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Estás escuchando curiosidades de la historia de historia National Geographic? Hoy hablaremos de los templarios, los banqueros de Europa. Uno de los primeros y más graves problemas al que tuvieron que enfrentarse los peregrinos guerreros que conquistaron Jerusalén en julio de 1099, fue la defensa de sus conquistas. En realidad, quienes participaron en la Primera Cruzada no habían tenido en cuenta la posibilidad de asentarse de forma estable en Tierra Santa. Así pues, al día siguiente de la conquista de la Ciudad Santa, muchos cruzados se consideraron libres de sus votos y se dispusieron a volver a casa tras haber rezado en el Santo Sepulcro.

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Entonces nacieron las órdenes religiosas militares formadas por laicos que utilizaban las armas en defensa de los cristianos. De todas ellas, la del Temple fue la que adquirió mayor fama. Nació en 1119, cuando un oscuro caballero francés, Hugo de Pein, consiguió que el rey Balduino, segundo de Jerusalén, le cediera un ala de la mezquita de Al Aqsa para alojar en ella los miembros de un nuevo grupo, cuya finalidad principal era mantener limpio de bandidos el camino que conducía de la costa a Jerusalén.

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Así nació la orden que fue llamada del Temple, porque su residencia, la mezquita de Al Aqsa, se levantaba en la explanada del antiguo templo de Salomón.

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Las órdenes religiosas militares fueron muy apreciadas y favorecidas por Balduino segundo, como lo habían sido por su predecesor Balduino. Primero, ambos reyes les otorgaron tierras y diezmos, sentando así las bases del inmenso poder político y económico que ostentaban en el reino. Pero el temple se distinguió muy pronto por la piedad y el valor de sus miembros, hasta tal punto que cosechó una enorme cantidad de nuevas vocaciones y en sus filas ingresaron personajes destacados de la aristocracia. Además, recibió de todas partes dones y legados testamentarios en dinero y en bienes inmuebles, con lo que se enriqueció rápidamente.

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Asimismo, la fama de eficiencia y honestidad que los templarios adquirieron en poco tiempo hizo que se les confiaran importantes sumas de dinero e incluso depósitos financieros públicos para que los custodias en mi gestión Hashém. Esta última función del templo quedó de manifiesto en el asalto que el príncipe Eduardo, primogénito del rey Enrique, tercero de Inglaterra, llevó a cabo el 29 de junio de 1263 contra la Tesorería del Temple en Londres, al frente de un séquito de hombres armados, forzó numerosos cofres y se llevó 1000 libras.

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Un dinero que resultó pertenecer a mercaderes y barones ingleses.

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Los asentamientos europeos de la Orden también recibieron legados y donaciones, así como privilegios y exenciones fiscales. Estos recursos permitían al templo ofrecer su caridad, ayuda y protección militar a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa, cuya gratitud se traducía en nuevas donaciones de dinero y tierras. Una vez regresaban a su país la principal fuente de ingresos de los templarios. Al menos al principio, fue su vasto patrimonio territorial. En la segunda mitad del siglo XII se intentó racionalizar el conjunto de las propiedades que al proceder delegados se hallaban muy dispersas.

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Para ello fueron necesarias ventas, permutas y compras. En su mayor parte se trataba de tierras que la orden gestionaba directamente. Pero también existían algunas administradas por campesinos que pagaban a los templarios los derechos de señorío. Podría parecer una contradicción que la orden nacida con el nombre de Es conmilitones Christi. Los pobres caballeros de Cristo se hubieran enriquecido. Pero es importante entender que la expresión pobres de Cristo no sólo tenía el significado de pobres en sentido económico, sino que más bien se refería a la devoción absoluta a Cristo y al hecho de que la vida de los templarios estaba totalmente dedicada a Él.

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La finalidad última de la orden no era acumular dinero, sino obtener recursos con los que adquirir todo lo necesario para luchar en tierra santa, armas, hombres, caballos, víveres y naves para el transporte ultramarino. Por esta razón, el ámbito de las actividades financieras era el que más atraía la atención de la orden. Las casas templaria, repartidas por Europa y por Tierra Santa, funcionaban como bases para la circulación de letras de cambio que permitían transferir a distancias sumas de dinero sin correr el riesgo de mover físicamente grandes cantidades de metales preciosos.

