Transcribe your podcast
[00:00:00]

Hoy en día cualquiera puede hacer un podcast, pero no cualquier podcast. Elemental, querido Watson, ya está aquí ser podcast, toda la calidad y la experiencia del líder de la radio. Ahora en versión Take Away, bienvenidos a la Liga de los Podcast Extraordinarios. Encuéntranos en la nueva app de la cadena Ser en ser podcast puntocom o en tu plataforma favorita Ser Podcast donde nacen, crecen y se reproducen los podcast más escuchados.

[00:00:27]

Cadena Ser La Radio. Un libro Una hora, dirigido por Antonio Martínez Asensio. Bienvenidos una semana más a un libro. Una hora. Hoy vamos a contarles. Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg. Natalia Gainsbourg nació en Palermo en 1916 y murió en Roma en 1991. Es una de las voces más singulares de la literatura italiana del siglo XX. Comprometida, combativa, inteligente, brillante. Ha publicado novelas como Léxico familiar, teatro, como Me casé por alegría y ensayos como El maravilloso.

[00:01:17]

Las pequeñas virtudes. Y eso fue lo que pasó. Se publicó en 1947, cuando Natalia Gainsbourg volvió a Turín después del asesinato de su marido en 1944. Es una disección del alma humana que, a pesar de saber que tiene la batalla perdida, siempre lucha por dar con el sentido. Es una novela triste y muy intensa, hipnótica, durísima desde la primera frase. Vamos allá.

[00:01:43]

Yo le dije dime la verdad. Y él me contestó Qué verdad? Dibujó algo a toda prisa en su cuaderno y me lo enseñó. Un tren largo, muy largo, con una gran nube de humo negro. Y él asomándose por la ventanilla y saludando con un pañuelo. Le pegué un tiro entre los ojos. Con esta escena brutal comienza. Y eso fue lo que pasó. El marido le ha dicho que le prepare un termo para llevárselo de viaje, así que ella se va a la cocina a preparar el té.

[00:02:12]

Le pone leche y azúcar y lo echa en el termo. Mete también el vasito y luego regresa al estudio. Entonces él le enseña el dibujo y ella coge el revólver que está en el cajón de su escritorio y le dispara. Desde hacía tiempo pensaba que iba a acabar haciéndolo cualquier día. Luego me puse el impermeable y los guantes y salí de casa. Me tomé un café en el bar y empecé a caminar sin rumbo por toda la ciudad. El día estaba fresco y había una brisa suave que anticipaba lluvia.

[00:02:41]

Me senté en uno de los bancos del parque público. Me quité los guantes y me miré las manos. Me quité el anillo y lo guardé en el bolso.

[00:02:52]

Llevábamos casados cuatro años. En una ocasión me dijo que quería dejarme, pero luego murió nuestra hija. Y así fue como seguimos juntos. Quería que tuviésemos otro hijo. Decía que me iba a hacer mucho bien. Y por eso durante la última época acabamos haciendo mucho el amor. Al final nunca llegué a quedarme embarazada de otro hijo.

[00:03:12]

Ella se lo ha encontrado haciendo las maletas y le ha preguntado adónde va. Él le ha dicho que a Roma a resolver un asunto con un abogado. Le ha sugerido que se vaya a casa de sus padres y así no estará sola porque no sabe cuándo va a regresar. Ella piensa que tal vez no vuelva nunca. Así que también hace la maleta. Le pide que le diga la verdad. Le pregunta si se va con ella y él le contesta que su problema es que tiene demasiada fantasía.

[00:03:37]

Ella le dice que prefiere saber la verdad, sea cual sea.

[00:03:40]

Él se ríe y recita un verso de la Divina Comedia. No sé cuánto tiempo estuve sentada en el banco. No había nadie en el jardín público. Los bancos estaban húmedos por la niebla y el suelo estaba cubierto de hojas secas. Me puse a pensar en lo que había hecho, me dije a mí misma que dentro de un rato tendría que ir a la comisaría de policía y explicar más o menos como habían sido las cosas. No iba a ser nada fácil.

[00:04:08]

Me habría gustado empezar por el primer día cuando nos conocimos en casa del doctor Gaudencio.

[00:04:14]

Como señala la propia autora, el disparo nació por casualidad, deseaba escribir, encontré un disparo y le seguí la pista. Pero el disparo no responde a una necesidad real de la historia. La historia sucede a disgusto y en otro lugar, el disparo era precisamente un propósito. Habría sido justo que esa mujer no hubiese disparado, sino que simplemente hubiese imaginado que disparaba. Cuando la escribí, tenía la mente confusa y enredada en la oscuridad. Por esa razón, lo que aún está vivo en esta historia y como es lógico en esa mujer, es precisamente la oscuridad, la confusión y el enredo.

[00:04:54]

El día que conoce a Alberto, él está tocando el piano a cuatro manos con la mujer del doctor Ga Odense y canta algunas canciones. La mira fijamente y luego hace un dibujo de su cara a lápiz en su cuaderno. Luego lo rompe.

[00:05:08]

El doctor Gaudencio comenta que nunca le salen bien los retratos de las mujeres que le gustan. Alberto la acompaña de vuelta a la pensión y le pregunta si puede volver al día siguiente para llevarle una novela francesa de la que le ha estado hablando.

[00:05:21]

Vino al día siguiente. Salimos juntos y paseamos un poco y luego nos sentamos en un café. Me miraba con los ojos alegres y muy abiertos y yo pensé que a lo mejor se había enamorado de mí. Como aquello era algo que no me había sucedido hasta ese momento que un hombre se enamorara de mí. Me puse muy contenta y nos quedamos varias horas más en el café por la noche. Fuimos al teatro. Yo me puse el vestido más bonito que tenía, uno de terciopelo rojo que me había regalado mi prima Francesca.

[00:05:52]

Francesca también está en el teatro y le pregunta quién es ese viejo. Ella le dice que es uno que le hace la corte, pero que a ella no le interesa.

[00:05:59]

Cuando Alberto va a buscarla a la pensión la siguiente vez ella le mira con atención y no le parece que sea tan viejo, aunque físicamente no le gusta mucho. Se pone muy contenta cuando va a buscarla porque él la mira con unos ojos muy alegres y abiertos. Ella se imagina el momento en el que le pedirá que se case con él y las palabras que utilizará. Fantasea tirada en su cama de la pensión, en lo bonito que sería estar casada y tener una casa para ella sola.

[00:06:26]

Se imagina la decoración, las plantas y cómo guardaría pañuelos recostada en un sofá enorme. Ella vive en una pensión tétrica por la mañana tiene que levantarse temprano e ir corriendo a la escuela en la que da clase a una muchacha.

