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Estás escuchando curiosidades de la historia de historia National Geographic? Hoy hablaremos del auge y caída de los caballeros medievales. Escocia, 24 de junio de 1314, las fuerzas del rey inglés Eduardo Segundo han sido completamente derrotadas por las de su adversario, Robert Brush, el soberano escocés. A la vista de las murallas de Stirling, escoltado por sus leales, Eduardo abandona el campo de batalla. Entonces habla uno de sus acompañantes. Señor, me confiaron vuestras riendas. Ése es vuestro castillo, donde estaréis a salvo.

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Yo no estoy acostumbrado a oír y no tengo intención de hacerlo. Ahora os encomiendo a Dios. Acto seguido, el caballero vuelve grupas, pica espuelas, parte al galope hasta chocar con los escoceses y muere inevitable, violenta y gloriosamente. Este hombre, a quien se había confiado las riendas de la montura del rey durante la batalla era si Risi se Argentina. Hoy su nombre no nos dice nada, pero en su tiempo fue uno de los caballeros más conocidos y mejor considerados.

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Lo dice a las claras el que, habiendo sido capturado en el Imperio Bizantino, cuando se dirigía a Tierra Santa Eduardo, segundo de Inglaterra, hiciera todo lo que estuvo en su mano para rescatarlo e incorporarlo al ejército que debía batirse con los escoceses de Brush en su último combate. Sir Giles llevó hasta el final la fidelidad a su señor y el valor en el combate. Razón de ser del estamento al que pertenecía la caballería.

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Los orígenes de este grupo social se remontan al siglo cuarto antes de Cristo. Cuando los jinetes de Asia Central descubrieron que usándonos apoyos para los pies colgados de los flancos del caballo, aumentaban su estabilidad y su capacidad para maniobrar. Al liberar las manos que hasta entonces se usaban para sujetarse al animal y sostenerse sobre él, guerreros de las estepas como los hunos o los avaros, usaron con gran eficacia estos apoyos. Los estribos y también los emplearon algunos pueblos germánicos. Ello les confirió una neta superioridad en sus enfrentamientos con el Imperio Romano.

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Las legiones romanas, que en el siglo quinto, después de Cristo, seguían considerando la caballería como una mera tropa auxiliar de la infantería legionaria. No supieron adaptarse a las nuevas tácticas y sucumbieron a comienzos de la Edad Media en el siglo VIII. La caballería militar, ya con el estribo y la silla de montar integrados con eficacia, comienza a convertirse en la principal fuerza de combate. Los caballos, cada vez más grandes y potentes, son capaces de soportar el peso de un jinete equipado con todo un arsenal de armas espada, lanza, hacha, maza, escudo, al que se suman las protecciones metálicas de la misma montura, con los pies apoyados en los estribos y forrados de cuero y de hierro.

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Los caballeros, aterradores para la infantería, aparecen como verdaderas moles acorazadas capaces de inclinar de su lado el triunfo de cualquier batalla. Al convertirse en la más eficaz arma de guerra de la Edad Media, la caballería gana un prestigio y un estatus social y militar extraordinarios, hasta tal punto que los conceptos caballero y noble son considerados sinónimos. La caballería también implica riqueza, pues en el imperio de Carlomagno, en torno al año 800 para dotar a un caballero de todo su equipo, la montura y el armamento, es necesaria la renta de unos cien mansos o explotaciones campesinas, el equivalente a unas mil hectáreas de cultivo.

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De modo que sólo los más ricos pueden acudir al combate a lomos de un caballo. El acceso a la condición de caballero se realizaba mediante una ceremonia que varió con el tiempo. La pesca azada o espaldarazo que recibía el aspirante y que probablemente era una bofetada en la cara, no apareció hasta el siglo 11. Luego se pasó al espaldarazo o golpe en la espalda y por fin, al toque de espada en la cabeza del caballero novel. El ritual tenía un profundo simbolismo.

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Así, el baño significaba que el futuro caballero quedaba limpio de cuerpo y de alma. Es decir, sin pecado. La túnica roja era señal de que estaba dispuesto a dar su sangre por Cristo. Las calzas negras simbolizaban su condición mortal y el cinturón blanco era un emblema de castidad. En el siglo 11, el caballero alcanza una situación predominante en la escala social y un puesto de privilegio en la batalla. El paso del tiempo y el incremento constante de su destreza y su armamento elevan a los caballeros a un rango superior al de los hombres que combaten a pie.

