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Estás escuchando curiosidades de la historia de historia National Geographic? Hoy hablaremos de Maquiavelo. La caída del hombre que cambió la política. Nicolás se detiene en el umbral al darse cuenta de lo que le espera. Observa el gancho del techo y la cuerda que cuelga de él y entiende que está a punto de enfrentarse al instante más dramático de su vida. Llega a añorar los lúgubres momentos transcurridos en su celda, un agujero oscuro y maloliente lleno de excrementos de rata y espera que pronto lo lleven de nuevo allí.

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Sus torturadores le piden una vez más noticias de la conspiración contra los Médicis, en la que se supone que está involucrado. Pero Nicolás no puede decirles nada porque no sabe nada. No es culpa suya que a alguien se le haya ocurrido incluirlo en la lista de personas con las que habría que contactar para derrocar al gobierno. El problema es que él aún no sabe si es el tipo de hombre que diría cualquier cosa con tal de evitar el dolor. Cuando le obligan a poner las manos detrás de la espalda y le aprietan las muñecas con la cuerda, se da cuenta de que pronto descubrirá de qué pasta está hecho.

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Ha tenido que lidiar muchas veces con grandes hombres que han hecho del valor y de la fuerza física y anímica su arma vencedora.

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Ha tratado con ellos de igual a igual y ahora ha llegado el momento de descubrir si merece que le consideren a su altura. Empiezan a levantarlo y los tendones de sus brazos se tensan tanto que parece que van a romperse. Lanza un grito de dolor. Querría no hacerlo. Quizás un hombre como César Borgia, a quien tanto admiraba, no daría esa satisfacción a sus torturadores.

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Sus brazos parecen a punto de separarse del cuerpo. La cuerda los levanta en sentido contrario a los movimientos permitidos por las articulaciones. Tiene la sensación de que se los arrancan del busto. Las lágrimas le nublan la vista y vuelven borrosas las siluetas de sus torturadores. Los estertores de su agonía convierten las preguntas en ruido de fondo. Ahora sus pies cuelgan a unos palmos del suelo. No se siente como si estuviera pegado al techo. Sabe lo que sucederá y se concentra para soportar el impacto, pero lo sueltan demasiado pronto y al caer al suelo el golpe es violento.

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Quizás sus tobillos se hayan dislocado como los hombros. Ni siquiera tiene tiempo de gemir y ya empiezan a levantarlo de nuevo. Y sabe que continuarán hasta que hable o hasta que se den cuenta de que no sabe nada. Pero Nicolás sólo puede hacerse una pregunta cómo ha podido acabar en una situación tan crítica? Lengua afilada, sin duda. Pluma mordaz, como pocas también, pero prudente e incluso cambiante en su postura política. Así era Nicolás Maquiavelo, siempre dispuesto en una época de frecuentes cambios de régimen, a dejar una puerta abierta a quien no ocupase el poder.

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Pero quizás pudiera hacerlo al cabo de poco. Por eso lo que le sucedió en 1513 debió de resultarle completamente inesperado. Lo encarcelaron acusado de haber participado en una conspiración contra el régimen de los Médici que habían vuelto a Florencia el año anterior. Después del paréntesis republicano iniciado en 1494, cuando fueron expulsados de la ciudad. La época de Maquiavelo no es sólo la del auge del Renacimiento, sino también la de las guerras de Italia. El momento en el que fueron más intensas las luchas por el dominio de la península, que implicaron a las principales potencias surgidas de la fragmentación medieval.

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Es decir, Florencia, la República de Venecia, el reino de Nápoles, el ducado de Milán, un papado que con la familia Borgia había hecho más manifiestas aún sus ambiciones terrenales y potencias extranjeras como Francia, España y el Sacro Imperio. Todas dispuestas a expandir su área de influencia. Este convulso período comenzó en 1492 con la muerte de Lorenzo el Magnífico, el señor de Florencia, que con su carisma había logrado mantener el equilibrio entre los Estados italianos. Y fue entonces cuando Maquiavelo dejó de ser espectador de la política italiana para convertirse en uno de sus actores.