[00:06:41]

Le produce tanto placer pensar que un hombre se ha enamorado de ella, que aunque no esté enamorada, es un poco como si lo estuviera y se pone más guapa y le brillan los ojos y se le vuelve el paso más ligero. Y también la voz se le vuelve más ligera y más dulce. Antes de conocer Alberto, yo había pensado que me iba a quedar sola para siempre porque me sentía totalmente sosa y sin gracia. Pero cuando la encontré y me dio por pensar que tal vez se había enamorado de mí, me dije que si le había gustado a él, no había razón para que no le gustara también a otros.

[00:07:16]

Tal vez a uno que me hablara con aquella voz entre irónica y tierna que oía dentro de mí.

[00:07:22]

La tarde del sábado toma el tren correo para ir a maòana. Regresa el domingo por la tarde. Su padre es un médico que se trasladó a Maòana hace más de 20 años. Es un viejo alto, gordo y un poco cojo que camina apoyándose siempre en un bastón de cerezo. Su madre es una señora pequeña con una gran mata de pelo blanco. Sus padres se pasan el día entero en la cocina jugando al ajedrez con el veterinario y el concejal del ayuntamiento.

[00:07:49]

Cuando ella llega a casa de sus padres el sábado, se sienta junto al estufa y se pasa allí sentada todo el domingo, arrullada junto a la estufa y adormilada, hinchada de polenta y menestra. Cuando se encuentra de nuevo con Alberto, le habla de su padre y de su madre y de maòana. Pero Alberto, sin embargo, nunca le cuenta nada de sus cosas.

[00:08:11]

Por eso yo desconfiaba de él al principio, porque nunca me había pasado en la vida que alguien se interesase tanto por mí y me preguntara tanto sobre mi vida como si tuviese una gran importancia. Todo lo que había dicho o pensado mientras paseaba por aquella calle que bajaba al cementerio o en la carbonera, hasta que al final acabé sintiéndome mucho más contenta y mucho menos sola, paseando con Alberto por la ciudad o sentándonos en los cafés. Me había dicho que vivía con su madre, que era una anciana y estaba enferma.

[00:08:44]

La mujer del doctor Gade Ensi, me había dicho que era una vieja loca podrida de dinero, que se pasaba el día estudiando sánscrito y que fumaba cigarrillos con una boquilla de marfil y no veía a nadie.

[00:08:56]

Alberto no le gusta hablar de sus cosas y aunque al principio ella no le importa, enseguida empieza a importarle cuando ella le pregunta algo. El rostro de Alberto se queda absorto y alejado. Los ojos se le apagan. Alberto nunca le dice que se ha enamorado de ella, pero ella cree que lo está porque vamos a buscarla a la pensión y siempre le trae algún libro o alguna chocolatina de regalo. Ella cree que es tímido y que por eso no se atreve a decírselo.

[00:09:21]

Aún así, un día le cuenta a su prima Francesca que Alberto se ha enamorado de ella.

[00:09:27]

Según Italo Calvino, Natalia Ginzburg es también una mujer fuerte. Quiero decir, una escritora fuerte. Y se trata de una condena que pesa sobre sus libros, como también la resignación a un peso que no se aligera con ese lenguaje suyo tan piadoso o emotivo o evasivo. Ni siquiera hay en ella una pizca del femenino abandono a las sensaciones, ese intermitente juego de la memoria que le es tan propio. Virginia Woolf y a tantas otras escritoras y poetas. Natalia Ginzburg cree en las cosas y en los pocos objetos que consigue arrancarle al vacío del universo.

[00:10:02]

Bigotes, botones. Cree en sus sentimientos, en sus gestos dóciles o desesperados.

[00:10:09]

En verano se marcha maòana donde se aburre con sus padres. Alberto sólo le escribe una postal desde un pequeño pueblo junto al lago. Cuando vuelve a la ciudad, espera que Alberto vaya a verla, pero no lo hace. Ella se arregla a diario y le espera, pero no va. Ella tiene su dirección y su teléfono, pero no se atreve a llamarle. Un día le llama, contesta Alberto. Pero ella no dice nada y cuelga. Todavía hacía calor por las noches y dormía con la ventana abierta.

[00:10:40]

Escuchaba el sonido del tranvía recorriendo las vías y me preguntaba si no iría él en uno de aquellos tranvías con su impermeable blanco y la bolsa de cuero. Absorto en todas aquellas cosas de su vida de las que nunca me había querido hablar. Y así fue como me enamoré de él mientras le esperaba, sentada en mi cuarto de la pensión, con el rostro empolvado. Y pasaba las medias horas y las horas. Y se oía el grito de la pava.

[00:11:08]

Y mientras caminaba por la ciudad, mirando siempre con atención por si le veía pasar y se me agitaba el corazón cada vez que veía un hombre bajito, con un impermeable blanco y un hombre un poco más alto que el otro.

[00:11:21]

Empiezo a pensar que si le pide que se case con él, le dirá que sí. Así podrá saber a cada hora y a cada minuto dónde está y qué hace. Un día se va a casa de Gaudencio para ver si se lo encuentra y al final se lo encuentra por la calle. Le ve desde lejos, con su bolsa de cuero y el impermeable abierto y aleteando. Durante un rato camina detrás de él. El momento se vuelve y la ve.

[00:11:45]

Se pone muy contento y se van a tomar un café. Le dice que ha tenido muchas cosas que hacer y que por eso todavía no ha pasado a verla por la pensión, pero que ha pensado mucho.

[00:11:55]

Yo le miraba e intentaba reconocer en aquel hombre bajito de rizos canosos, a la persona que me había estado atormentando y llenando de angustia durante todo aquel tiempo. Me sentía fría, deprimida y como es rota por dentro, me preguntó cómo había pasado el verano y si me había escondido en la carbonera. Y entonces nos reímos juntos. Recordaba todo lo que le había contado sobre mí. No se había olvidado de nada. Yo le pregunté qué tal había pasado el verano y el cambio de actitud.

[00:12:27]

De pronto tenía un aire lejano y cansado. Al poco rato de estar juntos ya están como antes. Ella parece olvidarse de que le ha estado esperando inútilmente mucho tiempo. Le habla de su padre y de su madre, mientras él le hace un retrato a toda prisa en su cuaderno, para luego romper la hoja y comenzar otro nuevo. Comienzan a verse casi todos los días. Él nunca le dice palabras de amor. Y claro, ella tampoco lo hace.

[00:12:52]

Pero piensa en él todo el día. Él no le cuenta nada de su vida y ella, mientras lea Jenofonte en clase, sólo piensa en el cuerpo pequeño de Alberto, absorto en aquellas actividades misteriosas suyas.

[00:13:05]

Había habido una época en mi vida en la que había sido lo bastante fuerte como para enseñar e interesarme por todas mis alumnas y mi trabajo. Pero ya no sentía ningún cariño por aquellas dieciocho niñas que estaban sentadas en sus pupitres. Me resultaban tan indiferentes que tenía una sensación de náusea y casi tenía que retirar la mirada.

