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Estás escuchando curiosidades de la historia de historia National Geographic? Hoy hablaremos de Leonardo da Vinci, el genio visionario. Pocos hombres han brillado tanto en su tiempo y en la posteridad como Leonardo da Vinci, heredero de la tradición artística florentina iniciada por Giotto en el siglo 14. En él culminó el nuevo espíritu científico del Renacimiento. Podría decirse que fue la mejor encarnación del hombre universal renacentista por la multiplicidad de sus conocimientos y la diversidad de sus intereses. Leonardo fue también un rebelde que supo mostrar como científico, ingeniero y artista.

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Su independencia frente a las corrientes intelectuales de su tiempo. Su obra, producto de un saber enciclopédico, combinado con una poderosa inteligencia y una imaginación ilimitada, está hecha de anticipaciones geniales que en ocasiones tardarían siglos en ser comprendidas y aplicadas. Leonardo nació en 1452, en una pequeña aldea llamada Anguiano, a pocos kilómetros de Vinci, en los dominios de la ciudad de Florencia. Era hijo natural de un notario de Vinci, llamado ser Piero da Vinci y de una campesina de la zona de nombre Caterina.

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Al nacer, su padre lo dejó al cuidado de una nodriza, pero poco después sería educado por la esposa de su progenitor. Cuando tenía unos catorce años, Leonardo ingresó en el prestigioso taller florentino de Barroco, el Laboratorio Politécnico, que le proporcionaría una completa formación artística y científica. Allí aprendió los rudimentos de la pintura, la arquitectura y la escultura que le permitirían realizar sus primeras obras maestras como el bautismo de Cristo en colaboración con su maestro barroco. También adquirió nociones de botánica, música y óptica, y ya antes había sido instruido en materias tan apartadas de las bellas artes como la relojería.

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Desde ese momento, Leonardo aspiró a convertirse en un gran artista sabio, un pintor de fundamentos intelectuales. Partió de la idea esbozado por León Bautista Alberti, el gran teórico del Renacimiento, de que resultaba preciso conocer la naturaleza en profundidad para poder imitarla a través de las artes y las ciencias. Ello le llevó a oponerse a la concepción especulativa de la ciencia que dominó en la Edad Media y a su sumisión a los dogmas del cristianismo. Leonardo destacó desde muy pronto, a ojos de todos, por sus sobresalientes cualidades y su actitud excéntrica.

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Desentrañar el carácter de un genio resulta enormemente complejo y más aún desde la distancia del tiempo. Aunque algunas fuentes permiten acercarse a su personalidad. Se sabe que le gustaba vivir de un modo ostentoso y se dejaba ver con elegantes atuendos. Ello no impidió que viviera en una especie de marginalidad, en parte derivada de las muchas horas que dedicaba al trabajo y de su consiguiente aislamiento hiperactivo y cambiante, su temperamento le hacía incapaz de dar culminación a sus descubrimientos científicos, pues tendía a recomenzar siempre desde el principio y dejaba de centrar su atención en temas ya tratados para pasar a otros que le suscitaron más vivo interés.

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En 1476, cuando ya se había establecido como pintor independiente, Leonardo fue acusado de sodomía junto con otros personajes vinculados a los Médicis en la época. La homosexualidad estaba penada con la hoguera, la mutilación o el destierro. Pero, por fortuna, en el caso de Leonardo, la denuncia anónima no tuvo efectos. Eso no significa que la acusación fuera falsa, pues las tendencias homosexuales de Leonardo son comúnmente aceptadas por los biógrafos del artista, basándose en testimonios indirectos y en algunos dibujos de claro erotismo masculino.

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Aunque también existen evidencias de su contacto amoroso con mujeres. Es posible que la delación fuera resultado de una campaña de desprestigio contra los Médicis y fueron precisamente las influencias de esta poderosa familia florentina las que contribuyeron a enterrarla.

