cuerdas. Que sea tan en estacas clavadas fuertemente en el suelo, sujetan las lonas hasta que forman una tienda de campaña de forma cónica. Colocan tres carteles pintarrajeados. Uno representa varios perros lanzándose sobre un oso.

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El otro una lucha entre un león y un búfalo, y el tercero, unos indios atacando con lanzas a un tigre. El domingo, al salir la gente de misa, se presenta el domador soplando un cuerno de caza y recorre así el pueblo rodeado de niños hasta el prado de Santana, donde una chica desmelenada agita una campanilla. La entrada cuesta un real y la gente empieza a entrar. Martín presenció todas estas maniobras con una curiosidad creciente. Hubiera dado cualquier cosa por entrar.

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Pero no tenía dinero. Buscó una rendija entre las lonas para ver algo, pero no la pudo encontrar. Se tendió en el suelo y estaba así, con la cara junto a la tierra. Cuando se le acercó la chica raposa del domador que tocaba la campanilla a la puerta.

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Martín le dice que si le deja entrar le traerá cerezas. Se llama Linda y a ella le parece bien, así que Martín entra y se sienta entre el público. El espectáculo es repulsivo. Diez o doce perros flacos y sarnosos atacan a un oso atado a una cadena. A Martín no le parece bien y lo termina diciendo en voz alta. El domador se fija en el muchacho y le lanza una mirada de odio. Luego sale la mujer del domador vestida con un traje de lentejuelas.

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Entra en la jaula del león y juega con él. Cuando el espectáculo termina, el domador mira a Martín y le dice que él no ha pagado y que le va a echar los perros como al oso. Martín escapa y se encuentra con Linda y le dice que ahora le trae las cerezas y se va corriendo. El domador, al ver que no puede alcanzar a Martín, la toma con Linda y le pega una bofetada brutal. La chiquilla cae al suelo cuando Martín vuelve con las cerezas.

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El domador le atrapa y Martín le dice que es familia, detalla Gorri. Y entonces el domador le dice que venga cuando quiera y que le dejará pasar el domingo siguiente. Anuncian un número sensacional y Martín va con su madre. El número es la lucha de Linda contra el oso y es horrible. Y luego, cuando la mujer entra en la jaula del león, el animal, no se quieren ni mover.

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Viendo semejante fracaso, el domador, poseído de una rabiosa furia, entró en la jaula, mandó salir a la mujer y empezó a latigazos con el león. Éste se levantó enseñando los dientes y lanzando un rugido, se echó sobre el domador. El viejo ayudante metió por entre los barrotes de la jaula una palanca de hierro para aislar el hombre de la fiera. Pero con tan poca fortuna que la palanca se enganchó en las ropas del domador y en vez de protegerle, le inmovilizó y le dejó entregado a la fiera.

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El público vio al domador echando sangre y se levantó despavorido y se dispuso a huir. Alguien dispara al león cunda el pánico y en el momento insensato de fuga resultan magullados y contusos varias mujeres y niños. El domador queda también gravemente herido. Dos mujeres son recogidas con contusiones de importancia. Una de ellas, una vieja de un caserío lejano que hace diez años que no ha estado en Urquía. La otra es la madre de Martín, que además de las magulladuras y golpes, presenta una herida en el cuello ocasionada, según dice el médico, por un trozo del barrote de la jaula, desprendido al choque de la bala disparada por una persona desconocida.

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Se traslada a la madre de Martín a su casa y ya sea por las heridas o porque no esté bien atendida. El caso es que la pobre mujer muere a la semana del accidente de la barraca, dejando huérfanos a Martín y a la Ignacia. A la muerte de la madre de Martín de Gorri, con gran asombro del pueblo, recogió a sus sobrinos y se los llevó a su casa. La señora de Hojeando dijo que era una lástima que aquellos niños fuesen a vivir con un hombre desalmado, sin religión y sin costumbres, capaz de decir que saludaba con más respeto a un perro de aguas que al señor párroco.

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La buena señora se lamentó, pero no hizo nada y te gorri. Se encargó de cuidar y alimentar a los huérfanos. Ignacia entra en la posada de Arcane de niñera y hasta los 14 años trabaja allí. Arcane utilizaba a Martín para Cadista en el coche de Francia y cuando aprende a guiar te re cadista le ascienden a cochero interino y al cabo de un año le pasan a cochero en propiedad. Martín a los dieciséis años se gana la vida y está en la gloria.

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Viste chalecos de color y en la cadena del reloj colgantes de plata. Le gusta lucirse los domingos en el pueblo y marchar en el pescante por la carretera. Restallar el látigo, entrar en las ventas del camino. Contar y oír historias y llevar encargos. La señora de Hojeando y Catalina le piden, de hecho, que les traiga telas, puntillas y algunas veces alhajas de Francia. Martín se estaba haciendo un hombretón alto, fuerte, decidido, abusaba un poco de su fuerza y de su valor, pero nunca atacaba a los débiles.