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Sobretodo cuando a comienzos del siglo XII se fundan en Tierra Santa, ocupada por los cruzados, las órdenes militares dedicadas a auxiliar a los peregrinos y combatir a los musulmanes. De entre todas ellas destacan la de los templarios, que otorga a sus caballeros un papel decisivo en la batalla con sus jinetes alineados en formación cerrada para el combate y toda su parafernalia de símbolos y emblemas. La caballería del temple se convierte tanto en un modelo para la guerra como en un símbolo de prestigio ante la cristiandad.

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Los templarios son los nuevos caballeros de Cristo, los defensores de la verdadera fe y los garantes del triunfo del cristianismo ante el Islam. El prestigio de los caballeros se extiende por todas partes y a ello contribuye de manera decisiva la literatura. Retiene toda, escribe en la segunda mitad del siglo XII una serie de novelas en las que plasma los ideales de la nueva caballería la nobleza, la virtud, la valentía, el honor, la defensa del débil, la protección del desvalido e incluso el amor a las mujeres.

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Y para dar mayor fuerza literaria a sus historias, retí en las ambienta en la mítica corte del Rey Arturo, al cual acompañan toda una serie de fabulosos caballeros cuya principal misión es encontrar el Santo Grial. Los avances tecnológicos en el equipamiento del caballo, las mejoras en el armamento ofensivo y defensivo, la especialización de cierta clase de caballos para la batalla y la progresiva equiparación del noble caballero, convierten a la caballería en una institución de prestigio.

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Los soberanos crean sus propias órdenes de caballería, pero no al estilo de los templarios. Los hospitalarios o los caballeros tectónicos. Las órdenes de estos príncipes son grupos de excelencia en los que sólo pueden entrar los más privilegiados. Así, el rey Eduardo, tercero de Inglaterra, funda 1348 la Orden de la Jarretera para reconocer el honor de los nobles más destacados y el duque Felipe, tercero de Borgoña. Hará lo propio 1429 con la Orden del Toisón de Oro. Los caballeros se convierten en una clase militar, una élite de guerreros consagrados a la defensa de los valores que dicen encarnar desde el siglo 11 hasta el siglo 15.

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La caballería vive una auténtica edad dorada en la que se destacan valores como el honor, la fama y la honra. Los caballeros son exaltados en crónicas, romances, cantares de gesta y poemas épicos. Sus prodigiosas hazañas las cuentan los escritores y las cantan los poetas. Sus gestas son pintadas en frescos y retablos y sus figuras esculpidas en estatuas y relieves de iglesias y catedrales. Un gran señor o un gran guerrero no lo es del todo si no combate a caballo, como ocurre con el Cid, que monta un corcel de nombre Babieca o Ricardo Corazón de León, siempre descrito o representado como un jinete.

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Al prestigio social y la fama literaria se suma la eficacia de la caballería en la guerra de la plena Edad Media, en las batallas entre bizantinos y persas.

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Son los caballeros griegos, como dije a Critas, protagonista de una novela, quienes defienden la frontera y los valores de la cristiandad. En la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, son los caballeros cristianos los que derrotan a los guerreros almohades con una acometida demoledora en la batalla de Baron Barnum en junio de 1314.

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Los lanceros escoceses logran detener la carga de la caballería inglesa, pero al día siguiente son los caballeros escoceses quienes aplastan la resistencia inglesa y logran el triunfo en el combate y la independencia de Escocia.

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Durante esos cinco siglos, la victoria en las batallas en campo abierto las decide una carga de caballería. Los jinetes pesados atacando en formación cerrada son arietes imparables que aplastan cuanto se les pone enfrente. En ocasiones, la imponente presencia de un escuadrón de caballería con sus jinetes y sus cotas de malla, sus corazas, sus cascos, sus largas lanzas, sus espadas, sus mazas y sus hachas de combate, amedrenta al oponente, hasta tal punto que este temor se convierte en un factor psicológico que facilita el triunfo.

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Además, frente al soldado que combate a pie, que en muchas ocasiones no tiene preparación militar ni se ha ejercitado para la batalla. El caballero es un profesional de la guerra. Desde niños los futuros caballeros reciben formación militar, se adiestran en la equitación, se ejercitan en el uso de armas ofensivas y defensivas. Practican en torneos y justas movimientos similares a los que se emplean en el campo de combate, lo que les otorga una ventaja decisiva sobre la infantería.

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Los torneos son frecuentes en la Edad Media y constituyen el escenario donde aristócratas y príncipes hacen ostentación de su riqueza y renuevan su prestigio social. Reyes de toda la cristiandad celebran justas o combates individuales entre caballeros, en los cuales destacan algunos tan prestigiosos como Guillermo, el Mariscal, verdadero campeón de estos lances durante la segunda mitad del siglo XII. El torneo se convierte en una ceremonia tan prestigiosa que en algunos de ellos participan Reyes como Ricardo Corazón de León o Fernando el Católico.