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Tras este episodio, a principios de 1482, Leonardo se trasladó a Milán a la corte de Ludovico Sforza. Quizás fue enviado allí por Lorenzo de Médicis como gesto diplomático de cortesía, aunque también existe la posibilidad de que Leonardo acudiera por iniciativa propia en busca de fortuna. Esto último es lo que parece sugerir la carta que escribió para el duque milanés, en la que enumeraba sus méritos y se ofrecía para entrar a su servicio. Es significativo que Leonardo mencionara en 10 puntos sus capacidades como ingeniero militar e inventor de instrumentos bélicos, y sólo en último punto se refiriera a sus aptitudes artísticas.

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Sin duda era consciente de que su saber técnico era lo que más podía interesar a los belicosos esforzase, y este saber era ciertamente revolucionario como ingeniero militar. Leonardo proyectó una total renovación del armamento terrestre y naval. Partiendo de la reciente aparición de las armas de fuego, sus experimentos de balística le permitieron aumentar el volumen del fuego y la velocidad de la carga de las bombardas, así como crear proyectiles oji bales, granadas explosivas, cañones y es pringadas el antecedente de la escopeta.

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Su nuevo mecenas, Ludovico, apodado El Moro, era en ese tiempo la personalidad dominante en la política italiana, sobre todo desde la muerte de Lorenzo el Magnífico. En 1492. Personalmente era un hombre de múltiples intereses y daba mucha importancia a la cultura como medio de propaganda, pero no tenía verdadera sensibilidad artística. No debió resultar fácil para Leonardo actuar como simple servidor de un poderoso en uno de sus cuadros, por ejemplo, escribió Dar órdenes. Es cosa de caballeros.

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Obedecer es cosa de siervos. Aun así, hubo de trabajar para el duque como organizador de fiestas y en un proyecto de estatua monumental que no llegó a ser fundida. También participó en las discusiones sobre la construcción de las catedrales de Milán y Pavía en Milán. Pintó igualmente algunos cuadros emblemáticos como la Virgen de las Rocas en 1486 o La Última Cena. Única pintura mural que se conserva del artista florentino realizada entre 1494 y 1497 en la iglesia de Santa María del Iratxe.

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Paralelamente, durante su etapa milanesa, Leonardo profundizó en sus estudios científicos. Una de sus fascinaciones fue el vuelo de las aves y la posibilidad de imitarlo por parte de los hombres. El sabio dedicó años de estudios prolongados en su segundo período Florentino hasta 1506 a la experimentación con una máquina para volar. Su fracaso en el intento por sostener el cuerpo humano en el aire se debió a la falta de un motor de explosión, sin el cual resulta imposible lograr la propulsión necesaria para el sostenimiento de un peso.

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También se interesó por la botánica, por la luz y los efectos atmosféricos, así como por la ingeniería, el urbanismo, la anatomía y las emociones humanas. Su deseo de saber no se quedó en el papel, pues defendió siempre la experiencia directa, volcándose en los fenómenos de la naturaleza para explicar sus misterios. Su obsesión por la experimentación le llevó a diseccionar cadáveres. Insatisfecho con el estudio de las esculturas antiguas o de viejos tratados, se procuró cuerpos de condenados a muerte.

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En los hospitales o en los cementerios, hasta el punto de sobornar a sepultureros para obtenerlos. Leonardo sobrepasó las coordenadas de la ciencia renacentista que hasta entonces habían tenido como objeto y centro. El ser humano para ocuparse de la totalidad del universo. Como escribió en una ocasión, no hay nada en la naturaleza que no sea parte de la ciencia. Los bocetos y dibujos que dejó demuestran su interés por todas las cosas. En ellos encontramos observaciones y análisis sobre todo tipo de materias mecánica, matemáticas, astronomía, geografía, física, botánica, química y anatomía.

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Junto a ellos aparecen también sentencias morales, anotaciones gramaticales, diseños heráldicos, alegorías y hasta vestuarios. Leonardo fue asimismo un maestro en la música y se sabe que diseñó nuevos instrumentos en busca de timbres, nunca oídos. En 1499, la esplendorosa vida de la corte de los Sforza se vio abruptamente interrumpida con la ocupación de Milán por las tropas francesas de Luis XII. Leonardo había sido nombrado el año anterior ingeniero general, pero no tuvo tiempo de fortificar la ciudad con sus innovadoras técnicas.