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Se distinguía tan bien como jugador de pelota y era uno de los primeros en el trinquete. Un invierno hizo Martín una hazaña de la que se habló en el pueblo. La carretera estaba intransitable por la nieve y no pasaba el coche. Zalacaín fue a Francia y volvió a pie por la parte de Navarra con un vecino de la RAF. Pasaron los dos por el bosque de Irati y les acometieron unos cuantos jabalíes. Ninguno de los hombres llevaba armas, pero a garrotazos mataron tres de aquellos furiosos animales Zalacaín dos, y el de la Rahue otro.

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Cuando Martín volvió triunfante. Muerto de fatiga y con sus dos jabalíes, el pueblo entero le consideró como un héroe.

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Todo el mundo felicítate y Gorri, por tener un sobrino de tanto valor, pero de tanto celebrar Teyá, Gorri se pone malo. La Ignacia y Martín, por consejo del médico, obligan al viejo a que suprima la bebida. Pero Teyá. Gorri sin beber se va poniendo triste. Asignaran todos los días una copita de aguardiente y así el viejo se empieza a animar a la semana de tratamiento. Se encuentra también que empieza a irse a la posada de Arcane y una noche que ha nevado se coge una pleuresía de ella.

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Gorri sabe que se va a morir, así que le dice a Martín que no abandone a su hermana, que la lleve a casa de Ojeando, que Catalina la tomará y que se ocupe del perro. Ahora prosiguió Teyá Gorri, te voy a decir una cosa, y es que antes de poco habrá guerra. Tú eres valiente, Martín. Tú no tendrás miedo de las balas. Vete a la guerra, pero no vayas de soldado, ni con los blancos ni con los negros.

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Al comercio, Martín. Al comercio. Venderás a los liberales y a los carlistas. Harás tu pacotilla y te casarás con la chica dibujando. Si tenéis un chico, llamadle como yo, Miguel o José Miguel. Y luego le dice al oído que cuando muera registre su jergón y busque un calcetín con unas monedas de oro. De madrugada muere Miguel, detalla Gorri, hombre de mala fama y de buen corazón. Catalina, dejándo ya es una señorita, habla con su madre para que recojan a la Ignacia y la señora Dejándo accede pensando que si sigue en la taberna se echará a perder.

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La mayor parte de la trama del libro ocurre durante la Tercera Guerra Carlista. El último de los conflictos civiles del siglo XIX y a la vez antecedente a la del siglo XX, las guerras carlistas tuvieron su origen en un conflicto de carácter ideológico, político y económico. La transición entre la sociedad del Antiguo Régimen y la sociedad moderna se hizo en España de manera lenta y traumática. La España del siglo XIX estaba escasamente industrializada y la mayoría de la población seguía dedicándose a la agricultura.

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La aristocracia continuaba controlando el poder mientras la burguesía era escasa y poco influyente en el terreno ideológico. La Iglesia tenía un enorme peso social, escasamente contrarrestado por los núcleos intelectuales de tendencia liberal europeísta muy minoritarios.

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Martín va varias veces a casa de Ojeando y habla con Catalina y doña Águeda. Catalina sigue hablándole de tú, pero en verano llega a Carlos hojeando y Martín se da cuenta de que con la ausencia el odio ha aumentado, así que deja de ir a casa de hojas. Martín estaba preocupado, buscando la manera de seguir los consejos de Teyá Gorri y de dedicarse al comercio. Había dejado su oficio de cochero y entrado con Arcane en algunos negocios de contrabando. Un día, una vieja criada de casa de Ojeando chismosa y murmuradores, fue a buscarle y le contó que la Ignacia, su hermana, coqueteaba con Carlos, el señorito, dejando si doña Águeda lo notaba.

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Iba a despedir a la Ignacia, con lo cual el escándalo dejaría a la muchacha en una mala situación.

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Martín, que no quiere enfrentarse con Carlos, se va a ver a su amigo Bautista Survive, al que ha visto muchas veces bailando con su hermana y le dice que si se casaría con ella. Bautista dice que sí. Si tuviera dinero, claro. Así que Martín le da el dinero que necesita y le explica lo que está haciendo Carlos hojeando Martín. Luego habla con su hermana, la convence de que Carlos la quiere engañar y deshonrar. Carlos, hojeando al ver que su conquista no sigue adelante, insulta a la Ignacia y le echa en cara su coquetería y su falsedad.

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Poco después, Battista Turbidez se presenta en casa de Hojeando. Habla doña Águeda y se celebra la boda. Bautista y la Ignacia se van a vivir a Zaro, un pueblecito del País Vasco francés. Carlos, hojeando, enfermó de cólera y de rabia. Su naturaleza violenta y orgullosa no podía soportar la humillación de ser vencido. Sólo el pensarlo le mortificaba y le corroía el alma al intentar seducir Carlos a la Ignacia. Casi podía más en él su odio contra Martín que su inclinación por la chica.