[00:13:26]

Francesca regresa de Roma y una de aquellas noches va a cenar a su casa cuando llega a la pensión. La criada le dice que ha ido el señor de todos los días, que ha estado esperándola un rato en el saloncito y que luego se ha marchado. Ella se va a su habitación, se tira en la cama y se pone a llorar. Es la primera vez en su vida que llora por un hombre. En una ocasión me dijo que nunca había conseguido tomarse nada en serio.

[00:13:52]

Dibujaba, pero jamás se había convertido en pintor. Tocaba el pianoforte, pero nunca había conseguido hacerlo verdaderamente bien. Era abogado, pero no tenía el menor deseo de ganarse la vida ejerciendo la profesión y pensaba que si no iba a la oficina no le sucedería nada demasiado grave. Por eso se quedaba por las mañanas en la cama leyendo novelas.

[00:14:16]

Un día muere la madre de Alberto. Él parece un trapo. La encuentra muerta una mañana en la cama. Aquel mismo día, por la tarde, iba a ir a buscarla para ir a ver una exposición de pintura. Ella le espera y como no llega, le llama por teléfono. Él le dice que acaba de morir su madre y ella no sabe qué decir. Así que se sienta a escribirle una carta. No va al funeral porque la madre deja dicho que no quería que fuera a nadie.

[00:14:40]

Y después de unos cuantos días, Alberto le manda una nota en la que dice que no tiene muchas ganas de salir y en la que le pide que se acerque ella a su casa. Le encuentra con la barba crecida y el pelo alborotado y la bata del pijama puesta. Le habla sin parar de su madre. Ella siente como si por fin se hubiese apagado aquella fiebre y aquella sensación extraña y convulsa que tiene desde hace tanto. Allí sentada con él en su casa.

[00:15:06]

Pero él no le vuelve a pedir que vaya a su casa. Pasean por el río o pasar la tarde en un café. Ella no entiende nada.

[00:15:14]

Un día le dije que le amaba porque estaba cansada de llevar aquel secreto dentro de mí y con frecuencia me sentía ahogada en aquella habitación de la pensión, con aquel secreto que me crecía por dentro. De nuevo tenía la sensación de que me estaba volviendo idiota y de que ya no tenía interés por nada ni por nadie. Quería saber si él también me amaba. Si nos íbamos a casar algún día. Sentía ese deseo como quien siente deseos de comer o de beber.

[00:15:44]

Y luego pensé que las personas siempre sienten deseo de decir la verdad, aunque sea algo difícil y muchas veces requiere valor.

[00:15:54]

Y después de decírselo, se da cuenta de que él no la ama y se pone a llorar. Él saca su pañuelo y le seca las lágrimas. Está pálido y asustado. Y entonces le confiesa que lleva muchos años enamorado de una mujer con la que no se puede casar porque está casada. La acompaña hasta la puerta de la pensión y ella le dice que prefiere que no se vean más cuando le cuenta todo. Francesca le dice que lo mejor es que se vaya a Sanremo con ella y se quede allí un par de meses.

[00:16:21]

Ella se pregunta qué va a hacer con su vida. Todas las palabras que ha dicho y que le han dicho fluyen y refluye en su interior. La criada apareció en la habitación y me dijo que el señor de siempre me esperaba en la entrada. Me levanté y me vestí. Salí de la habitación y me lo encontré sentado con la bolsa de cuero sobre las rodillas. Tenía el aire aterido y avergonzado de un niño. Tras una reprimenda, me dijo que no había podido dormir y le dije que yo tampoco.

[00:16:52]

Salimos a la calle y fuimos a un café.

[00:16:56]

Le dice que no puede estar sin verla y que sus días serían vacíos sin ella. Y ella le contesta que tiene aquella mujer. Pero él replica que aquella mujer se ha portado muy mal con él en muchas ocasiones y que no haya en su vida ni una sola cosa alegre. Y no se va a Sanremo. Claro, ella quiere saber muchas cosas sobre lo que él siente, pero cuando intenta hablar de aquella mujer, a él se le apagan los ojos y la voz se le vuelve como lejana.

[00:17:22]

Él al fin le pide que se case con él y ella le dice que si siguen viéndose. Pero él nunca le dice claramente qué día ni qué mes se van a casar. Ella le dice que tienen que ir a maòana para que hable con su padre. Cuando llegan los hombres se encierran a hablar y la madre le enseña a ella el ajuar que lleva haciéndole toda la vida. Aquella noche, cuando me desnudé y me metí en la cama en la que había dormido de pequeña, me vino de pronto una especie de miedo y de repulsión al pensar que dentro de poco íbamos a ser marido y mujer e íbamos a hacer el amor.

[00:17:57]

Me decía a mí misma que a lo mejor era porque nunca había hecho el amor. Pero me preguntaba también si le quería de verdad, porque también sentía un poco de rechazo cuando me besaba. Me decía a mí misma que siempre es muy difícil saber verdaderamente lo que nos pasa por dentro, como nos cuenta Manuel Bartolomé. Natalia Ginzburg creció rodeada de hermanos bastante mayores que ella y cuando era pequeña siempre la mandaban callar, por lo que tuvo que acostumbrarse a decir las cosas deprisa y con pocas palabras para captar la atención.

[00:18:30]

Este rasgo contagió su escritura y es que un punto fuerte de la novela es su estilo. La narración está compuesta por frases muy cortas y apenas hay comas y otros signos de puntuación. El estilo es coherente de este modo con el propio argumento. El testimonio de la protagonista se presenta más desnudo y crudo gracias al ritmo de la narración. Cuando se casan, el ya no vuelve a dibujar su retrato, dibuja sobre todo animales y trenes. Un mes después de la boda se marcha y está diez días fuera de casa.

[00:19:04]

Le dice que se va con Augusto a hacer un viaje por los alrededores. Augusto y él son amigos desde la infancia. Alberto le ha dicho alguna vez que Augusto no le cae bien ella. Así que cuando Alberto se va, ella piensa que tiene que encontrar la manera de gustar a Augusto para poder ir con ellos de viaje la próxima vez. Tienen una criada de dieciséis años, hija de un zapatero de moda que se llama Yema.

[00:19:27]

El estudio de Alberto estaba cerrado con llave. Lo cerraba siempre que salía y se guardaba la llave en la chaqueta. Le pregunté porqué hacía eso y me contestó que porque había un revólver cargado en uno de los cajones de su escritorio. El cajón no tenía cerradura y no podía cerrarlo. Por eso prefería cerrar la habitación entera. Se puso a reír y me dijo que no quería que se me ocurriese de pronto alguna idea malvada. Me dijo que hacía ya muchos años que tenía en el cajón aquel revólver cargado.

[00:19:56]

Pues si algún día le daban ganas de matarse o de matar a alguien. Era una vieja costumbre. Más todavía, una especie de convicción supersticiosa. Me comentó que también Augusto tenía un revólver cargado en el cajón de su habitación.