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Sucedió en 1498, el día después de la ejecución de Girolamo Savonarola, tras la caída de los Médicis. Este dominico, envuelto en un aura profética, había instaurado una república teocrática. Pero su enfrentamiento con el papado provocó su excomunión, que precipitó su caída. Entonces dieron comienzo los 14 años de existencia de la República florentina, ágora laica. Maquiavelo fue elegido secretario de la segunda Cancillería de Florencia y de los días de libertad y paz que se ocupaban de la política exterior y de los asuntos militares en calidad de embajador, tendría ocasión de relacionarse con muchos de los personajes más ilustres de la época.

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En julio de 1499, Maquiavelo tuvo la oportunidad de tratar con un peso pesado del calibre de Catalina Sforza, señora de Imola de Forli, Florencia esperaba que Octavio Riario, hijo de Catalina, siguiera luchando como mercenario en la guerra que la ciudad mantenía contra pisÃ, pero cobrando menos de lo que ella pedía. En un primer momento, Maquiavelo pareció haber convencido a Catalina de aceptar el acuerdo, pero más tarde la señora cambió de idea. Lo hizo después de que Maquiavelo le hubiera informado a la República de su éxito, lo que puso al secretario en una situación muy embarazosa.

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Debido a esta disputa, Florencia dejó de apoyar a Catalina y ello expuso sus dominios a las ambiciones de César Borgia. El hijo natural de papa Alejandro Sexto César, que estaba construyendo su propio estado en Italia central, no perdió el tiempo. Tomó Forli y capturó a su señora.

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Por su parte, Maquiavelo, resentido por el cambio de opinión de Catalina, se vengó de ella en sus discursos, describiéndola como una mujer insensible y despiadada, con ocasión de la muerte de su marido, Girolamo Riario, asesinado por unos conspiradores de Forli que más tarde la hicieron prisionera junto con sus hijos. Los conjurados querían apoderarse de la fortaleza de Rabal Dinho y como el guardián de la fortaleza no se la quería entregar.

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La señora Catalina prometió a los conspiradores que si la dejaban entrar, haría que se la entregaran a ellos y les dijo que detuvieran a sus hijos como rehenes. Bajo esta promesa la dejaron entrar. Ella, una vez dentro, desde las murallas, le recriminó la muerte de su marido y los amenazó con todo tipo de venganzas y para demostrar que sus hijos, que había dejado como rehenes, no le preocupaban. Les mostró sus genitales diciendo que aún podía tener más hijos.

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Justo un año después, el secretario se reunía nada menos que con Luis XII, el nuevo rey de Francia, para intentar convencerlo de que cancelara la deuda contraída por la ciudad a causa de la ayuda. En realidad sólo teórica que el soberano había prestado a Florencia en la reconquista de Pisa. Fue un nuevo fracaso. Así que Maquiavelo fue retirado y sustituido por otro embajador. Pero no sería la última misión de Maquiavelo ante el soberano galo. La presencia francesa en el norte de Italia suponía un contrapeso al interés del papado por ampliar los dominios de la Iglesia.

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Vecinos a los de Florencia. Lo que suponía una clara amenaza para los florentinos. Y a la República le convenía estar bien con unos y con otros. Justamente el siguiente encargo de Maquiavelo lo llevó ante el hijo del Pontífice Alejandro Sexto. César Borgia, el personaje más carismático de la época, acababa de someter a su yugo a la Romaña y parecía que su próximo objetivo era precisamente Florencia, a la que había quitado algunos territorios. Esta vez la labor de Maquiavelo tuvo éxito, en parte gracias a la presión de la Corte de Francia, contraria a una mayor expansión del duque.