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Deshonrarlo a ella y hacerle a él la vida triste. Era lo que le encantaba en el fondo. El aplomo de Zalacaín. Su contento por vivir. Su facilidad para desenvolverse ofendían a este hombre sombrío y fanático. Además. En Carlos la idea de orden, de categoría, de subordinación era esencial. Fundamental. Y Martín intentaba marchar por la vida sin cuidarse. Gran cosa de las clasificaciones y de las categorías sociales. Una noche que no pude dormir. Baja al comedor y al asomarse a la ventana hay un cuchicheo.

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Su hermana Catalina está hablando desde la ventana de su cuarto con alguien que está en la huerta. Es Martín. Carlos siente un dolor agudísimo y una impresión sofocante de ira. En el fondo, lo que no puede soportar es la superioridad de Martín, aquel granuja de la calle. Es capaz de subir, de prosperar, de hacerse rico, de casarse con su hermana y de considerar todo eso lógico, natural. Hay un beso y poco después las ramas de un árbol que se mueven.

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Carlos se da cuenta de que hubiera sido una buena oportunidad para acabar con Martín de un disparo y se prepara para la siguiente.

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Ni en aquella noche ni en la siguiente se presentó Martín. Pero cuatro días después Carlos lo sintió en la vuelta. Todavía no había salido la luna. Y esto salvó al salteador enamorado. Carlos, impaciente al oír el ruido de las hojas, apuntó y disparó al fogonazo. Vio a Martín en el tronco del árbol y volvió a disparar. Se oyó un chillido de mujer y el golpe de un cuerpo en el suelo. La madre de Carlos y las criadas alarmadas salieron de sus cuartos gritando, preguntando lo que era.

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Catalina, pálida como una muerta, no podía hablar de emoción. Debajo del árbol se ven algunas gotas de sangre. Pero Martín ha huido. Cuando Carlos sabe que Martín está solamente herido en un brazo y que se pasea vendado por el pueblo siendo el héroe, se siente furioso. Pero, por si acaso, no se atreve a salir a la calle. Catalina no quiere dejar de ver a Martín y del atentado. La hostilidad entre Carlos y Catalina, ya existente, se acentúa de tal manera que doña Águeda, para evitar agrias disputas, envía de nuevo a Carlos, a Oñate, y ella se dedica a vigilar a su hija.

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Un proverbio vasco dice el buen valor asusta, la mala suerte. Y esto es verdad a veces, cuando se tiene buena suerte, Zalacaín era afortunado. Todo lo que intentaba lo llevaba bien negocios, contrabando, amores, juego.

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Su ocupación principal era el comercio de caballos y de mulas que compraba en таких y pasaba de contrabando por los Alday de y por Roncesvalles. Tenía como socio a KPIs Tunnel americano, hombre inteligentísimo ya de edad, a quien todo el mundo llamaba el americano, aunque se sabía que era gascón. Su mote procedió de haber vivido en América mucho tiempo. Conocen muy bien el territorio y se dedican a pasar material de contrabando. La vida de Capitón y Martín es accidentada y peligrosa.

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Pero Martín sabe medir el peligro y ver la situación real de las cosas, sin exageraciones y sin alarmas para los negocios y para la guerra. El hombre necesita ser frío. Empieza a impregnarse del liberalismo francés. Cree que don Carlos, en el instante que inicia la guerra, conseguirá la victoria? Los jefes carlistas se mueven con libertad por la zona y los comités carlistas funcionan a la vista de todo el mundo. Algunos de los materiales que pasan Tom y Martín, son material que servirá para la guerra que está cerca.

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Pero mientras en las provincias se prepara una guerra feroz y sangrienta, en Madrid políticos y oradores se dedican a los bellos ejercicios de la retórica. El carlismo se extendía y marchaba de triunfo en triunfo en Cataluña y en el País Vasco.

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Navarro iba haciendo progresos. La República española era una calamidad. Los periódicos hablaban de asesinatos en Málaga, de incendios en Alcoy, de soldados que desobedecían a los jefes y se negaban a batirse. Era una vergüenza. Los carlistas se apoderaban de una porción de pueblos abandonados por los liberales. Habían entrado en Estella, en las dos orillas del Bidasoa. Lo mismo en la frontera española que en la francesa. Se sentía un gran entusiasmo por la causa del pretendiente.

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El enfrentamiento entre los liberales y los tradicionalistas estalló a la muerte de Fernando Séptimo, lo que dio lugar a la Primera Guerra carlista 1833 1840. El conflicto tuvo una motivación dinástica. La heredera del trono, Isabel Segunda, no era aceptada por los defensores de la ley, salita que impedía reinar a las mujeres. Éstos consideraban rey a don Carlos, hermano de Fernando séptimo, por lo que fueron llamados carlistas. Pero tras este problema legal se ocultaba el conflicto entre los partidarios del liberalismo que apoyaban a Isabel Segunda y los partidarios del Antiguo Régimen que apoyaban a don Carlos.

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Resumiendo su ideología en el lema Dios, patria y rey. La guerra afectó de manera desigual al territorio español, ya que el carlismo encontró un apoyo entusiasta en las zonas rurales del País Vasco, Navarra y Cataluña, pero no halló eco en ninguna ciudad importante.