[00:20:13]

Pero ella piensa que cierra por algo más. Ella no tiene nada que ocultar. Ha dejado que muera todo lo que no tiene que ver con él. Ha dejado de enseñar a Francesca. No la ve apenas pocos días después de que Alberto se marche. Ella se encuentra agusto por la calle, así que se entera de que Alberto la ha mentido. Vuelve a casa. De pronto se da cuenta de que en aquella casa se siente como si fuera una invitada.

[00:20:39]

Cené y me fui a la cama. Tenía frío y no conseguía dormir. Me chirriaban los dientes en la oscuridad. En aquella cama había hecho el amor por primera vez en nuestra noche de bodas. Luego estuvimos quince días en el lago. Sentía rechazo y vergüenza cuando me decía el amor. Pero me decía que aquello debía de pasarles a todas las mujeres jóvenes. Al principio me gustaba sentirle dormir a mi lado. Me sentía tranquila. Alberto está fuera. Diez días.

[00:21:11]

Regresa. Avuda anoche. Parece muy cansado y de pésimo humor. Le pide un café muy caliente cuando ella se lo lleva. Le pregunta con quién ha estado. Él le dice que no tiene ganas de hablar de ese tema y cuando están en la cama le dice que ha estado solo, que ha sido lo menos parecido a un viaje agradable. Se acerca a ella y le pide que no le pregunte nada, que está triste y muy cansado y que lo que le gustaría es que estuviera callada y muy quieta.

[00:21:36]

Es una mujer cruel? Pregunté. Es una mujer desgraciada dijo, acariciando mi cuerpo muy despacio. No es culpa suya si hace sufrir. Me empezaron a caer por el rostro unas lágrimas mudas y calientes. Me tocó el rostro con la mano y se apretó contra mí todavía con más fuerza. Un viaje infernal, dijo, y a continuación le sentí reír por lo bajo. No me preguntes nada. Nunca me preguntes nada. Jamás. Eres lo único que tengo.

[00:22:09]

Recuérdalo. Hacen el amor y por primera vez no le produce rechazo. Pero a los pocos meses se vuelve a marchar. Mete un volumen de poesías de Rilke en la maleta y le dice que volverá en dos semanas. Ella está embarazada y tiene la cara gorda y pálida. Ella nunca le pregunta nada cuando se marcha la segunda vez. Esa misma noche, Augusto va a verla. Se queda toda la noche. Le dice que se lo ha pedido Alberto.

[00:22:37]

Ella se queda tan sorprendida que no sabe ni qué decirle. Ella le pregunta si es cierto que le resulta antipática y él se pone rojo como un tomate. Y un segundo después están riéndose los dos. Se hacen muy amigos. Ella le pregunta Cómo es esa mujer? Augusto Al principio se hace el sueco, pero luego le dice que se llama Giovanna y que no tiene nada extraordinario. Cuando Alberto vuelve, ella le cuenta que se ha hecho amiga de Augusto.

[00:23:02]

Le pregunta qué tal el viaje y le pide que no vuelva a irse hasta que no nazca el bebé. Me fui a la cama.

[00:23:09]

Me quedé adormilada y me desperté cuando Alberto vino a verme. Le dije No tengo miedo, me gustaría morir con el niño. Y él me dijo Anda, duérmete y deja de decir tonterías. No quiero que te mueras. Y yo le contesté. A ti te da igual si me muero. Tienes a Augusto y a Giovanna. No te hago ninguna falta. Ni siquiera tienes ganas de tener un hijo.

[00:23:35]

Y le pregunta por qué no ha tenido un hijo con Giovanna y le dice que no le quiere, que es imposible quererle porque él no tiene valor para ir hasta el fondo de las cosas que nadie le quiere porque él no quiere a nadie. Alberto le dice que eso es una desgracia tremenda y luego coge una manta del armario y dice que se va a dormir al estudio, que así descansarás mejor los dos. Y se queda en medio de la habitación, con la manta bajo el brazo, pequeño y grácil, con su pijama azul arrugado, el pelo despeinado y la mirada llena de cansancio y angustia.

[00:24:07]

Ella se pone a llorar.

[00:24:09]

No, Alberto, no quiero que te vayas, no quiero que te vayas. Lloraba y temblaba tanto que Alberto se sentó en la cama y empezó a acariciarme el pelo. Yo le agarré una mano y se la besé. No es verdad que no te quiera dije. Claro que te quiero. Cómo puedes no darte cuenta? Jamás podría estar con otro hombre. Nunca podría hacer el amor ni con Augusto ni con ningún otro hombre. Me gusta hacer el amor contigo.

[00:24:34]

Soy tu mujer. Siempre que te vas, te espero. No pienso en otra cosa. No soy capaz de pensar en otra cosa. Me vuelvo idiota poco a poco. No me gusta volverme idiota, pero no tengo la culpa. Recuerdo todas las cosas que hemos vivido juntos desde el primer día hasta el último. Estoy contenta de ser tu mujer.

[00:24:55]

Alberto dice que entonces está todo bien. Coge la manta y se marcha al estudio. Durante mucho tiempo no vuelven a dormir juntos, como nos cuenta la autora.

[00:25:06]

Esta historia de. Y eso fue lo que pasó. La escribí casi íntegra en la oficina de la editorial en la que trabajaba. Entonces era poco después de la guerra y había estufas de terracota que lo amaban todo porque los radiadores habían sido destruidos durante la guerra y todavía no había habido tiempo para reponerlos. Esta historia está llena de humo, de lluvia y de niebla. No sé qué otra cosa había flotando en mi cabeza, aparte del humo y la lluvia.

[00:25:35]

A veces nos vemos inclinados a escribir no sólo libros que nos gustan mucho, sino también otros que no nos gustan en absoluto. Son esos los que acaban llevándonos por calles oscuras, los que nos hacen tocar acordes secretos golpeándonos de lágrimas y emociones, a veces innobles y vulgares. Pero esas conmociones y esas lágrimas que surgen de nosotros, a pesar de que nuestra mente es hostil a ellas, son las que nos dan el impulso de la escritura.

[00:26:03]

La niña nace a las tres de la tarde del 11 de enero. Ella está gritando dos días enteros en Bada por toda la casa y Alberto va siempre detrás de ella con una cara muy asustada. Lo único que ella desea es dormir y que se acabe cuanto antes aquel sufrimiento.

[00:26:21]

Cuando nace la niña deja de sentir dolor, levanta la cabeza para mirar a la niña que ya llora, toda roja y desnuda entre sus piernas. Y Alberto se inclina sobre ella con la cara llena de alivio y alegría. Y de pronto ella se siente tan feliz como no lo ha estado en toda su vida. Con una increíble sensación de alegría y de paz.