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Incluso hay caballeros que desafían a otros de su clase para demostrar su valor y su preparación. Así ocurre con Suero de Quiñones, quien en el año 1434 se planta durante varias semanas en un puente sobre el río Órbigo, en pleno Camino de Santiago, en el Reino de León, para cruzar lanzas con cuantos caballeros quisieran pasar de una orilla a otra. En lo que Quiñones llamó el paso honroso. Los caballeros viven una época dorada, sí, pero no el siglo 15.

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El último de la Edad Media. Las cosas empiezan a cambiar y su tiempo inicia una lenta pero irreversible decadencia. El inicio de la nueva época está marcado por la aparición de la pólvora y las armas de fuego con la artillería. Los jinetes pueden ser derribados a larga distancia frente a los cañones y los mosquetes. Una carga de caballería deja de ser eficaz. Poco a poco los ingenieros van perfeccionando las armas de fuego que se suman a la mejora en la potencia de tiro de los arcos y las ballestas para combatir.

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Un jinete necesita espacio y poder llegar al cuerpo a cuerpo con su lanza y su espada, pero un arcabuceros puede derribarlo con su arma a 200 metros de distancia, de manera que la épica de la guerra a caballo empieza a perderse. Además, la vieja aristocracia caballeresca no evoluciona a la par que las nuevas técnicas y tácticas, y los caballeros se siguen limitando a lanzar una carga cerrada con la idea de provocar el pánico entre los infantes. En siglo y medio, los antaño invencibles caballeros pierden la eficacia y fracasan.

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Así sucede en plena guerra de los cien años, cuando la caballería feudal francesa se frena en la carga que lanza en la batalla de crisi contra los ingleses que combaten todos a pie. Es agosto de 1346 y los campos del norte de Francia están recién labrados con la tierra muy suelta la andanada de flechas de los arqueros galeses ingleses, desarbolado la carga de los caballeros franceses que son derrotados. Y algo similar ocurre en 1415, en la batalla de Agincourt, donde ahora, con el suelo embarrado, los cascos de los caballos franceses se hunden hasta el corvejón, quedan atascados y sus jinetes son presa fácil para los infantes ingleses, que provocan una masacre entre la orgullosa aristocracia francesa, cuyos miembros habían acudido a la batalla vestidos como si se tratara de un desfile de moda.

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Es el comienzo del fin. Pero la caballería militar medieval no se resigna a desaparecer en un mundo que cambia en el siglo 15. Los nobles abandonan sus castillos en el campo y se trasladan a vivir a palacios en las ciudades. El dinero se impone a otras formas de impuesto feudal, como la renta en especie o en trabajo. Y la nueva nobleza ya no tiene la batalla cuerpo a cuerpo como ideal, sino la guerra como ejercicio para el dominio político y territorial.

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Pero el caballero seguirá siendo una figura de referencia hasta comienzos del siglo XVI, cuando la caballería es derrotada estrepitosamente. Sucede en Italia, donde Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, conquista el reino de Nápoles para Fernando el Católico. Gracias a sus victorias, en las que utiliza la infantería organizada en regimientos o corona Elías. Que serán el origen de los tercios. Para ello emplea a piqueros y a arcabuceros que combaten a pie y que 1503 liquidan a la caballería pesada francesa en la batalla de ser.

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iHola! Por si quedara alguna duda, unos años más tarde, en 1525, la caballería francesa vuelve a ser vencida por la infantería española en la batalla de Pavía, con el apoyo de una artillería que conoce notables mejoras técnicas. Ahora, si llega al final, no obstante, todavía queda por delante un siglo de ensoñación y melancolía en el que las historias de caballeros se refugian en la literatura y su imagen en las fiestas cortesanas. Por ejemplo, Carlos Quinto participa en varios torneos e incluso reta, al menos en dos ocasiones, a un singular duelo caballeresco a su antagonista, el rey Francisco, primero de Francia.

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Acabado su tiempo como protagonista en la batalla, los caballeros siguen viviendo en los libros. En 1508 se publica la novela Amadís de Gaula, verdadero canto del cisne literario de los Caballeros, que culminará con la edición de las dos partes del Quijote a comienzos del siglo XVII, donde el último caballero andante comprueba cómo sus sueños se desvanecen en la locura. Si te ha gustado este podcast, puedes suscribirte a nuestro canal, en el que iremos publicando nuevos contenidos cada semana.

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