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KPIs, Stun y Martín tienen en el fondo un sueño cándido y heroico, infantil y brutal. Se ven los dos por los montes de Navarra y de Guipúzcoa al frente de una partida, viviendo siempre en acecho en una continua elasticidad de la voluntad, atacando, huyendo, escondiéndose entre las matas, haciendo marchas forzadas, incendiando el caserío enemigo. Entrar en las aldeas a caballo. La boina sobre los ojos. El sable al cinto mientras las campanas tocan en la iglesia.

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Un día, Martín y su cuñado Bautista se encuentran con la partida del cura. Una de las más salvajes de la zona. Y les dicen que o forman parte de la partida o se quedan prisioneros. Martín iba a lanzarse a defender a su cuñado cuando vio que a un extremo de la calle aparecían cinco o seis mozos armados. En el otro esperaban diez o doce con su rápido instinto de comprender la situación. Martín se dio cuenta de que no había más remedio que someterse y dijo a Bautista en vascuence, aparentando gran jovialidad Qué demonio, Bautista, no querrías tú entrar en una partida?

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No somos carlistas. Pues ahora estamos a tiempo. Uno de los tres hombres, viendo cómo se explicaba Zalacaín, exclamó satisfecho a raya. Este es de los nuestros. Venid los dos! Y de esta forma se hacen de la partida del cura. El jefe se llama al. Martín les dice que son franceses. Empiezan a andar hacia Oyarzún. Divididos en dos grupos. En el primero. Marcha Martín y en el segundo Battista. Al anochecer llegan a una venta donde les dicen que está el cura.

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El cura es un hombre regordete, bajo, de tipo insignificante, de unos treinta y tantos años. Lo único que le da carácter es la mirada amenazadora, oblicua y dura. Llevaba la boina negra inclinada sobre la frente, como si temiera que le mirarse a los ojos. Gastaba barba ya ruda y crecida, el pelo corto, un pañuelo en el cuello, un chaquetón negro con todos los botones abrochados y un garrote entre las piernas. Aquel hombre tenía algo de esa personalidad enigmática, de los seres sanguinarios, de los asesinos y de los verdugos.

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Su fama de cruel y bárbaro se extendía por toda España. Él lo sabía y probablemente estaba orgulloso del terror que causaba su nombre en el fondo. Era un pobre diablo histérico, enfermo, convencido de su misión providencial. Al tercer día de estar en la venta, uno de la partida, el Jabonero y Lucía acuerdan detener la diligencia que va desde San Sebastián a Tolosa. Se dispone la gente a lo largo del camino. De dos en dos, Martín y Batista se quedan con el cura y el jabonero porque todavía no se fían de ellos.

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A las once de la mañana avistan la llegada del coche. Va casi lleno. Mandan bajar a todo el mundo. Bajan dos campesinos vascongados y un cura, y luego un hombre rubio, al parecer extranjero. Y después salta una muchacha morena que ayuda a bajar a una señora gruesa de pelo blanco, que llora afligida. Bautista y Zalacaín con otro hombre de la partida. José Gracas y otros dos hombres armados se van con la señora y su hija. La señora se arrodilla en el suelo pidiendo que la dejen libre.

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A Martín no le parece bien lo que están haciendo y le dice a Battista en francés que cada uno se ocupe de uno de la partida. Los dos hombres armados, al oír que se entendían en una lengua que ellos no comprendían, entraron en sospechas. Qué habláis? Dijo uno, retrocediendo y preparando el fusil. No tuvo tiempo de hacer nada. Por qué? Martín le dio un garrotazo en el hombro y le hizo tirar el fusil al suelo. Batista y el extranjero forcejearon con el otro y le quitaron el arma y los cartuchos.

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José Gracas. Estaba como en Babia. Las dos mujeres, viéndose libres, echaron a correr por la carretera en dirección a Hernani.

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El extranjero y Martín tienen cada uno su fusil, pero con pocos cartuchos. Las dos mujeres están con José Caracas. Tienen ventaja, pero las mujeres corren poco. José Caracas se adelanta corriendo a Hernani a buscar ayuda. Pero Martín no se fía de él y manda también a Batista. La muchacha dice que ella también puede disparar. Las balas empiezan a silbar por encima de ellos. El extranjero, la señorita y Martín, se guarece en cada uno detrás de un árbol y se reparten los cartuchos.

[00:32:05]

Aciertan a dos hombres, pero quedan tres. Martín le dice a la muchacha que se vayan dando con su madre. El extranjero y Martín esperan. Luego retroceden sin disparar, hasta que al llegar a una vuelta del camino, comienzan a correr con toda la fuerza de sus piernas. Pronto se reúnen con la señora y su hija, pero pronto también les alcanzan y ya no hay árboles donde guarecerse. Todos se echan al suelo. Les están rodeando. Un hombre logra acercarse mucho y dispara sobre Martín.

[00:32:34]

Éste sintió un golpe en el muslo y comprendió que estaba herido. Se llevó la mano al sitio de la herida y notó una cosa tibia. Era sangre. Con la mano ensangrentada cogió el fusil y, apoyándose en las piedras, apuntó y disparó. Luego sintió que se le iban las fuerzas al perder la sangre y cayó desmayado. El extranjero aguardó un momento, pero en aquel instante una compañía de níquel etes avanzaba por la carretera corriendo y haciendo disparos, y la gente del cura se retiraba.