[00:26:41]

Los primeros días la niña es muy fea. Alberto la llama el sapito. Cuando vuelve a casa lo primero que pregunta es por el hábito y se va a verla y hasta compra una cámara de fotos. Pero Alberto sigue durmiendo en el estudio y ella duerme con la cuna de la niña junto a la cama. A los pocos meses de nacer, la niña se vuelve muy mala y a cada minuto se despierta y se pone a gritar y se va volviendo cada vez más mala y más nerviosa porque sólo quiere estar en brazos a los dos o tres meses.

[00:27:11]

Alberto se vuelve a marchar y así fue como se marchó.

[00:27:15]

Después de cerrar con llave el estudio, porque de eso no se olvidaba nunca. Y mientras tanto yo me quedé mirando el álbum con las fotografías encima de la mesa del salón, pensando cómo se había ido cansando poco a poco de hacer fotografías y el álbum se había quedado vacío a la mitad. Me daba pena ver todas aquellas páginas vacías y negras del álbum. La última fotografía era una de la niña con el sonajero y debajo escrito con tinta roja. Empezamos a jugar.

[00:27:45]

La niña tiene seis meses. Cuando empieza a desatarla adelgaza mucho, llora mucho y no digiere bien. Ella se pone muy nerviosa cada vez que la niña se pone mala o tiene fiebre. Una tarde se presenta. Francesca pregunta si se puede quedar porque se ha peleado con su madre por la noche, cuando han acostado a la niña y Alberto está en el estudio. Se ponen a hablar. Francesca no entiende cómo puede seguir con él si sabe que le está poniendo los cuernos.

[00:28:10]

Ella dice que le quiere y que tienen a la niña. Francesca le dice que ha visto a Alberto y a su amante, que ella tiene el culo como una coliflor y que caminan juntos muy despacio, que les ve a menudo.

[00:28:21]

Ella se va a su habitación. Veía a Alberto y a Giovanna caminando juntos, despacio, muy despacio, por la calle. Igual que caminaba a mi lado cuando todavía no nos habíamos casado. Ahora ya no salíamos nunca a pasear. Me acosté. Tenía muchísimas ganas de ir al estudio y de tumbarme a su lado en la cama. Tenía ganas de apoyar mi cara en su espalda y de preguntarle por qué no salíamos a pasear juntos. Y tenía ganas de decirle que a mí no me gustaba cambiar, pero no me atrevía a ir al estudio y me daba verguenza que pensara que había ido para hacer el amor.

[00:29:00]

Así que me quedé allí quieta, esperando que me viniera el sueño. Francesca se queda 20 días. Ella está contenta. Le hace bien hablar con su prima. Ya no se asusta tanto cuando la niña se pone mala y hasta algún día se la dejan a Gemma y se van al cine. Y así se da cuenta de lo poco que habla con Alberto cuando está en casa. Está encerrado en el estudio, aunque es muy amable con Francesca, a la que le lee alguna vez algún poema de Rilke y a la que hace retratos.

[00:29:27]

Ella está celosa. Pero Francesca le trata con un aire un poco desdeñoso. También Augusto va a casa de vez en cuando y ella piensa que tal vez Francesca y Augusto se podrían casar. Al final, Francesca vende sus joyas y alquila un pequeño apartamento con teléfono, baño y cocina, y estaba siempre muy ocupada con la niña. Ya había empezado a caminar y estaba siempre persiguiéndola por toda la casa para que no se hiciese daño. Lloraba cada vez que me alejaba de ella y me la tenía que llevar conmigo hasta cuando iba al baño.

[00:29:59]

Era muy mala y caprichosa y nunca quería comer. Durante el primer año la niña tiene los ojos de un color gris plomo, pero luego comienzan a mezclarse con marrón. Tiene el pelo rubio y fino, muy fino. Antes de dormir, siempre quiere que le canten la misma canción. Una canción francesa que ella ha aprendido de su madre. Lo Vongola de verdad. Cuando la niña se duerme. Ella está agotada. La niña no aguanta a Alberto y se pone a gritar cada vez que él la coge en brazos.

[00:30:29]

Él está casi todo el día fuera de casa y se va de viaje cada vez con más frecuencia. Cuando está en casa, se pasa el día encerrado en el estudio y de vez en cuando va Augusto y charlan. Pero ella ya no le importa si hablan de Giovanna o de lo que sea. Sólo le importa que la niña coma. De hecho, casi ni le importa si ve o no a Giovanna.

[00:30:49]

A veces me llamaba al estudio y hacíamos el amor, pero yo siempre estaba atenta para escucharse. Aquel llanto débil e irritante se alzaba en la oscuridad. Ni siquiera me preguntaba a mí misma si me daba placer o no. Y él tampoco me preguntaba lo que sentía. Pensaba que nuestro matrimonio era como cualquier otro. Ni mejor ni peor que muchos otros. Un día sale de paseo con la niña. Francesca le ha regalado un camello muy bonito que mueve la cabeza.

[00:31:17]

Aquel día ve a Alberto cruzando la calle con una mujer. Es una mujer alta y lleva un abrigo de piel de cordero, pero no puede ver nada más. Coge a la niña y al camello y regresa a casa a toda prisa. Se encierra en el salón y se sienta en el diván. Cuando llega Alberto la llama. Él también la ha visto. Alberto es un trapo humano, un desecho. Casi no se le oye. Le dice que ya no pueden seguir juntos.

[00:31:41]

Le dice que ya ha hecho todo lo que ha podido, que no es culpa suya, pero que sigue atado a algunas viejas historias. Pero dice que no lo hace para estar con esa otra persona que quiere estar solo. Vivir solo, que le repugna tener que mentirle siempre. Ella le pregunta si se acuerda que tienen una hija y él le contesta que se queden allí y que él irá a menudo a verlas. Que serán amigos. No seremos amigos.

[00:32:05]

Nunca hemos sido amigos. Para mí no ha sido ni un amigo ni un marido. Nada. Y no seré feliz con otro hombre. No podría hacer el amor con otro hombre porque vería siempre tu cara. No podría liberarme de tu cara. Es así de sencillo.

[00:32:21]

Y le pregunta por Giovanna. Él le dice que es una historia que dura desde hace once años y no termina de saber lo que hay en el fondo. Le cuenta que están muy unidos, que han sido muy desgraciados, que siempre se vuelven a encontrar y siempre es como si fuera algo nuevo, que se buscara una habitación y viviera solo. Ella tiene que ir a acostar a la niña cuando la niña se duerme. Ella se va a su habitación. Me desnudé y me quedé mirando en el espejo, aquel cuerpo desnudo que ya no pertenecía a ningún hombre, podía hacer lo que me diera la gana.

[00:32:53]

Podía irme de viaje con Francesca y con la niña. Podía encontrarme con cualquier otro hombre que quisiera y hacer el amor con él. Si me daba la gana, podía leer libros y visitar pueblos y ver cómo vivía el resto del mundo. Había sido necesario llegar hasta ahí.