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Buscó refugio en Mantua, en la corte de los éste, donde sólo pasaría dos meses. Quizás exasperado por la duquesa Isabel de St. Dama cultivada, pero muy exigente con sus servidores, decidió marchar a Venecia. El científico se acercaba ya a los cincuenta años y la prosperidad y la estabilidad política que le había rodeado hasta entonces se desmoronaba ante sus ojos. En 1500, Leonardo se encontraba de nuevo en Florencia y según un testimonio, por entonces estaba cansado del pincel, pero aún así realizó algunas de sus obras maestras como la Santa Ana o la batalla de Anguiano, y en cambio, seguía intensamente dedicado a sus experimentos científicos.

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Reanudó asimismo su actividad de ingeniero militar, esta vez al servicio de César Borgia, el hijo del Papa Alejandro Sexto, que por esos años trataba de crear un Estado propio en la Italia central. Leonardo lo siguió en sus campañas durante unos nueve meses hasta abandonarlo por causas desconocidas. Quizás hastiado por los crueles métodos del ambicioso príncipe. Leonardo volvió a Florencia, desde donde 1506 marchó otra vez a Milán, la ciudad en la que siempre se había sentido más a gusto, solicitaba allí su presencia.

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El nuevo gobernador francés de la ciudad, Carlos Deambulas, que trataba de recrear la corte de los esforzase y para quien Leonardo proyectó una villa suburbana con jardines y juegos de agua. También pintó una de sus obras pictóricas más célebre, La Mona Lisa. Al principio de esta nueva estancia milanesa, Leonardo pensó organizar sus apuntes y publicar algunos tratados sobre temas como el agua, la pintura y la anatomía. Pero como le sucedió con tantos otros proyectos, Leonardo nunca llevó este a efecto y prefirió continuar con diversos estudios, desde la anatomía humana hasta la fabricación de autómatas.

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En 1513, los franceses fueron expulsados de Milán por un ejército coaligados de Venecia. El Papa y el emperador Leonardo decidió entonces marchar a Roma siguiendo la llamada de Juliano de Médicis, hermano del Papa León Décimo. Los tres años que pasó allí coincidieron con el momento en que en Roma se estaba gestando el estilo manierista de la mano de Miguel Ángel y Rafael. Pese a las atenciones que le dispensó Juliano, todo indica que Leonardo se sintió desplazado en aquel ambiente.

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Pasaba ya de los 60 años y su salud flaqueaba. No pintó entonces ninguna obra importante, aunque prosiguió con la misma energía de antes. Sus estudios científicos. En 1516, Leonardo abandonó la ciudad papal para marchar a Francia. Francisco primero le había ofrecido el puesto de primer pintor, ingeniero, arquitecto y mecánico del rey. Impresionado tal vez por un autómata de Leonardo que Juliano de Médicis le enseñó durante un encuentro en Milán, un león que caminaba unos pasos y luego abría su pecho que aparecía lleno de flores de lis.

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Según cuenta Vasari, el anciano artista se alojó en la agradable mansión de club a escasa distancia del palacio de ambas. Allí pasó los tres últimos años de su vida, dedicado a sus estudios científicos y a sus grandiosos proyectos de ingeniería, como la conexión del Atlántico y el Mediterráneo mediante un canal entre los ríos Loira y Saona hasta su muerte. El 2 de mayo de 1519. Fascinado por el transcurso del tiempo que se desliza sin ser notado y engaña a los mortales.

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Leonardo da Vinci repartió el suyo entre números y letras, entre el arte y la ciencia. Sólo contemplando su producción artística y científica en conjunto se aprecia la verdadera dimensión de este genio universal. Si te ha gustado este podcast, puedes suscribirte a nuestro canal, en el que iremos publicando nuevos contenidos cada semana. Además, recuerda que también puedes suscribirte a la revista Historia National Geographic en formato digital o en papel a través de la web historia en el punto com barra suscripción.