[00:33:05]

Martín Zalacaín se despierta en una cama entre cortinas tupidas, a salvo en casa de la muchacha a la que ha salvado en Hernani. Poco después vienen el médico y luego Battista a verle. Ha estado cuatro días con fiebre. Le cuentan cómo terminó todo y que la señorita le ha cuidado como a un rey. La convalecencia es muy rápida. Batista, con capitón Stun, ha seguido con los negocios para distraerle. Rosa le lee novelas de Dumas y poesías de Bécquer.

[00:33:34]

Un día Rosita le pregunta quién es Catalina, a la que llamaba en plena fiebre, y Martín le dice que su novia. Cuando Martín se recupera del todo, Rosita y su madre se van a San Sebastián para marcharse desde allí a Logroño. Le piden que vaya a verlas alguna vez. Los ojos de Rosita prometen mucho al marcharse. Madre e hija. Martín parece despertar de un sueño. Se acuerda de sus negocios, de su vida y se va a Francia.

[00:34:02]

Una noche de invierno llovía en las calles de San Juan de Luz. Algún mechero de gas temblaba a impulsos del viento y de las puertas de las tabernas. Salían voces y sonidos de acordeones. El Sokolov, que es el puerto de San Juan de Luz, en una taberna de marineros.

[00:34:18]

Cuatro hombres sentados en una mesa, charlaban en la taberna Martín Bautista KPIs Stun y un hombre viejo a quien llaman Hospitalet. Hablan de la guerra carlista que parece acabarse con la derrota de los carlistas. Hospitalet piensa que si la guerra se pierde, se arruinaran KPIs. Stun está tranquilo, pero piensa retirarse a vivir a su país bautista con las ganancias del contrabando extendido. Sus tierras de los tres. Zalacaín es el que menos contento está. Lleva ya más de un año sin saber nada de su novia.

[00:34:52]

En enturbia se ignora su paradero. Se dice que doña Águeda ha muerto. Como contaba el propio Pío Baroja con los datos que pude recoger de viva voz, escribí esta novela de aventuras que creo que es de las mejores y más perfiladas que he escrito. Los datos recogidos de viva voz a los que se refiere tienen que ver con las guerras carlistas. Algunos procedían de su padre, que fue corresponsal de La Voz de Guipúzcoa y asistió a unos cuantos episodios de la Segunda Kaur listada que asoló las tierras guipuzcoana entre 1869 y 1876.

[00:35:28]

Otros son de primera mano. El recuerdo más antiguo de mi vida es el recuerdo del intento de bombardeo de San Sebastián por los carlistas. Es de recuerdos muy borroso y lo poco visto se mezcla con lo oído. También tengo la idea confusa de la vuelta de unos soldados en camillas y de haber mirado por encima de una tapia un cementerio pequeño próximo al pueblo en donde había un muerto sin enterrar. De pronto, Hospitalet pregunta quién se quiere encargar de un negocio difícil en el que hay que exponer la pelleja.

[00:36:02]

Se trata de hacer un recorrido por entre las filas carlistas y conseguir que varios generales y el mismísimo don Carlos firmen unas letras. El patrón ha dicho que dará el veinte por ciento si le traen las letras firmadas. Al día siguiente, muy temprano, se levantó Martín y con Hospitalet tomó el tren para Bayona. Fueron los dos a casa de un judío que se llamaba Levi Álvarez. Era éste un hombre bajito, entre rubio y canoso, con la nariz arqueada, el bigote blanco y los anteojos de oro.

[00:36:35]

Hospitalet era dependiente del señor Levi Álvarez y contó a su principal cómo Martín se brindaba a realizar la expedición difícil de entrar en el campo carlista para volver con las letras firmadas. Las letras ascienden a 120000 duros, así que la comisión del 20 por ciento es una fortuna. Martín acepta, pero pide un contrato por escrito. Luego deposita los pagarés en un notario de Bayona el mismo día. Se va a Zaro, su cuñado Bautista. Se ofrece ir con él por aquello de que no se diga que un vasco francés no se atreve a ir donde va un vasco español.

[00:37:12]

Y después de un tira y afloja, Martín accede para no llevar la lista de todas las personas a quienes tienen que ver lo que puede comprometerlos. Battista se lo aprende de memoria. Van a Zumaya y de ahí Azpeitia, de Azpeitia a Tolosa y de Tolosa Estella. Van buscando a las personas de la lista y pidiéndoles que firmen. Las letras tardan días y por el camino van encontrándose gente. Uno de ellos es el extranjero que iba en la diligencia y al que liberaron de la partida del cura.

[00:37:40]

Resulta ser un periodista. Atravesaron posiciones ocupadas por batallones carlistas. Entre los jefes había muchos extranjeros con flamantes uniformes austriacos, italianos y franceses, un tanto carnavalescos. A media tarde comieron en Deshawn y arreando las caballerías pasaron por Abarth Azuza.