[00:33:09]

Me había equivocado en todo. Pero todavía se podía remediar. Se hacía un esfuerzo. Me podía convertir en otra mujer.

[00:33:19]

Se meten en la cama mientras siente como va creciendo en el interior de su cuerpo una fuerza fría y enorme. Natalia Ginzburg señala la novela que yo escribí era una novela sin puntos ni comas. No tenía ganas de ponérselas. Las comas son como los pasos, los pasos producen cansancio y yo no tenía ganas de cansarme. Me sentía sin fuerzas y no quería caminar, sino sentarme y recostarme. Por eso escribí y eso fue lo que pasó. Una novela casi 5+, aunque luego acabé poniéndole algunas y cansándome también un poco con el cansancio que lleva componer la arquitectura de una historia, aunque sea leve.

[00:34:01]

Porque mientras escribía también pensé que no se puede hacer nada en la vida sin algo de cansancio. Durante la escritura nunca me preocupó saber si la mujer que escribía era o no era yo misma, porque en aquel momento era demasiado infeliz y dejaba mi infelicidad que se alimentara donde quisiera.

[00:34:19]

Al día siguiente le pregunta a su madre si le gustaría tener a la niña en maòana una temporada. Yema y la niña se van para allá y ella se va a casa de Francesca. Augusto está ahí. Ella piensa que se han hecho amantes. Les dice que Alberto y ella ya no están juntos. Y Francesca dice que por fin, cuando ella se va. Augusto sale con ella y se van juntos a pasear al río. Le pregunta a Augusto si cree que Alberto está enamorado de Francesca y él dice que no.

[00:34:45]

Entonces ella le pide que le diga Joana que vaya a su casa. No, no es lo que tú crees. No quiero suplicar ni pedir misericordia, ni nada parecido. Lo único que quiero charlar un minuto con ella me da la sensación de que me quedaré más tranquila cuando lo haga. He intentado imaginarme demasiadas veces que nos habríamos dicho si nos hubiésemos encontrado y la imaginación acaba haciendo daño. Estar en la oscuridad, imaginando todo el tiempo. Si pudiese verla de verdad una sola vez, podríamos ponerle fin a toda esta historia.

[00:35:22]

Entonces Augusto le confiesa que él también estuvo enamorado de Giovanna hace tiempo y le cuenta que por eso se compraron Alberto y un revólver cada uno y les dice que hay momentos en la vida en los que uno siente asco por todo lo que le rodea. Pero de pronto van pasando los días y los años y uno comienza a entender. Entiendes que hay un sentido hasta en las cosas más pequeñas y ya no te lo tomas todo tan a la tremenda y eres capaz de seguir adelante.

[00:35:49]

Cuando vuelve a casa le pregunta a Alberto cuándo se va a marchar. Y tras la cena él se va al estudio y se pone a meter sus cosas en una caja de cinc. Un domingo Augusto va a buscar a Alberto y le saca de casa con una excusa. Poco después suena la campana de la puerta. Entra Giovanna. Se sientan en el salón, la una frente a la otra. De pronto me di cuenta de que ella estaba muy intimidada y eso facilitó un poco las cosas.

[00:36:19]

Tenía un poco de rubor en las mejillas, pero poco a poco fue desapareciendo. Su cara permaneció pálida de una palidez arenosa y fría. Yo la miraba y me decía a mí misma Es Giovana. Ella también me miraba. Llevaba aquel abrigo de piel de cordero, pero estaba un poco desgastado y se notaba que era viejo. No llevaba sombrero. Tenía los guantes entre las manos y las piernas cruzadas. Se había sentado en el sillón que estaba junto a la ventana.

[00:36:50]

Ella siempre ha pensado que Giovanna tendría algo de vulgar, pero no es hermosa, pálida, de labios grandes y sin pintar ojos azules. Giovanna pregunta por la niña y ella le dice que la verdad es que no tiene nada en concreto que decirle, que es simple curiosidad. Giovanna está callada, con las piernas cruzadas y los guantes entre sus manos de dedos largos. No te odio, o al menos no lo creo. Ya sé que no se puede hacer nada.

[00:37:18]

Alberto se irá. De este modo podréis encontraros más a menudo y él no se sentirá obligado a mentirme. Dice que le desagrada, pero no sé si es cierto. De todas formas, también a nosotros solos nos irá mal. Puede que ni siquiera fuese por tu culpa. He intentado que vaya bien por todos los medios, pero no lo he conseguido. Ha sido un desastre.

[00:37:42]

Giovanna se quita el abrigo y le cuenta que estuvo en esa casa cuando la madre de Alberto aún vivía y que jugaba con la vieja a las damas. Luego se enseñan fotos de sus hijos. Giovanna le dice que no sería capaz de dejar a Alberto y de repente se le llenan los ojos de lágrimas y le cuenta la historia con Alberto. Sus idas y sus vueltas. Y la historia con su marido. Y cuando termina le dice. Y eso fue lo que pasó.

[00:38:07]

Luego se pone los guantes y el abrigo y se anuda al cuello una bufanda de seda. Si me hubiese casado con Alberto, tal vez hoy sería una mujer distinta, más enérgica y valiente, más fuerte. Tal vez él también sería un hombre distinto. No creas que me gusta como es. Le conozco bien y hay ciertos días en los que me resulta odioso. Pero todo habría sido distinto si nos hubiésemos casado. Nos hemos conocido demasiado tarde. Es difícil saber lo que queremos y de jóvenes siempre hacemos estupideces.

[00:38:39]

La vida comienza cuando todavía somos demasiado jóvenes para comprenderla.

[00:38:44]

Y se va. Ella se tumba en el sofá con un cojín bajo la cabeza. Añora a su hija, pero se ha quedado más tranquila. Tiene una especie de vacío en su interior. Se siente más sola que nunca. Se pregunta cuándo se va a marchar Alberto? Todos los días.

[00:39:01]

Alberto, meté algún otro libro en la caja de zinc. Pero ya no hablan nunca. Cuando llega Alberto no le dice que ha venido Giovanna? Por supuesto. Pocos días después, ella se va a maòana a recoger a la niña. No le dice nada a sus padres de la separación. Cuando llegan a casa se cruzan con Alberto, que coge a la niña en brazos, pero la niña se pone a gritar. Ella llama a Francesca y le pregunta si todavía quiere hacer un viaje con ella y con la niña.

[00:39:26]

Francesca enseguida se pone a hablar de San Remo y del Hotel Belding.

[00:39:30]

Cuando Alberto regresó a casa ya estaba preparando la maleta. Por una vez era yo la que preparaba la maleta y era el que estaba a mi lado mirando. No parecía muy contento. Le dije que Gema se quedaba allí con él. Le pedí dinero y me lo dio. Nos fuimos a la mañana siguiente, temprano, cuando él todavía estaba dormido en San Remo. Hacía un viento tremendo. Al principio alquilamos una sola habitación, pero Francesca no podía soportar el llanto de la niña por la noche, así que se cogía una para ella sola.