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Maquiavelo también fue testigo de uno de los crímenes más atroces de Borgia La matanza de senegalesa, una trampa a la que el duque atrajo a los lugartenientes conjurados contra él para asesinarlos tras fingir que quería negociar la paz. La narración de este cruento episodio, considerado como el primer relato político de Maquiavelo, resulta aleccionadora tanto sobre el naturaleza humana como sobre los medios necesarios para conservar el poder. Unas líneas bastan, como muestra. Cuando cayó la noche y cesaron los tumultos, el duque decidió hacer matar a Bite Alonso y Oliver Otho y llevándolos juntos a un lugar, hizo que los estrangularon allí.

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Ninguno de ellos empleó palabras dignas de su vida pasada, ya que Evita Alonso rogó que suplicarán al Papa que le diera indulgencia plenaria por sus pecados. Y Oliver Hoto, llorando, echaba el 8. Toda la culpa de las injurias cometidas contra el duque.

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Pero Borgia no renunció a sus ambiciones sobre Florencia. Y a partir de entonces él y Maquiavelo tuvieron otras ocasiones de encontrarse y convertirse en buenos amigos hasta el rápido declive del primero.

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El escenario entonces fue ocupado por el personaje que más había intervenido en la caída de Borgia. El papa guerrero Julio Segundo, que como cardenal había sido enemigo acérrimo del Papa Alejandro Sexto. Precisamente la actividad militar y política de julio segundo, que pretendía convertir el papado en la primera potencia de Italia, afectó de lleno a Florencia, ya que por trastocar la vida de Maquiavelo, cuando en 1511 el Pontífice se alió con España para conseguir sus propósitos y minar la hegemonía francesa en el norte de Italia.

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Al año siguiente, las tropas españolas al servicio del Papa derrotaron a las florentinas en Prato, asaltaron esta ciudad y permitieron el retorno de los Medicis. En una carta, Isabel, desde marquesa de Mantua, escrita poco después de los hechos, anota Murieron más de 4000 hombres y el resto cayeron presos y fueron sometidos a todo tipo de abusos para liberarse. No perdonaron ni vírgenes escondidas ni lugares sagrados, los cuales se llenaron de violaciones y sacrilegios. Al año siguiente, Maquiavelo fue acusado de conspiración contra los Médicis y torturado.

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Al parecer, su única culpa había sido conocer algunos de los personajes implicados en la conjura. De modo que su nombre aparecía a menudo en las reuniones que celebraban. Entre los participantes se encontraban su amigo Pietro Paolo, vos Colli, noble florentino, que acabó perdiendo un papelito con una veintena de nombres anotados, entre los cuales se hallaba el de Nicolás. El 18 de febrero de 1513 ese papel fue descubierto por un orador quién es Bernardino Coquí, que informó de ello a Juliano de Médicis, hijo de Lorenzo, el magnífico y regente de Florencia.

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Se produjeron arrestos inmediatos que llevaron en sólo cinco días a la condena a muerte por decapitación del propio Boss Colli y de Agostino Caponi. Probablemente la conspiración tenía mayores dimensiones. Pero el régimen prefirió no ensañarse.

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Maquiavelo, por su parte, hizo lo posible para congraciarse con el regente de Florencia, dedicándole un soneto en el que narraba cómo lo habían despertado los rezos de los dos condenados a muerte. Pero habría permanecido en la cárcel sin la amnistía que siguió a la elección de un Médicis como Pontífice con el nombre de León décimo, aunque libre, estaba políticamente acabado. Aparte de un encargo como canciller de los procuradores de las murallas, esto es responsable de la defensa de la ciudad.

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Se retiró a la vida privada y escribió obras que lo harían mucho más famoso que sus gestas y en las que, como hizo en el Príncipe, vertió su conocimiento de los oscuros entresijos de la política del Renacimiento que tan íntimamente conoció. Si te ha gustado este podcast, puedes suscribirte a nuestro canal, en el que iremos publicando nuevos contenidos cada semana. Además, recuerda que también puedes suscribirte a la revista Historia National Geographic, tanto en formato digital como en papel a través de la web.

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