[00:37:59]

El extranjero explicó al paso la posición respectiva de liberales y carlistas en la batalla de Monte Muro y el sitio donde se desarrolló lo más fuerte de la acción en la que murió el general Concha. Al anochecer llegaron cerca de Estella.

[00:38:14]

Tienen que conseguir entregarles sus letras al general en jefe del Ejército Carlista. Martín piensa que si no quieren firmar no les pueden obligar, así que hay que hacer como si a uno le fuera indiferente la cosa y si sale bien, aprovecharse de ella y si no dejarla en la calle. Pregunta al primer sargento que ve y le dice que el general en jefe estaba paseando por la plaza y hacia ella se dirigen al general. Le extraña que haya llegado allí sin contratiempos y les pregunta si son carlistas.

[00:38:42]

Martín, como siempre, responde que son franceses. Le entregan las letras, pero dentro hay algunos papeles que hay que entregar al rey. Dos días después, la posadera le entrega una carta firmada por el general en Jefe, en la que le ordenan a Martín que se presente en la ermita del Puy, en donde le devolverán las letras ya firmadas. Esa noche traen dos militares heridos a la posada y uno de ellos es Carlos, ojeando el herido. Le reconoce y le llama canalla y ladrón.

[00:39:11]

Pero la posadera cree que delira. Martín llega a la ermita del Puy a las cuatro de la mañana.

[00:39:18]

Ahí está el rey. Tiene usted que arrodillarse y besarle la mano dijo el oficial Zalacaín. No replicó darle el título de majestad Zalacaín. No hizo caso. Don Carlos no se fijó en Martín y éste se acercó al general, quien le entregó las letras firmadas. Zalacaín. Las examinó. Estaban bien. En aquel momento, un fraile castrense, con unos gestos de energúmeno, comenzó a arengar a las tropas. Martín, sin que lo notara nadie, se fue alejando de allí y bajó al pueblo corriendo.

[00:39:50]

El llevar en su bolsillo su fortuna le hacía ser más asustadizo que una liebre. Martín le da las letras firmadas a Bautista. Bautista le dice que ha visto a Catalina en el convento de las Recoletas. Martín va a verla. Espera horas y al fin ella se asoma a una ventana y le lanza una nota donde pone que pueden verse a las ocho cerca de la puerta de la tapia, cuando se ven. Martín le dice que va a sacarla de allí, pero tiene que hacerle caso en todo.

[00:40:18]

Después de ver a su novia, vuelve a la posada silbando y dos serenos le mandan callar y se enfrentan con él. Seguro que es un pretexto porque terminan llevándole a la cárcel y allí en la cárcel, pasa dos días y al final decide que eso no puede ser. Y decide escaparse. Lo hace por un ventanuco que hay en la parte alta de la celda. Después de limar la madera que sujeta los barrotes, tras saltar por el ventanuco, ve que dos hombres armados le siguen.

[00:40:44]

Así que corre y se esconde en un portal. Pasa allí la noche y por la mañana tiene que subir las escaleras para que no le vea la portera.

[00:40:52]

Serían cerca de las nueve cuando comenzó a bajar las escaleras cautelosamente. Al pasar por el primer piso, vio en un cuarto muy lujoso y extendido sobre un sofá, un uniforme de oficial carlista con su boina y su espada. Tenía tal convencimiento Martín de que sólo a fuerza de audacia se salvaría, que se desnudó con rapidez. Se puso el uniforme y la boina. Luego se ciñó la espada, se echó el capote por encima y comenzó a bajar las escaleras, taconeando.

[00:41:22]

Recoge Battista y decide para que Catalina salga del convento, enviarle una nota haciéndose pasar por su hermano y diciéndole que tiene que ir a verle, que está herido. Pero Catalina sale con la superiora y el mandadero. La persona que hace los recados fuera del convento y todos se suben al coche que lleva a Martín. Van todo lo que dan los caballos por los caminos para salir de la zona carlista. Pronto la superiora y el mandadero se dan cuenta de que van secuestrados.

[00:41:49]

Martín les dice que Catalina es su novia y que van a casarse. El coche no para por nada, aunque le persiguen tropas carlistas a caballo que les disparan pero no consiguen alcanzarles. Al final, muy cerca del límite de la zona carlista, el coche vuelca. Catalina no se hace nada y los demás pequeñas lesiones. Los que acuden al rescate son liberales. Les llevan a Logroño, donde Martín cuenta sus aventuras. Le preguntan si conoce a alguien en Logroño que pueda ratificar su identidad.

[00:42:17]

Y entonces Martín se acuerda de Rosita Briones, la mujer que rescató de la partida del cura. Llaman a su hermano, el capitán Briones, que le reconoce y entonces les deja libres. Martín, Katalina y Batista iban a marcharse juntos, a pesar de la oposición de la superiora.

[00:42:35]

Cuando el capitán Briony dijo Amigos Zalacaín, mi madre y mi hermana exigen que vaya usted a comer con ellas.