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Los templarios fueron, pues, los primeros banqueros de Europa y adquirieron cada vez más importancia en el renacimiento del comercio europeo entre los siglos XII y XIII, en una sociedad en la que el dinero no circulaba. Era normal que la Iglesia considerase sospechosa y por lo tanto condenable como fruto de la usura, cualquier ganancia que no se hubiera conseguido con el sudor de la frente. De ahí que censurarse los préstamos considerados usura e incluso el comercio. Pero en el siglo XIII había que afrontar un desarrollo comercial totalmente nuevo y las finanzas templaria presentaban ventajas respecto a cambistas y comerciantes.

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Sus competidores laicos. Los beneficios de éstos se destinaban a un buen fin. La defensa de Tierra Santa y los intereses de sus préstamos eran muy distintos de los comerciales. La banca templaria, además de no requerir un interés real, basaba sus beneficios en las ventajas que suponía poder invertir de nuevo las cantidades recibidas en prenda. Su finalidad última eran las responsables. La reinversión en Oriente de la tercera parte de las cantidades acumuladas en Occidente. Las operaciones financieras llevaron al Temple a gestionar directamente las cuentas de muchísimos clientes privados, para los cuales realizaban operaciones bancarias.

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Sobretodo se ocupaban de los tesoros reales cuya custodia se les encargó a menudo. Así lo hicieron. Juan sin tierra y Enrique Tercero de Inglaterra, o Felipe Augusto y San Luis en Francia. En este último país, desde principios del siglo XIII, el formidable recinto del Temple en París se convirtió en la tesorería de la corona francesa.

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Durante la segunda mitad del siglo XIII se produjo un declive gradual de las finanzas de los templarios. Las operaciones de la Orden se redujeron a medida que las posiciones latinas en Tierra Santa disminuían hasta su desaparición. Fue en 1291, tras la caída de San Juan de Acre. La última gran plaza cruzada. Desde entonces, la existencia del temple carecía de justificación. Hecho al que se sumaba la mala fama de los templarios acusados de avidez. A pesar de que muchas acusaciones contra la orden, incluso antes del proceso que acabó con su desaparición, eran fruto de la propaganda.

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Algunos acontecimientos de los últimos años de vida del Temple se prestaban a una interpretación favorable a sus detractores. Así sucedió, por ejemplo, con la trayectoria de Roger de Flor, hijo de un halconero del emperador Federico Segundo, que ingresó en la Orden y fue expulsado de ella tras ser acusado de apoderarse de algunos bienes durante la caída de Acre, cuando la población de esta ciudad huía de los conquistadores musulmanes. Después se dedicó a la piratería y llegó a dirigir las huestes de los almogávares, mercenarios reclutados en la Corona de Aragón.

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Al final, el emperador bizantino Miguel Noveno hizo que lo asesinaran. Preocupado por la ambición creciente de aquel antiguo templario, una vez cayó a los templarios, los últimos defensores de la ciudad se trasladaron a la isla de Chipre, pero su papel se encontraba ya muy mermado. En este contexto, el rey de Francia, Felipe IV, el Hermoso, cuya política era extremadamente cara, consideró que había llegado el momento de deshacerse de los templarios para apropiarse de sus bienes y para eliminar una orden que, de hecho, constituía un estado dentro del Estado francés.

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La táctica que siguió fue similar a la que ya había empleado con éxito contra el papa Bonifacio. Octavo. Primero, se pusieron en circulación graves rumores sobre la moralidad y la ortodoxia de los templarios. Después se obtuvo del Pontífice Clemente Quinto, instalado en Aviñón, el permiso para iniciar contra ellos un proceso judicial. Por fin el Papa disolvió la orden. En 1312, el rey de Francia consiguió así lo que quería. La corona se apropió en parte de los bienes del temple, mientras que los que se hallaban situados fuera del Reino se destinaron a la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan en marzo de 1314, en París.

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Los dirigentes del Temple serían quemados en la hoguera. Si te ha gustado este podcast, puedes suscribirte a nuestro canal, en el que iremos publicando regularmente nuevos contenidos. Además, recuerda que también puedes suscribirte a la revista Historia National Geographic en formato papel o en digital a través de la web. Historia en punto com barra suscripción.