[00:40:01]

Después de 15 días en San Remo, llega Augusto. Francesca se ha hecho amiga de una condesa y se emborracha con ella y se va todas las noches al casino. La niña se pone enferma el 17 de noviembre, no quiere comer nada, lo escupe todo y grita sin parar. Ella pierde la paciencia y le pega fuerte en las manitas. Ni siquiera quiere escuchar la canción del lenguaje Dagoberto ni quiere el cabello. Grita hasta las diez de la noche y luego se queda dormida, intranquila.

[00:40:31]

Tiene 39 de fiebre. Ella va a buscar a Augusto y él se encarga de ir a buscar a un médico. Primero llega un médico joven que le receta unos sobres de bromuro, pero a la niña cada vez está peor. Grita tanto que viene gente de las habitaciones de al lado y cada uno recomienda una cosa. Hasta que llega Francesca de madrugada, muy borracha. Pero se pregunta por qué no llevan a un médico y se va a buscar al médico de la condesa.

[00:40:56]

El nuevo médico es alto y calvo y dice que los sobres no sirven para nada y les receta otra medicina. Le ponen una inyección. La niña se queda tranquila y respira bien. A la madre le inunda una alegría inmensa y se pone a llorar. Francesca la abraza. Francesca le pregunta entonces si no debería avisar a Alberto a las once.

[00:41:18]

La niña empezó a gritar de nuevo de aquella manera espantosa. Temblaba y se sobresaltaba. Tenía 40 de fiebre. Por la tarde volvió a adormecerse, pero sólo unos minutos. Augusto fue a poner un telegrama. De pronto sentí un deseo inmenso de que Alberto llegara lo antes posible. Paseaba arriba y abajo por la habitación con la niña envuelta en una manta.

[00:41:41]

Ella tiene la impresión de que todos piensan que no hay esperanza alguna. Recuerda con horror cómo ha pegado a la niña en las manitas porque no comía el día anterior. Ahora mira a aquellos ojos suyos color marrón y le da la sensación de que la niña lo sabe todo sobre ella. La niña tiene los ojos cansados y apagados, una mirada amarga y lejana. No hay en ella ningún reproche, pero tampoco ninguna piedad. La pone sobre la cama y la tapa con el chal.

[00:42:14]

De pronto, Francesca se puso a llorar. Salió de la habitación sollozando. Yo miré al médico y él me miró a mí. Su labio se inclinaba rojo y estaba húmedo. Le daba su cara el aspecto de una bestia que acaba de albergar. Luego vino de nuevo el médico de las pecas y otro médico pequeño que parecía muy importante. Les pregunté si hacía falta que desnudada a la niña y me dijeron que no. El médico pequeño le tomó la temperatura con la mano en la frente y en la nuca y le dio dos o tres golpecitos en las rodillas con una pequeña maza de marfil.

[00:42:48]

Se fueron. Me quedé de nuevo a solas con el médico calvo, me dijo que era posible que se tratara de una meningitis. La niña murió a las diez de esa noche. Alberto llega a las cinco de la madrugada, deja caer la maleta y corre hacia ella. SOLLOZA con la cabeza apoyada en su hombro y a ella le parece que aquella cabeza cubierta de rizos carnosos que pesa sobre su hombro es la única cosa que desea.

[00:43:22]

Francesca se va de San Remo un día antes que la pareja para ir a su casa y sacar la cuna, el carrito y todas las cosas que ayuda allí de la niña.

[00:43:32]

Gema se marcha maòana con los suyos, como señala Carlos Javier González Serrano Guinzburg. No sólo se plantea interrogantes humanamente imposibles de resolver el sentido, la libertad, la imposibilidad de dar con la felicidad, etcétera, sino que también con enorme fuerza descriptiva, casi dolorosa, pero también redentora. Describe los avatares concretos que nos esperan a la vuelta de cada esquina. El amor, la desidia, el deseo, la sexualidad, el encuentro con el otro incomprensible, inaccesible, hermético.

[00:44:06]

La amistad, pero sobre todo el miedo. El terror que causa la temible certeza. Si bien sólo sentida y, por tanto, nunca del todo comprendida, de que el fin siempre está cerca. Un fin que nada tiene que ver con la muerte, o no sólo con ella, sino también, y sobre todo, con la necesidad de imprimir nuestro sello en el mundo, de ser quienes somos. Hasta las últimas consecuencias. Alberto escribió una carta a mi madre diciéndole que yo no quería verla ni a ella ni a mi padre, que lo único que quería era estar a solas con él durante un tiempo.

[00:44:41]

No quería que hubiese nadie más a mi lado más que él. Y había que tener paciencia conmigo hasta que poco a poco fuese diciendo las cosas que me apetecía hacer. Escribió también que cada persona se comporte de una forma diferente cuando le sucede una tragedia, que cada cual tiene su propia manera de defenderse y que las personas que están alrededor deben permanecer quietas y en silencio y esperar a que todo pase.

[00:45:08]

Cuando regresan a la ciudad, ella no quiere ni salir de casa para no cruzarse con otros niños. Se queda en la cama hasta muy tarde por la mañana. Alberto se queda en casa con ella. A ella le sorprende que sea tan bueno. Le lee poemas de Rilke. Un día ella le pregunta si todavía quiere irse de casa y Alberto dice que no, pero la caja de Cyn sigue en su estudio. Al principio no hablan de la niña, pero poco después empiezan a hacerlo.

[00:45:36]

Alberto le dice que tendrán otro hijo que también querrá ese nuevo niño. Y así empiezan de nuevo a hacer el amor. Y ella poco a poco empieza a pensar que de verdad puede tener otro hijo y empieza a enamorarse de nuevo de Alberto y cuando se da cuenta le da mucho miedo.

[00:45:53]

Pensaba en la facilidad con la que vivían el resto de las mujeres. Pensaba en Francesca y en Giovanna y me daba la sensación de que no habían sentido en su vida ni una sombra del miedo enorme que yo sentía. Pensaba en lo fácil que era la vida de las mujeres que nunca han tenido miedo de un hombre. Miraba mi rostro en el espejo durante mucho rato. Nunca había sido un rostro hermoso, pero ahora me parecía que la habían abandonado la poca frescura y la juventud que habían tenido en su momento.

[00:46:26]

Siempre están solos en casa, duermen juntos en el estudio, hacen el amor y se quedan despiertos en la oscuridad hasta muy tarde. Él le dice que le despierte si no consigue dormir. Al fin, ella comprende cómo puede ser la ternura de un hombre, pero no puede dejar de sentir aquel miedo. Miedo a que él se aburra cuando hace el amor. Miedo a decirle algo y que él se aburra. Se acuerda de la época en la que se sentaban durante horas en los cafés y hablaban sin parar.