[00:42:43]

Martín explicó a su novia como no le era posible desatender la invitación y dejando a Bautista y a Catalina, fue en compañía del oficial. La casa de la señora de Briones estaba en una calle céntrica, con soportales. Rosita y su madre recibieron a Martín con grandes muestras de amistad. Las aventuras de Martín han corrido por todo Logroño, así que al final, entre aventuras, recuerdos y conversaciones, entre miradas con Rosita, Martín se olvida de Catalina y sale de casa de Rosita a las once de la noche y no encuentra ni a Bautista ni a Catalina por ningún lado.

[00:43:18]

De repente, un hombre con aspecto de criado se para ante él y le pregunta si es don Martín Zalacaín y le pide que vaya con él, que su señora quiere hablarle. Martín no sabe si habrá conocido en su infancia alguien que tenga criados sin saberlo, la mujer que le busca. Es linda la que estuvo en Urbina con el circo cuando el domador Martín Zalacaín se queda asombrado y entonces se ponen a hablar y se cuentan sus vidas. De hecho, se queda a dormir allí hasta una semana después nos encuentra con Bautista.

[00:43:48]

Cuando tú te fuiste a comer a casa de la señora de Briones, Catalina, la monja y yo nos fuimos a la fonda. Pasó el tiempo. Pasó el tiempo. Y tú no venías. Pero dónde está? Preguntaba Catalina. Qué sé yo. La decía a la una de la mañana, viendo que tú no venías. Me fui a la cama. Estaba molido. Me dormí y me desperté muy tarde y me encontré con que la monja y Catalina se habían marchado y tú no habías venido.

[00:44:12]

Esperé un día y como no aparecía nadie. Creí que os habíais marchado. Y me fui a Bayona y dejé las letras en casa de Leví Álvarez. Luego tu hermana empezó a decirme Pero dónde estará Martín? Le ha pasado algo? Escribí a Briones y me contestó que estabas aquí escandalizando el pueblo y por eso he venido.

[00:44:31]

Al encontrarse con Bautista, Martín parece salir del embrujo de Linda. Piensa que Catalina se habrá ido con la monja al convento de nuevo, decepcionada, y deciden seguir su rastro. Saben que ha intentado llegar a la guardia en manos de los carlistas, pero cuando se meten en el pueblo no van con ella. Catalina desaparece del mapa, pero pocos días después, Martín recibe una carta de su hermana. Dice la Ignacia que Catalina está en su casa en Zaro, desde hace algunos días.

[00:44:59]

Al principio no ha querido oír hablar de Martín, pero ahora le perdona y le espera. Martín y Bautista se presentan en Zaro inmediatamente y los novios se reconcilian. Se preparó la boda. Qué paz se disfrutaba allí mientras se mataban en España. La gente trabajaba en el campo los domingos después de la misa.

[00:45:21]

Los aldeanos en domingas con la chaqueta al hombro, se reunían en la sidrería y en el juego de pelota. Las mujeres iban a la iglesia con un capuchón negro que rodeaba su cabeza. Catalina cantaba en el coro y Martín la oía como en la infancia, cuando en la iglesia de Urquía entonaba el Aleluya. Se celebró la boda con la posible solemnidad en la iglesia de Zaro y luego la fiesta en la casa de Bautista. Pasada la luna de miel, Martín vuelve a las andadas.

[00:45:52]

No para. Va y viene de España a Francia sin descanso. Catalina desea ardientemente que acabe la guerra e intenta retener a Martín a su lado. Pero Martín tiene ambición, amor al peligro y una confianza ciega en su estrella. La vida sedentaria, además, le irrita al año de casada.

[00:46:11]

Catalina tiene un hijo al que llaman José Miguel, recordando Martín la recomendación del viejo Teyá Gorri con la proclamación de la monarquía en España. Comienza el deshielo en el campo carlista. Se inicia lo que se llama la desechÃ. Ya se puede andar por las carreteras sin peligro. El carlismo sigue por la fuerza de la inercia, defendiendo débilmente y atacando más débilmente todavía.

[00:46:35]

A partir del derrocamiento de Isabel Segunda se produjo una rápida sucesión de regímenes que intentaron sin éxito conjugar la estabilidad y el orden con la democracia. El gobierno provisional, el reinado de Amadeo de Saboya, la Primera República, el gobierno militar del general Serrano. En esa coyuntura de desórdenes sociales y de debilidad del Gobierno central, la insurrección carlista alcanzó su momento álgido, presentándose como la única garantía frente a la revolución social. Pero cuando a finales de 1874, mediante un golpe de Estado, el general Martínez Campos proclamó Rey Alfonso XII, hijo de Isabel Segunda, los sectores conservadores que habían coqueteado con el carlismo apostaron por Alfonso XII.

[00:47:19]

Un general audaz se atrinchera en el Baztán, pide víveres a Francia y gracias a la ayuda del país vecino, puede dar de comer a su gente y preparar alojamiento. A Martín le proponen los liberales servir de guía a la columna que va a subir a la batalla y a cambio le proponen hacerle alcalde de Urbina. Y Martín dice que si Catalina le pide por favor que no lo haga, no quiero que andando el tiempo puedan decir de él. Éste es el hijo de Zalacaín, que dio su palabra y no la cumplió por miedo.