[00:46:55]

Y ella le da la sensación de que nunca ha sido capaz de vivir y de que ya es demasiado tarde como para aprender. Que no ha hecho otra cosa que mirar fijamente en el pozo oscuro que hay en su interior.

[00:47:07]

Una noche le pregunté a Alberto si sabía que Giovanna había venido una tarde a casa a hablar conmigo. Había dudado mucho sobre si debía contárselo, no antes de hacerlo, pero pensaba que ya no iba a ser capaz de resistir más tiempo con aquella cosa escondida en mi interior. Me dijo que lo sabía y cuando le pregunté cómo se había enterado, me contó que se lo había dicho a Augusto. Le pregunté si le molestaba y me dijo que no. Él le dice que no se marchara, que le desagrada la idea de que ella se quede sola.

[00:47:38]

Ella le dice que creía que no la quería ni a ella ni a la niña, que sólo quería Giovanna. Y entonces él se ríe y le dice que a veces tiene la sensación de que no quiere a nadie y que Giovanna está con su marido en el lago. Dice que le resulta difícil saber lo que hay de verdad dentro de cada uno, que nunca ha entendido nada de sí mismo, que quería mucho a su madre y lo pasó muy mal cuando murió.

[00:47:59]

Pero una mañana se sintió extraordinariamente feliz de que hubiese muerto. Ella le pregunta si cuando regrese Giovanna se querrá marchar otra vez.

[00:48:08]

Él dice que no lo sabe. Qué puede ser? Se da la vuelta y se queda dormido. Ella no puede dormir. Sólo piensa que nunca podrá saber lo que ese hombre quiere de verdad. Así fue como empecé a pensar en el revólver, pensaba en él de la misma manera que a veces pensaba en darle el pecho al niño nuevo. Pensaba en el revólver y me sentía tranquila. Pensaba en él mientras hacía la cama, mientras pelaba las patatas y mientras planchaba las camisas de Alberto.

[00:48:36]

Pensaba en él mientras salía y bajaba por las escaleras, del mismo modo que pensaba en darle el pecho y acunar al nuevo niño. Pero si hubiese tenido otro niño, me habría quedado siempre el miedo de que se enfermara y muriera. Estaba demasiado cansada de tener miedo y además me parecía que no tenía mucho sentido dar un hijo a un hombre como aquél.

[00:48:58]

Alberto comienza a salir de nuevo y aunque dice que va a la oficina, ella piensa que tal vez ya ha regresado Giovana. Un día Giovanna va de nuevo a verla. Va vestida de gris, con un sombrero redondo y duro, de paja negra y una especie de capa. Se sienta y se pone a hablar de la niña. Le dice que no ha dejado de pensar en ella. Que Alberto le escribió una carta cuando la niña murió. Pero ella no tiene ganas de hablar de la niña con Giovanna.

[00:49:26]

Giovanna le pregunta si siente odio hacia ella y ella contesta que no es exactamente odio, pero que no tiene ganas de hablar con ella. Que le parece que no tiene ningún sentido que estén las dos en la misma habitación, que le parece absurdo y ridículo que no dirán nada importante ni nada verdadero. Le pide que se vaya. No quiero que Alberto te escriba. Dije. No quiero que os encontréis. Iréis paseítos y hagáis viajecitos, ni que habléis de la niña ni de mí.

[00:49:53]

No quiero. Es mi marido. Es posible que cometiera un error al casarme con él, pero ahora es mi marido y hemos tenido juntos una niña que ahora está muerta. Y eso es algo que no se puede borrar sólo porque a vosotros dos os guste hacer el amor.

[00:50:09]

Ella respondió Tampoco lo que ha habido entre él y yo. Se puede borrar. Ella le dice a Giovanna que si no se va le van a dar ganas hasta de matarla. Joana dice que ese día ha sido importante y que volverá alguna vez. Y ella le dice que no vuelva. Cuando Giovanna se marcha, ella prepara la comida. Alberto vuelve a casa. Está distraído y un poco nervioso y se marcha rápidamente después de comer. Alberto sale todos los días, a veces incluso después de cenar.

[00:50:39]

Ella duerme en el estudio cuando se queda sola. Abre el cajón y se queda mirando el revólver. Lo mira un minuto y se siente tranquilo. Cuando Alberto vuelve a casa hacen el amor, pero ya no les dice que tendrán más hijos. Un día se lo encuentra haciendo las maletas. Le pregunta dónde va. Él le dice que a Roma a resolver un asunto con un abogado.

[00:51:01]

Ella piensa que tal vez no vuelva nunca. Le pide que le diga la verdad. Le pregunta si se va con ella, que prefiere saber la verdad, sea cual sea. Él se ríe y recita un verso de la Divina Comedia. La verdad va buscando que le es tan amada como lo sabe quien por ella deja la vida.

[00:51:23]

Cuando regresé al estudio ya había terminado aquel dibujo. Me lo enseñó. Reía. Un tren largo, muy largo, con una gran nube de humo. Mojó la punta del lápiz con la lengua para que el humo saliese más denso. Tenía el termo en la mano. Lo dejé sobre el escritorio. Reía y se daba la vuelta para ver si me reía. Yo también le pegué un tiro entre los ojos. Tiene los pies fríos y mojados. Las calles están vacías y resplandecientes por la lluvia.

[00:51:58]

Decide regresar a casa. Hay un silencio enorme e intenta no escucharlo. Entiende que no tendrá que hablar jamás con aquel hombre de cara cetrina al otro lado de la mesa y siente un gran alivio. Entiende que ya no será necesario hablar con nadie. Se sienta a la mesa de mármol de la cocina, intentando no prestar atención a aquel silencio. Del fregadero sale un aire frío y fétido y suena el tic tac del reloj sobre el armario. Cogí el tintero y la pluma y me puse a escribir en el cuaderno de la compra.

[00:52:39]

Tras un rato me pregunté a quién estaba escribiendo. No era Giovana, ni a Francesca, ni siquiera mi madre, a quien era entonces. Me resultaba difícil saberlo. Sentía que la época de las respuestas sencillas y límpidas se había acabado para siempre dentro de mí.

[00:53:15]

Y así les hemos contado. Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg. Hemos seguido la edición de Acantilado con un prólogo delicioso de Italo Calvino y una magnífica traducción de Andrés Barba. La semana que viene nos volvemos a encontrar con la Plaza del Diamante de Mercé Rodera. Gracias por estar ahí.

[00:53:35]

Y gracias por leer un libro.

[00:53:37]

Una hora en la Cadena Ser, un programa escrito y dirigido por Antonio Martínez Asensio con la voz de Rocío Muñoz y la participación de Olga Hernán Gómez. Realización de Mariano Revilla. Edición y montaje de sonido de Pablo Arévalo.