[00:47:49]

No, si dicen algo que digan éste es Miguel Zalacaín, el hijo de Martín Zalacaín, tan valiente como su padre, no más valiente, aunque su padre y Martín, con sus palabras llegó a infundir ánimo en su mujer, acarició al niño que le miraba sonriendo desde el regazo de su madre, abrazó a ésta y, montando a caballo, desapareció por el camino de Elizondo. Martín se pone a la cabeza de la columna al llegar a Zugarramurdi, comienza a clarear ya las tropas por un camino peligroso y embarrado.

[00:48:25]

Pero Martín va tan tranquilo hablando con Briones. Le dice que ha crecido salvaje como las hierbas y necesita la acción. Cuando llegan a lo alto se preparan las tropas. Empieza la batalla. Los carlistas son sorprendidos entre dos fuegos. La gran explanada del monte está sembrada de heridos y de muertos. Los carlistas huyen en desbandada hacia Francia. Fueron Martín y Catalina en su carricoche a San Juan del Pie del Puerto. Todo el grueso del Ejército carlista entraba en su retirada de España por el barranco de Roncesvalles y por Juan Carlos.

[00:49:00]

Una porción de comerciantes se había descolgado por allí como cuervos, al olor de la carne muerta, y compraban hermosos caballos por diez o doce duros espadas, fusiles y ropas a precios ínfimos. Catalina, al ver aquel espectáculo, queda horrorizada una nube de cuervos avanza en el aire gris, siguiendo aquel ejército funesto para devorar sus despojos. Catalina pregunta por su hermano y le dicen que puede que esté muy enfermo. Martín se va con Catalina en su busca y llegan abarcarlos.

[00:49:34]

Martín se encuentra de nuevo al periodista y al anochecer, en un grupo de seis o siete, aparece Carlos hojeando. Catalina se acerca a su hermano con los brazos abiertos. Pero Carlos la rechaza diciéndole que es una pérdida y que les ha deshonrado y la escupe en la cara. Martín, cegado, salta como un tigre sobre Carlos y le agarra por el cuello. Está a punto de ahogarse. Le pone de rodillas y le dice que pida perdón a su hermana.

[00:49:57]

Le arrastra por el barro hasta ella. Y en ese momento Carlos llama a su secuaz cazzo pidiéndole ayuda. Entonces, antes de que nadie lo pudiera evitar, el cacho desde la esquina de la posada levantó su fusil. Apuntó. Se oyó una detonación y Martín, herido en la espalda, vaciló. Soltó arrojando y cayó en la tierra. Carlos se levantó y quedó mirando a su adversario. Catalina se lanzó sobre el cuerpo de su marido y trató de incorporarse.

[00:50:26]

Era inútil. Martín tomó la mano de su mujer y con un esfuerzo último se la llevó a los labios. Adiós. Murmuró débilmente, se le nublaron los ojos y quedó muerto. Catalina se desmaya. El cadáver de Martín se lleva al interior de la posada y está toda la noche rodeado de cirios. Los amigos no caben en la casa. Por la mañana se verifica el entierro. El día está claro y alegre. Meses después, Carlos, hojeando, entra en San Ignacio de Loyola el Cacho en un presidio francés, y Catalina, con su hijo, marcha a Zaro a vivir al lado de la Ignacia y de Batista, en el cementerio de Zaro, alrededor de la iglesia.

[00:51:14]

Entre las cruces de piedra brillan durante la primavera. Rosales de varios colores rojos, amarillos y azucenas blancas de aspecto triste. Hay una tumba de piedra y en la misma cruz, escrito con letras negras, dice Dicen Vasco. Aquí yace Martín Zalacaín, muerto a los veinticuatro años. El 29 de febrero de mil ochocientos setenta y seis, una tarde de verano, muchos, muchos años después de la guerra, se vio entrar en el mismo día en el cementerio de cero a tres viejecitas vestidas de luto.

[00:51:51]

Una de ellas era linda. Se acercó al sepulcro de Zalacaín y dejó sobre él una rosa negra. La otra era la señorita de Briones y puso una rosa roja. Catalina, que iba todos los días al cementerio, vio las dos rusas en la lápida de su marido y las respeto, y depositó junto a ellas una rosa blanca y las tres rosas.

[00:52:16]

Duraron mucho tiempo lozanas sobre la tumba de Zalacaín. Y así les hemos contado Zalacaín, el aventurero de Pío Baroja. Hemos seguido la edición de Alianza Editorial. La semana que viene nos volvemos a encontrar con Rebelión en la granja de George Orwell. Gracias por estar ahí. Y gracias por leer un libro.

[00:53:00]

Una hora en la Cadena Ser, un programa escrito y dirigido por Antonio Martínez Asensio con la voz de Eugenio Barona y la participación de Olga Hernán Gómez. Realización de Mariano Revilla. Edición y montaje de sonido de Pablo Arévalo.